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¿De cuántas maneras se puede manifestar el demonio?

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Henry Vargas Holguín - publicado el 24/11/22 - actualizado el 12/10/23

Hay muchos demonios y actúan de diferentes maneras, pero a veces no es fácil distinguir si se trata de una manifestación demoniaca o una situación mental

Antes que todo hay que saber que una cosa es un demonio y otra muy diferente es el diablo o Satanás. En todo caso estos entes malignos actúan contra el ser humano, sea este cristiano o no. Ejercen un influjo que no es aparente, fantasioso o abstracto, sino real y concreto.

El diablo o Satanás influye desde el exterior de manera ordinaria y, a través de los demonios, de manera extraordinaria. En palabras del Catecismo (414):

“Satán o el diablo y los otros demonios son ángeles caídos por haber rechazado libremente servir a Dios y su designio. Su opción contra Dios es definitiva. Intentan asociar al hombre en su rebelión contra Dios”.

Influjos ordinarios

Estas acciones ordinarias tienen como protagonista al diablo o Satanás, son las mismas “insidias del diablo” (Ef 6, 11).

¿Cómo se sabe si se ha caído bajo las insidias del diablo? Cuando, cayendo en tentación, se va en permanente contravía a la salvación; cuando se ha pecado y se persiste en el pecado, agregando pecado tras pecado, y un pecado cada vez más grave. Estas insidias ordinarias de Satanás o del diablo suelen pasar desapercibidas y la persona no sabe que el diablo la ha manipulado.

Básicamente estos influjos son:

1No colaborar con Jesús en la construcción de su reino

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Jesús ha dicho: “El que no está conmigo, está contra mí; el que no recoge conmigo, desparrama” (Lc 11, 23).

Si se avanza por el camino donde se desparrama o no se recoge con Jesús, el diablo o Satanás ya ha trabajado en el alma de dicha persona. O estás con Jesús o estás en su contra, no hay término medio. Cae en este error quien hace girar su vida entorno a sí mismo y hace sus cosas a espaldas de Dios.

2No buscar a Dios, no depender de Él

El diablo o Satanás sigue haciendo su obra cuando debilita al cristiano quitándole el hambre de Dios, cuando le hace ignorar que hay una trascendencia, o cuando, fruto de dudar de Dios, lo despoja de las armas espirituales:

“Cuando un hombre fuerte y bien armado guarda su casa, todas sus cosas están seguras, pero si llega uno más fuerte y lo vence, le quita la armadura en que confiaba y distribuye todo lo que tenía” (Lc 11, 22).

La persona sin Dios es una persona débil, es una persona que ya ha sido sometida por el diablo. Ha llegado a la vida de la persona otro que es más fuerte y lo ha vencido quitándole las armas de que se fiaba y reparte su botín.

3No hacer las cosas bien, ni ética ni moralmente

El diablo hace de todo para que el ser humano sea generador del mal. En términos espirituales, cada vez que el ser humano realiza el mal, el diablo está detrás de dicho mal. Y no solo esto, el diablo hace creer que es la persona misma la que decide sus actos “libremente”.

4No aceptar la verdad en lo referente a Dios

Quien está de parte de la mentira, considerándola la verdad o su propia verdad, también ha sido influido por el diablo, aunque lo ignore.

5No cultivar la vida espiritual ni interesarse por la salvación

Es la desidia o pereza espiritual de quien no considera que morirá y tendrá un juicio personal.

6No creer en el infierno ni en el diablo mismo

Otra manera con la cual el diablo ha ejercido ya su influencia en la vida de alguien, aunque la persona no sea consciente, es cuando se niega su existencia.

El mayor triunfo del diablo o de Satanás es que el mundo crea que él no existe.

Influencias extraordinarias

Hay maneras diferentes en las que se puede manifestar el demonio. Estas acciones extraordinarias tienen principalmente a los demonios (o a un demonio) o a los espíritus inmundos como protagonistas, con la iniciativa del diablo o Satanás. Son acciones muy variadas que comienzan cuando la persona, por omisión o por acción, ha dejado entrar al demonio en su vida o lo ha aceptado de manera implícita.

Si una persona duda de estar bajo alguna de estas influencias, lo mejor es acudir a un sacerdote, y no hacer “autodiagnóstico”.

1Infestación

En este caso un ente demoniaco impregna la materia inerte o el mundo animal o vegetal. Las manifestaciones son varias: sombras (llámense fantasmas), ruidos materiales, olores, movimientos inexplicables de cosas, aparición extraordinaria de insectos, etcétera.

En consecuencia, la persona afectada percibe conscientemente la acción demoniaca.

2Posesión

Esta influencia, como las otras dos siguientes, afecta solo a las personas.

La posesión es la acción del demonio o de un demonio (o espíritu maligno) que ejerce un control tiránico sobre la persona que le hace hablar y moverse a su antojo. El demonio se posesiona del cuerpo y la racionalidad de la persona (nunca del alma), y dicha entidad se expresa sin el consentimiento de la víctima.

El demonio puede permanecer, a veces, oculto durante mucho tiempo y se manifiesta fuertemente cuando la persona entra en contacto con lo sagrado.

Pueden distinguirse en los posesos dos estados diferentes: el de la calma y el de la crisis. La crisis es el momento en que el demonio manifiesta su dominio despótico sobre la persona produciendo en su cuerpo una agitación febril o fuerte sacudida acompañada por gritos de rabia, blasfemias y otros hechos extraordinarios.

En esos momentos, las personas poseídas pierden toda noción de lo que pasa en ellas y con ellas. Y una vez que la víctima despierta de su trance, no recuerda absolutamente nada; no recuerdan lo que dijeron o hicieron, o más exactamente, lo que hizo el demonio por medio de ellas.

Como la liberación de la persona no siempre se da después de la primera sesión de exorcismo, hay entonces intervalos de sosiego que pueden ser prolongados.

A veces, su presencia se manifiesta de otra manera como -por ejemplo- a través de una enfermedad crónica que desconcierta a la ciencia médica.

3Obsesión

En este caso el ente demoniaco afecta a la persona sin entrar en posesión de ella.

Los exorcistas concuerdan al afirmar que no pocas veces el demonio está en el origen de problemas psíquicos; aunque también se da el caso en que el demonio se aprovecha de ciertos desórdenes o problemas mentales o psicológicos para potenciar su influjo en la persona.

¿De qué desordenes hablamos? Hablamos, por ejemplo, de pensamientos depresivos, de ansiedad, de frustración, de miedo extremo sin lógica causa , de constantes ideas desagradables o de baja autoestima, etcétera.

Estas obsesiones demoníacas son peligrosas porque las personas no se dan cuenta de la fuente. En ocasiones se buscan alternativas ajenas a Dios para darles equivocadamente la solución. Esto puede alejar aún más a la persona de la salvación, reforzar en ella la certeza de que su desdicha es irremediable y hundirla aún más en la desesperación. 

La obsesión es prácticamente la acción demoniaca con la que se atormenta a la persona psicológicamente. La persona puede llegar a ver imágenes, o escuchar sonidos insistentes que nadie más oye. Esta influencia diabólica altera la manera de percibir las cosas, y provoca en la mente imágenes blasfemas cuando, por ejemplo, la persona va a comulgar. O la visión distorsionada de imágenes sagradas.

En este caso la persona ignora la influencia del demonio pues experimenta situaciones que le hacen pensar que está demente. Al principio el intelecto sabe que esas situaciones son absurdas, pero es incapaz de rechazarlas o ahuyentarlas.

Otras veces puede experimentar arrebatos de antipatía, odio, angustia, desesperación, arranques de asesinar a alguien o suicidarse. Ahora bien, estas manifestaciones es preciso distinguirlas de un trastorno de personalidad.

4Vejación

Es la acción diabólica dirigida a agredir físicamente a la persona o a imprimirle un sufrimiento corporal. Esto les ha sucedido a varios santos. El demonio busca así sembrar desánimo y desesperanza.

El cuerpo tiene la dignidad de ser morada del Espíritu Santo. Por eso el enemigo va contra ese cuerpo, pues pretende “castigar” a la persona que busca a Dios.

El demonio puede golpear a la persona, hacerla caer, infligirle marcas físicas (como moretones y rasguños), generarle enfermedades y/o dolores inexplicables, e incluso tocamientos o actos sexuales por parte de los llamados demonios íncubos (para las mujeres) o demonios súcubos (para los hombres). Aquí la persona es consciente de que es vejada.

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