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La historia del “Chiquilín de Bachín”

CHIQUILIN DE BACHIN

A. Berni | A. D'Amico | Public domain

Martín Susnik - publicado el 17/07/21

Detrás de la hermosa canción de Piazzolla y Ferrer: Un poquito de ternura y compasión ante la infancia herida

El Papa Francisco suele alentarnos a imitar el “estilo de Dios” para vivir la cercanía, la compasión y la ternura.

“Hemos dicho las tres palabras que son precisamente el estilo de Dios: cercanía -Dios se acerca- compasión y ternura. Este es el estilo de Dios y este debe ser su estilo. Cercanía, compasión y ternura”, invitó el Papa hace algunos meses. Y damos por sentado que su invitación se extiende no sólo a los fieles católicos, sino a todos los hombres de buena voluntad.

Es además maravilloso cuando esa actitud en la que nos ponemos al servicio del otro sirve también como ocasión para una bella obra de arte. El bien siempre engendra belleza, por cierto, pero en algunas oportunidades esa belleza se materializa de modo especial.

Algo de eso parece haber ocurrido con la canción tanguera “Chiquilín de Bachín” con música de Astor Piazzolla –cuyo centenario se celebró en 2021– y letra de Horacio Ferrer. Se trata de una pieza en ritmo de vals en la que se describe a un niño (chiquilín) que vende flores en la noche de Buenos Aires. “Bachín” era en efecto un bodegón en pleno centro porteño que era visitado a altas horas por varios artistas cuando terminaban sus funciones.

“Por las noches, cara sucia de angelito con bluyín, vende rosas en las mesas del boliche de Bachín. Si la luna brilla sobre la parrilla, come luna y pan de hollín. Cada día en su tristeza que no quiere amanecer, lo madruga un seis de enero con la estrella del revés, y tres reyes gatos roban sus zapatos, uno izquierdo y el otro ¡también!

Chiquilín, dame un ramo de voz, así salgo a vender mis vergüenzas en flor,
baleame con tres rosas que duelan a cuenta del hambre que no te entendí, Chiquilín.

Cuando el sol pone a los pibes delantales de aprender, él aprende cuánto cero le quedaba por saber. Y a su madre mira, yira que te yira, pero no la quiere ver. Cada día, en la basura, con un pan y un tallarín, se fabrica un barrilete para irse ¡y sigue aquí! Es un hombre extraño, niño de mil años, que por dentro le enreda el piolín.

Chiquilín, dame un ramo de voz, así salgo a vender mis vergüenzas en flor. Baleame con tres rosas que duelan a cuenta del hambre que no te entendí, Chiquilín.”

La obra transmite profunda compasión por la situación indigente del niño, tanto en su música como en su letra, lo cual no es raro pues tanto la música de Piazzolla como los versos de Ferrer supieron tener siempre una importante carga emotiva magistralmente combinada con belleza.

Originalmente fue editada como lado B de un simple de 1969, en cuyo lado A se encontraba la célebre “Balada para un loco” de los mismos autores y bajo la interpretación de Amelita Baltar. Poco después la grabaría también Roberto “el Polaco” Goyeneche, a quien la canción quedaría íntimamente asociada.

Compartimos aquí la versión en vivo del “Polaco” en el concierto del Astor Piazzolla y su Quinteto (Teatro Regina, Buenos Aires, 1982):

Lo que muchos desconocen es la historia real detrás de la canción. Ese “chiquilín” tiene nombre y apellido. Se trata de Pablo -Pablito- Alberto González, que así narra su historia:

“Empecé abriendo puertas de taxis a cambio de propina y luego salimos a vender flores por los restaurantes. Mamá me acompañaba y después de acostarme hacía la limpieza en algunos bares. Al tiempo, fuimos subiendo por (la calle) Corrientes, hacia Callao. Había muchos restaurantes para la gente que salía de los teatros. (…) Caíamos a eso de las once, ofreciendo rosas, pensamientos, violetas… Pero sobre todo, ramitos de tres rosas.”

“Me sentaba a ver y a escuchar a Astor y a Horacio, que, de golpe, se ponía a componer temas en los manteles de papel de las mesas… Los conocí en 1968, cuando tenía 9 años. A Astor, como viajaba por todo el mundo, no lo veía tan seguido; pero a Horacio sí. Con el tiempo fue como el padre que no tuve. Al salir a la venta Chiquilín de Bachín, Horacio cayó a la pieza de la pensión con tortas y bebidas para toda mi familia. Y cuando lo estrenó en el teatro Regina, también nos invitaron. ¡El público se paró para aplaudirme!”

Cuando Pablo ya era adolescente, y tras la muerte de su padrastro y la enfermedad de su madre, Horacio Ferrer le consiguió trabajo como tiracables en Canal 7, además de aconsejarlo, cuidarlo y también retarlo si hiciera falta.

“Cuando senté cabeza y me casé en 1984, él fue padrino de mi boda. Te repito, Horacio fue como mi padre” cuenta Pablo, sobre Ferrer, quien no sólo escribió una bellísima letra inspirada por su persona, acompañada con la siempre magistral música de Piazzolla, sino que además supo encarnar la compasión, la cercanía y la ternura.

Versión contemporánea (jazz fussion) a cargo de Elena Roger y el sextero Escalandrum (con Daniel Piazzolla, nieto de Astor, a la batería)

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