Desde el comienzo de la pandemia, Brasil se ha posicionado como uno de los países más afectados a nivel mundial. Se trató del primer territorio de América Latina en el que se declaró oficialmente su arrbo un 26 de febrero de 2020 (curiosamente coincidente con en el inicio de la Cuaresma un Miércoles de Ceniza).
Desde ese momento, a pesar de que la situación actual gracias al avance de la vacunación ha sido más auspiciosa, el sufrimiento no ha cedido.
En las últimas horas, este 8 de octubre, Brasil confirmó que superó los 600.000 fallecidos por coronavirus. Una cifra simbólica, pero dura. Un número que llama la atención de la prensa, que se transforma en noticia, y que no hace otra cosa más que volver a pensar y rezar por las víctimas.
Pero este nuevo número de fallecidos por coronavirus surge en un mes más que especial para el gigante sudamericano: octubre, un tiempo asociado a la patrona de Brasil, Nuestra Señora de Aparecida.
Es a ella a quien una vez más vale la pena dirigir la mirada y rezar por las víctimas de esta pandemia. Junto a ellos también a las familias, amigos y tantas situaciones de dolor alrededor de una crisis sanitaria que ha roto los esquemas en el mundo entero.
Sí, es cierto, los datos de la pandemia en varios países de América Latina han mejorado con respecto a los primeros meses de 2021, donde el crecimiento de las cifras no cesaba. Hoy el continente vive otro momento, pero no por ello menos preocupante en cuanto a la situación de tantas personas que aún no pueden acceder a las vacunas. También a aquellos que todavía no pueden volver a estudiar con normalidad o incluso conseguir un trabajo.
Por todos ellos, se esté donde se esté, volver a contemplar la imagen de Nuestra Señora de Aparecida, famosa advocación de América Latina cuya fiesta central es este 12 de octubre. La madre de todos, la misma que nunca abandona a sus hijos en los momentos más difíciles.
«Querida Madre Nuestra Señora Aparecida, tú que nos amas y nos guías todos los días. Tú que eres la más bella de las Madres a quien amo con todo mi corazón, te pido una vez más que me ayudes a alcanzar una gracia. Sé que me ayudarás y sé que siempre me acompañarás hasta la hora de mi muerte.»
Consagración a Nuestra Señora de Aparecida aquí.