La iglesia de san Anselmo es uno de los más bellos templos de Roma de estilo neo romano, construida a fines del 1800 en la colina Aventino.
Es muy conocida por los romanos, desde que en 1962, es el punto de partida de la procesión penitencial que preside el Papa el Miércoles de Ceniza, la llamada “Statio”.
Luego el Santo Pontífice se dirige en procesión hasta la cercana basílica de Santa Sabina donde se celebra la primera misa de Cuaresma.
Por su estilo simple y de gran belleza es una de las iglesias más requeridas para la celebración de matrimonios.
Y sus misas dominicales están muy concurrida por la gente que desea meditar acompañada con la dulce melodía angelical de los cantos gregorianos, cantada por los benedictinos.
Su historia
Nace a fines del 1800, precisamente en el 1893 sobre un proyecto del abad belga Ildebrando de Hemptinne, asistido por el arquitecto Francesco Vespignani.
Fue el deseo de Papa León XIII, que anhelaba abrir un colegio para revivir los estudios católicos, y lo confió a la orden de san Benito, quienes decidieron dedicar iglesia y seminario al santo de Canterbury, Anselmo.
Así nace también casi paralelamente el seminario internacional benedictino, el Pontificio Ateneo San Anselmo.
Su estructura
La Iglesia está construida sobre los restos de una rica Domus romana del siglo II-III d. C, como lo atestigua un hermoso mosaico visible en el monasterio representando “Escenas del mito de Orfeo”.
Un cuadripórtico, nos hace de antesala, primero a un delicioso cortil, donde en el centro se encontraba una pequeña fuente flanqueada por la estatua de bronce de San Anselmo, estatua todavía visible, realizada por el escultor suizo Alberto Wider of Widnau.
El interior tiene tres naves, dividida entre ellas por columnas de granito, con un techo de madera, bastante característico en los monasterios y su ábside es decorado por un hermoso mosaico, donde viene representada la Cruz y los santos Benito y Anselmo.
Un lugar de paz, estudio y oración
Apenas pasas el portón de entrada, te encuentras con un hermoso jardín, un bar y un negocio de productos típicos elaborados por los monjes.
Un lugar que trasmite tanta paz y tranquilidad, quizás por eso fue elegido por el Dalai Lama, cuando este visitó Roma.
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