En la actualidad, Magda Hollander-Lafon sabe lo preciosa que es su vida. Pero tardó tiempo en aceptar su valía y en despertar de la larga pesadilla que vivió desde su infancia en Hungría.
Es una superviviente de la deportación y de los campos de trabajo del Holocausto, seguidos de una lenta recuperación. Hoy, esta radiante mujer de 93 años continúa transmitiendo el fuego que hace latir su corazón: “Cuando es por amor, puedes hacer lo imposible”.
Nacida en 1927 en Záhony, Hungría, Magda Hollander fue una de los 437.403 judíos húngaros deportados en la primavera de 1944. Tenía 16 años cuando, tras su llegada a Auschwitz-Birkenau, una voz susurró en su oído: “Tienes 18 años”. Y así escapó a la cámara de gas, aunque nunca volvió a ver a su madre y a su hermana. Magda sufrió hambre, abusos, trabajos forzados e “indiferencia en todo su horror”.
“Acepté la idea de que iba a morir”, dice Magda. Su vitalidad y una imaginación desbordante le permitieron encontrar una forma de vivir. Magda quería “regresar de este otro lugar. Mantenerme en pie”.
Durante el invierno de 1945, tuvo que caminar decenas de kilómetros en las montañas heladas para unirse a otros trabajadores forzados que participaban una y otra vez en los empeños bélicos alemanes. En abril de 1945, con otros cuatro prisioneros, Magda logró salir de la línea durante un convoy y se ocultó en un bosque.
Unos soldados estadounidenses los encontraron y los confiaron a los cuidados de unos granjeros. Les esperaba un lento regreso a la realidad, pero rodeados de miradas y rostros de amistad.
Magda Hollander-Lafon, superviviente del Holocausto, estudió para convertirse en psicóloga infantil, aprendió francés, se hizo cristiana y empezó una familia, “una fuente de creación y recreación que nunca termina”.
Magda vive en Rennes, Francia, y se ha reunido con miles de jóvenes a lo largo de los años a los que siempre ha dicho lo mismo, con gran sensibilidad: “Hacedme preguntas”. Magda desea llegar a las generaciones jóvenes allá donde estén, sin agobiarlas, más bien ayudándolas a crecer en confianza y responsabilidad. Les dice: “Somos agentes de nuestra propia vida, responsables de nuestro mañana”.
Esta mujer con una mirada penetrante invita a todas las personas a descubrir su propia fortaleza vital y tiene un trato atento y compasivo hacia quienes tienen la suerte de estar cerca de ella. Está muy conmovida por la pandemia que azota al mundo, así que renueva su llamamiento a un contagio de amor y de solidaridad. Nos anima diciéndonos: “Una mirada y una sonrisa pueden ser suficientes para restaurar la vida”.
Un día, en uno de los campos de concentración, una mujer exhausta y demacrada le ofreció cuatro mendrugos de pan mohoso y le dijo unas pocas palabras que le dieron un vuelco a su vida: “Eres joven, debes vivir”. El sacrificio de la mujer cambió la vida de Magda.
Magda Hollander-Lafon, en tanto que superviviente del Holocausto, escribió un libro repleto de una profunda alegría: Cuatro mendrugos de pan, que se publicó originalmente en francés en 2012 (y del que existe una versión traducida al español en 2017), cuenta fragmentos de su historia, su camino como joven rota y la esperanza que le ayuda a seguir adelante. La fe de Magda se convierte en una alabanza a cada día: