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Mucho nos quejamos de cómo está el mundo, de dónde iremos a parar como sociedad. Pero, ¿somos verdaderamente luz y bendición para el prójimo en nuestro día a día? No estoy revelando ningún secreto si os digo que la humanidad necesita que seamos santos, que es necesario que regalemos al mundo la santidad que necesita.
El Papa Francisco a través de la exhortación apostólica Gaudete et exultate nos recordaba la belleza de ser santos en cada segundo de nuestra vida y de buscar la santidad en cada circunstancia del día.
Así nos decía:
En las acciones del día a día, se pone a prueba la libertad de cada uno. Está en juego la posibilidad de amar a Dios profundamente sin por ello dejar de vivir apasionadamente cada circunstancia ordinaria. Está en juego la oportunidad de vivir intensamente desde nuestra pequeñez mientras proclamamos al mundo todo sobre Aquel que salvó nuestra alma.
Se acerca el día de los Santos y Dios nos pone en nuestra vida muchas personas de esas que viven cada segundo tratando de que se transparente en todas sus acciones él rostro de Jesús. Gente normal que vive perfumando todo de "milagros", sembrando paz y alegría allí por donde pasan. Ahí tenemos el camino de la Santidad. Ver a Dios en todo lo que nos sucede y estar siempre preparados para ser el "milagro" que Dios está preparando para alguien.
De todas las profesiones
La santidad en lo ordinario es el común denominador de muchos de los santos que hoy lucen en los altares.
Algunos como José Moscati, Gianna Beretta Molla o santa Soledad Torres Acosta dedicaron su vida a cuidar la salud del prójimo.
También tenemos grandes Santos educadores como San Juan Bosco, San Marcelino Champagnat y San Juan Bautista de la Salle, los cuales tuvieron gran influencia no solo académica sino también espiritual en niños y jóvenes.
Grandes investigadores como la beata Guadalupe Ortiz de Landázuri o el venerable Jerome Lejeune, ingenieros como el beato Pier Giorgio Frassati o el beato Alvaro del Portillo, abogados como San Ivo de Kermartin, agricultores como San Isidro, traductores como San Jerónimo, filósofas como Edith Stein y un largo etcétera de profesiones.
Todos ellos nos han demostrado que es posible amar y servir a Dios en el trabajo ordinario. Su presencia entre nosotros nos hace ver que la vida cristiana es posible con la gracia de Dios.
Como dice el Papa Francisco:
Celebremos esta fiesta por todo lo alto y pongamos el amor de Dios en todo lo que hagamos, como hicieron los santos.