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Cómo conseguir amar desinteresadamente

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Cristina Conti | Shutterstock

Carlos Padilla Esteban - publicado el 11/10/21

La vida eterna es un don de Dios, no el pago por mi esfuerzo y generosidad

En ocasiones no basta con cumplir, con obedecer, con no pasarme de los límites marcados para tocar el cielo.

No basta con hacer las cosas bien, con no pecar. Hay momentos en los que esa no es la pregunta.

El joven rico del Evangelio sentía que hacer todo bien no era suficiente para ser feliz.

No le llenaba el alma cumplir todo lo que Dios había prescrito para los hombres. Él necesitaba dejar atrás algo más.

Desde pequeño había cumplido todos los preceptos de su religión judía. Pero estaba infeliz, insatisfecho.

Y por eso pide más, quiere más. Siente que hacer lo de siempre no es bastante. Cumple los mínimos pero él tiene algo en el alma que le deja intranquilo.

Cuando ves lo mejor, lo bueno ya no interesa

Vive inquieto buscando respuestas y ha visto a Jesús por los caminos.

Quizás ha sido curado de algo por Él. O simplemente sus Palabras llenas de vida han tocado su corazón necesitado.

En la vida es así, cuando veo algo grande ya no puedo conformarme con una vida pequeña, llena de mínimos y mediocridad.

Y Jesús lo mira conmovido. ¿Qué daría yo por sentir esa mirada cada día?

Jesús se conmueve ante la inocencia de ese joven, ante ese corazón que busca la santidad, la plenitud.

La extraordinaria oferta de Jesús

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Y entonces, no a todos, pero sí a él, sí a algunos, Jesús les pide dejarlo todo atrás para seguir sus pasos. El seguimiento radical es difícil y Jesús lo sabe:

“¡Qué difícil les va a ser a los ricos entrar en el reino de Dios! ¡Qué difícil les es entrar en el reino de Dios a los que ponen su confianza en el dinero! Más fácil le es a un camello pasar por el ojo de una aguja, que a un rico entrar en el reino de Dios”.

El joven rico no puede dejarlo todo porque tiene mucho. Es muy rico y unas cadenas férreas lo sujetan a su vida de ahora. Y los discípulos se preguntan cómo es posible la salvación:

“Entonces, ¿quién puede salvarse? Jesús se les quedó mirando. y les dijo: – Es imposible para los hombres, no para Dios. Dios lo puede todo”.

Renunciar cuesta

Dejarlo todo es imposible para el alma que ama el mundo.

Así lo sentía el joven que buscaba a Dios. Dejar la vida que lleva supondría hacer muchos cambios y él no puede.

Quizás buscaba respuestas más sencillas o simplemente unas recetas que le allanasen el camino y le mostrasen la ruta a seguir. Pero dejarlo todo es mucho.

Entonces, ¿quién puede heredar la vida eterna? Es imposible para los hombres pero no para Dios.

Dios puede hacer posible que renuncie a todo por amor. Puede hacerlo Él y la vida eterna es un don suyo, no el pago por mi esfuerzo y generosidad, eso ya me queda claro.

La libertad vale más

Pero la verdad es que muchos discípulos habían dejado atrás su familia, sus redes, o su barca por seguir sus pasos:

“Ya ves que nosotros lo hemos dejado todo y te hemos seguido”.

Dejaron atrás otros planes y proyectos y amaron a Jesús siguiendo su camino. ¿No eran tan ricos como el joven rico?

Quizás en el joven rico había demasiado apego a la vida que llevaba, puede que a su comodidad y estabilidad.

Y su corazón estaba demasiado atado y no se sentía libre para abandonarlo todo y confiar.

El camino a un amor desinteresado

Tenía muchos ideales y al mismo tiempo lo ataban demasiadas seguridades. Es difícil liberar el corazón atado. Comenta el padre José Kentenich:

“Deben esperar sabe Dios cuánto tiempo para conducir a una persona joven hacia esa altura del amor desinteresado”.

Idealismo y ataduras. No es fácil educar en un amor generoso y desinteresado. Un amor que no se busque a sí mismo.

Los discípulos renunciaron a sus propios planes para hacer propios los planes de su amigo Jesús, de su Maestro.

Son capaces de un amor inmenso. Lo dejan todo porque sienten, cuando son llamados, que no les basta con cumplir las normas.

Con dificultades pero la mejor recompensa

Por eso se ponen en camino siguiendo sus pasos. Saben que sin Jesús no pueden vivir y por eso lo siguen. No piensan en la recompensa y Jesús se los deja claro:

“Os aseguro que quien deje casa, o hermanos o hermanas, o madre o padre, o hijos o tierras, por mí y por el Evangelio, recibirá ahora, en este tiempo, cien veces más casas y hermanos y hermanas y madres e hijos y tierras, con persecuciones, y en la edad futura, vida eterna”.

Marcos 10, 17

A los que lo han dejado todo les promete el cielo, la felicidad, la abundancia. Y también persecuciones y cruz.

Así les va a sus amigos, sufren el dolor. Pero al final el cielo y la abundancia en la tierra, ahora. Porque vivirán sin ataduras, sin presiones, con libertad.

Me gusta esa mirada de Jesús hoy sobre mí pidiéndome lo mismo que al joven rico.

Y yo, como él, me siento inquieto y rico. Necesitado de cambios y apegado a la estabilidad.

No quiero soltar nada por miedo a perderlo todo. Quiero la felicidad aquí y en el cielo. No estoy dispuesto a renunciar a nada.

Le pido a Dios que rompa mis cadenas y me libere. Quiero decirle que lo seguiré a donde vaya.

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