El beato Carlo Gnocchi nació en San Colombano al Lambro (Italia), el 25 de octubre de 1902.
Fue un sacerdote y educador que al estallar la Segunda Guerra Mundial se alistó como capellán voluntario entre las tropas alpinas.
En enero de 1943, durante la tragedia de la retirada del contingente italiano de Rusia, se salva milagrosamente.
Regresó del frente con el corazón ardiendo de ansiedad por hacer algo por esos soldados de las tropas alpinas que habían muerto en sus brazos. Y buscó a los niños de estos militares que habían quedado huérfanos.
Fue en esta búsqueda cuando conoció al primer niño mutilado y descubrió su vocación:
“Conocí a Cristo un día bajo el gris verdoso de mis tropas alpinas, luego lo volví a ver en la forma de un niño de ocho años, sin una pierna, que corría el riesgo de ser abandonado al borde de la vida”.
El padre de los niños mutilados
Una tarde de julio de 1945 vio a una madre que cargaba entre sus brazos a su hijo sin una pierna, ensangrentado, casi exhausto.
“Te lo encomiendo, porque no sé cómo alimentarlo ni cómo curarlo“. Después de decir estas palabras, la mujer dejó al niño en el suelo y, sollozando, se alejó.
El niño empezó a llorar y, gritando el nombre de su madre, trató de caminar trabajosamente, con la única pierna que le quedaba para ir detrás de ella.
Don Gnocchi tomó al niño en sus brazos, lo besó con ternura y le dijo: “Vamos, hijo, tenemos tantas cosas que hacer y no debemos perder el tiempo”.
Así comenzó su gran obra y don Gnocchi fue denominado el “padre de los niños mutilados”.
Hoy queremos pedir por todos los niños mutilados en la guerra y por todos los niños aquejados por una enfermedad.
Lo hacemos sintiéndonos uno con ellos, con una oración del beato Carlo Gnocchi. Con ella pedimos a la Virgen ayuda afrontar el dolor, y esperanza y valor para seguir en adelante.
Oración de los niños mutilados
Postrados y juntos, oh María,
alrededor de la Imagen sagrada de Tu Inmaculada Concepción,
los niños mutilados por la guerra,
renovamos solemnemente nuestra consagración a Tu Inmaculado Corazón.Te necesitamos absolutamente, oh María,
no sólo porque todo hombre, en el dolor, invoca a su madre,
sino porque sólo Tú sabes y puedes estar cerca de la pequeña cruz de nuestro sufrimiento como permaneciste inmóvil junto a la de tu Divino Hijo,
para que nuestro sacrificio sea santo y santificante, para nosotros y para todos.Somos, oh Virgen Inmaculada, particularmente tuyos,
porque si el corazón de toda madre ama preferentemente
a los que, entre sus hijos, son los que más sufren,
Tú sabes que hemos sido llamados, desde muy temprano,
a conocer el misterio del dolor y de la sangre.Acepta, pues, oh María, el don irrevocable que te hacemos de nosotros mismos
y de todo aquello que nos es más querido en el mundo.Pero como aquí representamos a todos los niños y jóvenes
que de cualquier modo y por cualquier causa sufren
-ciegos, mutilados, inválidos, paralíticos, lisiados y enfermos–
te ofrecemos y te consagramos su precoz sacrificio
y te rogamos que lo acojas junto al nuestro, lo bendigas y lo santifiques,
por la paz y el bien de la Iglesia y del mundo.Amén
Fuente: dongnocchi.it