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En griego, el abandono se denomina "apostasia". Pero, ¿de qué tipo de abandono estamos hablando? La tradición cristiana ha identificado dos formas pecaminosas de abandono: el de la fe y el de los votos.
Rechazo de la fe
Un apóstata -nombre asociado- es alguien que renuncia públicamente a la fe o que abandona el estado de vida y consagración que ha elegido libremente, siendo la primera acepción la más extendida.
Así, el Catecismo de la Iglesia Católica (Can 2089) define en el capítulo dedicado al primero de los Diez Mandamientos (Adorarás al Señor tu Dios y le servirás):
"La apostasía es el rechazo total de la fe cristiana".
Pecado grave
Nadie está obligado a creer, pero la apostasía es un pecado grave, común en las sociedades occidentales contemporáneas, aunque no siempre sea consciente.
Algunas personas, sin embargo, lo han convertido en una forma de autoafirmación. La Iglesia reconoce esta libertad y, cuando así se solicita, indica la apostasía en los registros de la persona, imposibilitando la expedición de un certificado de bautismo.
Negar la fe bajo coacción
También hay casos menos inequívocos de apostasía: ¿qué pasa con alguien que renuncia públicamente a la fe bajo coacción? La película Silencio, dirigida por Martin Scorsese en 2016, tiene más de un interés.
En particular, ilustra esta delicada situación, habitual en la historia de la Iglesia cuando es perseguida.
En el Japón del siglo XVII, Kichijiro apostató varias veces pisoteando la imagen de Cristo para evitar el martirio para él y su familia, pero volvió cada vez a pedir la absolución al misionero jesuita, arrepentido de su error.
Su caso nos da qué pensar, como a todos los que abandonan la fe. ¿Cómo podemos dar mejor testimonio del amor de Cristo?