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¿Hablar mal de otra persona tendrá algo de bueno?

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Philip Kosloski - publicado el 20/02/25
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Podemos caer en la trampa de insultar o publicar mensajes desagradables en las redes sociales sobre una persona, alegando que solo estamos diciendo la verdad

Cuando vivimos en un mundo polarizado, resulta tentador defender en exceso nuestro punto de vista particular. Lo que ocurre es que cuando vemos a alguien del "otro" bando haciendo algo que creemos que está mal, sentimos la tentación de arrastrarlo públicamente a la suciedad. En la era de las redes sociales, esto significa que nos apresuramos a publicar un comentario desagradable en nuestra plataforma favorita, diciéndole a todo el mundo lo terrible que es la otra persona.

A menudo hacemos esto, no solo porque sentimos que estamos justificados, sino porque pensamos que es lo "cristiano".

¿No es cristiano "decir la verdad"?

Aunque pensemos que estamos sirviendo a Dios mientras humillamos a otra persona, en realidad estamos haciendo lo contrario.

Tres asesinatos

San Francisco de Sales creía que destruir públicamente el nombre de una persona nunca era una buena idea. El explica en su Introducción a la Vida Devota, como esto comete "tres asesinatos":

"El calumniador comete tres varios asesinatos con su lengua ociosa: destruye su propia alma y la de quien le escucha, además de causar la muerte civil al objeto de su calumnia; porque, como dice san Bernardo, el Diablo tiene posesión tanto del calumniador como de los que le escuchan, de la lengua del uno, del oído del otro…Aristóteles dice que, como la lengua bífida y de dos filos de la serpiente, así es la del calumniador, que de un solo dardo pincha y envenena el oído de los que le escuchan, y la reputación del calumniado".

La calumnia, para san Francisco de Sales, no era solamente revelar declaraciones falsas, sino también verdaderas.

"Hija mía, te ruego que nunca hables mal de nadie, ni directa ni indirectamente; guárdate de imputar injustamente pecados o faltas a tu prójimo, de revelar innecesariamente sus faltas reales, de exagerar las que son manifiestas, de atribuir motivos equivocados a acciones buenas, de negar el bien que sabes que existe en otro, de ocultarlo maliciosamente o de menospreciarlo en la conversación. De todas y cada una de estas maneras ofendes gravemente a Dios, aunque la peor es la acusación falsa, o negar la verdad en perjuicio de tu prójimo, pues en ello combinas su daño con la falsedad".

Hablar de frente con la persona

Podemos pensar que estamos sirviendo a Dios al decir al mundo la verdad sobre alguien, pero cuando hacemos tal cosa con una mala intención, anulamos cualquier bien que podría haber hecho.

Ciertamente, a veces necesitamos decir la verdad, pero la secuencia apropiada debería ser confrontar primero a la persona, en lugar de proclamar públicamente sus faltas para que todos las vean.

Debemos tener en cuenta que no somos Dios y que no siempre conocemos el panorama completo. Es mucho mejor tratar las cosas fuera de línea, de una manera más personal, que tratar de mostrar a alguien su fechoría publicándola en un lugar público.

Por encima de todo, debemos rezar por aquellos a quienes detestamos, amando a nuestros enemigos como Cristo nos ha pedido que hagamos.

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