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A varias decenas de kilómetros de Damasco, en Siria, el pueblo montañoso de Malula es un pequeño paraíso. Repleto de iglesias y monasterios, alberga también numerosas cuevas trogloditas, célebres refugios de los primeros cristianos. Sin embargo, lo que hace de Malula un lugar excepcional es, sobre todo, que sus habitantes hablan, aún hoy en día, el arameo, la lengua de Cristo.
Abandonado tras los violentos ataques yihadistas desde 2013 —que dañaron, saquearon y quemaron múltiples casas e iglesias—, el pueblo vio cómo huían sus habitantes para buscar refugio en Damasco o en otras regiones del país.
Un año más tarde, el pueblo pudo ser recuperado por las fuerzas armadas de Damasco y, a partir de abril de 2014, la asociación SOS Cristianos de Oriente pudo enviar voluntarios para ayudar en la reconstrucción. En la actualidad, los trabajos no han terminado del todo, pero los habitantes están encantados de poder recibir de nuevo a los peregrinos este verano. Esperan terminar las restauraciones antes del 15 de agosto para la fiesta de la Asunción.
Antes de la guerra, la escarpada aldea estaba repleta de miles de fieles y turistas que venían a visitar varios monumentos emblemáticos. En particular el monasterio greco-ortodoxo de Mar-Takla, construido en torno a la tumba de santa Tecla, discípula de san Pablo e hija de una rica familia pagana de Turquía.
Fue en las cuevas trogloditas donde la joven discípula terminaría su vida después de huir de su familia. La leyenda cuenta que la montaña se agrietó para ofrecerle cobijo. Más lejos, se divisa el monasterio dedicado a los santos Sergio y Baco, oficiales romanos del siglo IV muertos en martirio.
Con el regreso de los peregrinos, los habitantes, por desgracia de un número más reducido que antes de la guerra, esperan devolver a Malula a su esplendor de antaño. Pero también, y sobre todo, devolverle su espiritualidad milenaria para que perdure para siempre la llama de los primeros cristianos.