Jacques y Alix de Lépinau tienen una fuerza vital increíble. El mero hecho de tenerlos al teléfono da energía, esperanza y ganas de creer en la Providencia. Al relatar su viaje de la uva a la manzana, dan un profundo testimonio de la alegría de vivir, de determinación para seguir adelante y de una entrega total en manos de Dios.
Jacques y Alix llevan 20 años casados y tienen cinco hijos, de edades comprendidas entre los 11 y los 19 años. Gerente de una explotación vinícola en Carcasona durante muchos años, Jacques dejó el suroeste y la seguridad de su trabajo en 2014 y se hizo cargo de la casa familiar en Pluneret (Morbihan) con la idea de crear una empresa de elaboración artesanal de sidra. "¡Empezamos de la nada! No teníamos manzanos, ni conocimientos técnicos, apenas un techo, ya que la casa era de propiedad compartida, ¡y nuestro quinto hijo en camino!", recuerda Alix.
El deseo de mantener viva la herencia familiar e insuflar nueva vida a la tierra de los antepasados de Jacques era muy fuerte. Tras una semana de discernimiento en Penboc'h, Jacques estaba seguro de su elección. La familia se trasladó a Pluneret, a las afueras de Auray, entre los ríos Le Bono y Le Loc'h, "un lugar extraordinario donde la tierra se encuentra con el mar", en palabras de Jacques. ¿Su objetivo? Hacer brillar esta tierra, encontrando el mejor equilibrio posible entre la tierra, los árboles, la gente y el clima.
Pero no es lo mismo ser sidrero que vinatero. Hacer sidra es un oficio especial, que no tiene nada que ver con el vino. Jacques visitó un centenar de sidrerías y se formó en la escuela de agricultura de Saint-Pierre-en-Auge (14). Jacques y Alix crearon su empresa, Les Vergers de Kerdaniel, en diciembre de 2014.
El primer año recogieron sus manzanas y produjeron unas 3 mil botellas. "El segundo año, tuvimos la suerte de hacernos cargo de un huerto abandonado, lo que nos permitió vender 10 mil botellas, algunas de ellas a través del comercio del vino", dice Alix.
Con los años, la pareja se liberó del comercio, plantó y cultivó sus propios manzanos y produjo su sidra de forma totalmente artesanal. Hoy, Vergers de Kerdaniel ocupa una decena de hectáreas y produjo 30 mil botellas en 2024. La producción aumentará aún más en los próximos años, ya que Jacques sigue plantando más árboles…
Cuatro años difíciles
El reto se superó gracias a la inagotable energía de Jacques y Alix. Pero Jacques pudo venirse abajo. En 1999, siendo un joven viticultor, Jacques quiso ganar tiempo y acelerar el final de la vendimia. Fue entonces cuando ocurrió el accidente. Su pie derecho quedó atrapado en una barrena. En el hospital, el pie se le gangrenó. Le trasladaron a Toulouse. Allí, los médicos le ofrecieron dos alternativas: reconstruirle el pie, sin garantía del resultado y con el riesgo de sufrir el resto de su vida, o amputárselo, con la promesa de colocarle una férula y volver a hacer vida normal.
"La elección era complicada. Estaba solo, me culpaba por querer ir demasiado rápido, mi autoestima se resintió, también culpaba al mundo entero, ¿por qué a mí? Afortunadamente, no estaba completamente solo. Estaba Dios, la oración y el deseo de seguir adelante".
Al final, a Jacques tuvieron que amputarle la pierna. Los cuatro primeros años fueron un calvario. Vendajes diarios, otra operación, 40 días en el hospital, un trasplante que no cuajó, complicados aparatos ortopédicos y, para colmo, el despido.
En medio de sus tribulaciones, brilla una luz inesperada: Alix, la mujer que se convertirá en su esposa. Ella recuerda vívidamente su encuentro. "Me presentaron a Jacques y me dijeron: 'Ya verás, es un buen tipo, bretón, motero, católico, pero le falta un pie'. Recuerdo que respondí: '¡Puedes quedártelo! Finalmente, tras su tercer encuentro, lo obvio se hizo evidente: 'Estaba clarísimo, sabía que era él, todos los indicadores estaban en verde, la minusvalía nunca entró en la ecuación'".
"Y cada día, incluso cuando me pone de los nervios, doy gracias a Dios por haberle conocido", confiesa Alix. Por su parte, Jacques reconoce lo mucho que le ha ayudado Alix durante su convalecencia. "Estás disminuido con un miembro que te falta, tienes miedo de cómo te miran los demás. Alix siempre me miró con cariño aunque ya no fuera normal".
Espíritu emprendedor y abandono en la Providencia
Lo que llama la atención de Jacques y Alix es la combinación de energía, trabajo duro y confianza total en Dios. Con valentía, e incluso audacia, lograron todo lo que estaba a su alcance, y dejaron el resto a la Providencia.
"Estamos muy abandonados", dice Alix. "En cuanto nos rendimos, ocurren cosas increíbles. Dios no nos deja solos".
Jacques da un ejemplo muy concreto. Mientras él buscaba desesperadamente cajas de paletas de segunda mano, en lugar de nuevas para ahorrar dinero, su mujer hacía un retiro de silencio. Al final del retiro, una jubilada le dijo a Alix que su marido se dedicaba al comercio de palés… y se cerró el trato. "Ves lo que quieres ver; pero con los ojos de la fe, ves señales increíbles de que el Señor sigue ahí", señala Jacques.
Es un estilo de vida que no resulta nada fácil cada día. La discapacidad de Jacques le obliga a ser doblemente cuidadoso, sobre todo en una escalera, y se cansa mucho por las tardes. "No tengo flexibilidad en los pies, así que me cuesta andar por terrenos irregulares", confiesa.
"Económicamente, no siempre es fácil, y me asaltan las dudas. En momentos así, recuerdo mi semana de discernimiento en Penboc'h y me digo que el Señor no puede abandonarnos en medio del vado".
La arraigada fe de Jacques y Alix se alimenta a diario de su contemplación de la naturaleza. "Trabajar en la naturaleza nos permite dar gracias todo el tiempo", dice Jacques. "Contemplas la belleza de la naturaleza y te maravillas ante ella, así que das gracias, sencillamente".