Para muchas el niño perfecto, con la voz perfecta, el chico ideal que enamora a más de una, pero para Dios, el Rorro es un ser sencillo, humilde y con heridas, a veces con el corazón roto y con una misión por cumplir.
Un chico lleno de esperanza que la está rompiendo en las redes sociales con su contenido innovador y con una pizca de sabor católico. El Rorro nos abrió las puertas de su casa y de su corazón, para conocerlo un poco más y nos enseñó como se le hace para vencer la vanidad y la soberbia en las redes sociales que obsesionan a todos.
--Rorro, dinos tu nombre completo y de dónde eres.
Mi nombre es Rodrigo Chávez Navarro, pero mis amigos me dicen Rorro. Y soy de una ciudad del norte de México que se llama Torreón, Coahuila: es una zona desértica, chica y tiene alrededor de un millón de habitantes y, por lo mismo, la gente es muy fraterna, familiar y a todo dar. Me gusta mucho la familia.
--Ya se ha convertido en tu marca personal pero, ¿dónde surge “El Rorro”?
Así es. Mucha gente me conoce y piensan que el nombre del Rorro es mi nombre de artista, pero en realidad nace desde que era pequeño, jugaba futbol en primaria, y la mamá de un amigo me gritaba: “¡venga Rorro!” Y así, toda la gente, incluida mi familia, me empezaron a decir Rorro. Y cuando llegué a estudiar a Monterrey y comencé a hacer videos, decidí seguir conservando el nombre para tener bien presente de dónde vengo.
¿Es parte de tu identidad?
Totalmente. Cuando estaba escribiendo mi primer libro le pregunté a mis amigos: “¿Cómo lo público? ¿Cómo Rodrigo Chávez o cómo Rorro Chávez?” Y una amiga me dijo: “El Rorro es muy informal”. Pero yo no quería ser formal, yo quería ser Rorro y siento que tengo mi estilo, que sí puedo ser formal y profesional, pero también relajado y juvenil.
¿Imaginaste que podías llegar a tener este impacto?
Nunca. Nunca me imaginé que iba a estar llegando a tantas personas. Sí tenía la espinita o la semilla de pequeño, cuando aún no existían las redes sociales, de que podía hacer cosas grandes, pero no me imaginaba este impacto.
Platícame un poco de tu contexto familiar.
Vengo de una familia numerosa. Somos cinco hermanos y yo soy el más pequeño, el pilón como decimos en México, casi un niño por error.
Mis hermanos me llevan varios años de diferencia y esto influyó bastante en mi forma de ser porque, al ser el más chico, aprendí mucho de mis hermanos mayores y todo el mundo me protegía, cuidaba y trataba bien.
Mis papás ya eran grandes y por eso creo que fueron muy experimentados conmigo, siento que me educaron con mucha libertad. Y también creo que todo esto: el amor, la educación que me dieron, los valores y los consejos de mis hermanos y cuñados, me fue formando tal cual soy.
¿Cómo te defines? ¿Cuáles son los talentos que Dios te ha dado?
Batallo en definirme. Cuando voy a una conferencia les digo que soy creador de contenido, conferencista, autor, emprendedor y, últimamente, digo que soy deportista. Pero creo que la que más puede resaltar es que me considero hijo, hijo de familia, hijo de Dios.
Hablando de los talentos, lo que sí siento que Dios me compartió o que me dio para poder utilizarlo, es la manera de sintetizar la información. Soy bueno aprendiendo y entendiendo la información para después compartirla.
También soy bueno comunicando, es un talento que he ido desarrollando cada vez mejor. Otro talento que también considero es muy de Dios, son las habilidades sociales.
Siempre fui muy bueno para hacer amigos, me llevaba bien con todo el mundo y eso, años después, rinde frutos porque ahora volteo y todos los amigos que he hecho en el camino dicen que siempre he sido a todo dar. Creo que todos los carismas vienen de Dios y lo que tenemos que hacer es seguir mejorándolos para entregárselos al mundo.
¿Crees que tu físico es parte del impacto que has tenido?
Alguna vez me dijeron que mis videos funcionaban porque tenía los ojos azules y les contesté con un video en dónde digo: “Mis videos los ven porque tengo los ojos azules, pues vamos a quitarle la cara”.
Cubrí mi rostro, narré una historia y el video llegó a millones de visitas. A lo que voy es que, no me siento más que los demás, es solo que para los estereotipos de belleza de la cultura mexicana y latinoamericana, puede ser que destaque.
No me siento más, pero si eso ayuda a que la gente escuche el mensaje que traigo, buenísimo, a utilizarlo de la mejor manera posible.
Sí hay muchas tentaciones y es algo que, desde que me pegaron los videos, me da miedo ser como un boxeador famoso que gana algunas peleas y empieza a gastar todo su dinero en vicios; por eso me refugio mucho en nuestra religión. Voy a retiros porque me reconozco débil y sé que puedo caer, además, de que puedo ir fortaleciendo mis convicciones, mis creencias, mis valores y me siento fuerte y firme. Me cuido de ser responsable con el mensaje y con la vida que quiero llevar.
¿Cómo lidias con la fama y las mujeres?
Entre más cerca estoy de Dios, más fuerte me siento. Recibo todo tipo de mensajes y no todos son tentación pero, cuando lo son, me pregunto: ¿Qué gano? ¿Quiero eso para mí vida? ¿Quiero ir por ese camino o por el de la castidad? La carne es débil, pero con oración, discernimiento y mi grupo de apoyo, regreso a la realidad.
¿Sueñas con la mujer con la que te gustaría casarte?
Siempre he sido enamoradizo. Salía con muchas chicas pero, ahorita, lo que estoy buscando con la castidad es trabajar el autodominio, la fidelidad hacia esa persona, el control de mis impulsos y enfocarme en lo que quiero. Ha sido toda una lucha y lo he ido compartiendo en mis redes sociales.
Ahorita me siento muy convencido de que entre más trabaje en mí, en ser mejor y en mi santidad, voy a estar más preparado para poderla recibir. Antes decía que no quería que fuera tan católica, pero salí con varias chavas que no lo eran y entendí que sí tenía que serlo.
Me hace sentido que, la futura mamá de mis hijos, tenga mis mismas creencias y me impulse a llegar a Dios.
¿Cuál ha sido el momento más oscuro de tu vida?
El tema que más me costaba, quizá por un desbalance químico, es el de las conferencias. El hecho de primero estar con cien, doscientas, mil personas, y que todos se acerquen a pedirte una foto y de repente llegar a tu cuarto y estar solo… esa soledad se sentía muy feo.
Sé que les pasa a muchos conferencistas, por eso digo lo del desbalance químico, porque venimos de recibir mucha oxitocina y después estamos solos. Esos momentos fueron complicados. Después asistí a un retiro del Espíritu Santo y se fueron descubriendo mis heridas. Me di cuenta que tenía una herida de rechazo y lloré mucho porque entendí que, quizás, muchas cosas las he hecho para pertenecer. Lo bonito es que, cuando ya sabes que la tienes, la puedes trabajar.
¿Con qué personaje te reconoces?
Con el cirineo, porque es alguien que va pasando por ahí; es un buen tipo al que de repente lo ponen a cargar la Cruz de un desconocido (Jesús) y puede compartir el sufrimiento con Él para después amarlo. Me reconozco mucho con él porque soy fanático de la Semana Santa, y en esta pasada Semana Santa sentí que Dios me pidió interiorizar y me fui a unos ejercicios espirituales en un retiro de silencio, un retiro que jamás había hecho y del que salí muy emocionado. Entonces, soy el cirineo que estaba distraído en otros asuntos y de repente Dios lo llamó.
¿Cómo vences la soberbia, la vanidad en las redes sociales?
Es una locura. A la fecha tengo 509 mil seguidores en Instagram, 1 millón en Facebook, 53 mil en YouTube, 112 mil en Twitter y 315 mil en TikTok. Me sé las cifras porque estoy revisando constantemente.
Yo batallo con la comparación, pero trato de ver mi propio camino y silenciar aquello con lo que me comparo. La vanidad en cambio, quieras o no, conoces sus límites cuando los cruzas.
Hace poco compartí una foto en donde salí sin camisa y tuvo muchos likes, pero me habló mi directora espiritual y me dijo: “Oye chaval, se te fue la foto”. Eso me ayuda a corregir mis errores. Pero con lo que me confieso más seguido es con la soberbia, porque muchas veces pienso que nadie más me puede enseñar y tengo que estar abierto al aprendizaje de cualquier persona, de cualquier edad. La cosa de todo esto es preguntarse: ¿cómo puedo ser mejor instrumento?