Los sueños, metas, experiencias de la juventud marcan, a menudo, las decisiones que cambiarán o definirán, en varios aspectos, lo que será de nuestra vida en la adultez.
El encuentro con Jesús nos transforma, y cuando este nos sucede en la juventud, definitivamente, influye en lo que sigue para nosotros.
Varios de los personajes presentes en las Sagradas Escrituras, en los que nos podemos inspirar, conocieron a Jesús cuando eran jóvenes, y este encuentro cambió sus vidas para siempre.
José de Egipto
Su historia es una de las más inspiradoras de la Biblia. Aun siendo joven (a los 17 años) tuvo que pasar por grandes pruebas y sufrimientos: el desprecio de sus hermanos, el exilio, el olvido y la soledad.
Pero, como es frecuente, Dios se vale de la oscuridad para hacer grandes obras: hizo de José un hombre fuerte, compasivo, justo y generoso.
La búsqueda de su identidad, el perdón ofrecido a sus hermanos y la memoria de su Padre, son experiencias con las que cualquiera de nosotros puede identificarse.
Y nos hacen caer en la cuenta de que Dios siempre cumple sus promesas y transforma los corazones de los que se mantienen unidos a Él.
“Yo soy José, su hermano, el que ustedes vendieron a los egipcios. Pero no se apenen ni les pese por haberme vendido, porque Dios me ha enviado aquí delante de ustedes para salvarles la vida”.
Gen 45, 4-5
Samuel
Meditar en la actitud de Samuel siendo un joven dispuesto nos ha sacado más de una vez del sueño y la comodidad en nuestra vida.
Con su “Habla Señor que tu siervo escucha” (Samuel 3, 10) nos enseña, que, aun siendo pequeños, podemos ser maduros, felices y libres en la medida en que nos mantenemos disponibles la Señor, sea lo que sea lo que Él nos pida.
Rut
Rut, cuyo nombre significa “compañera”, fue una joven moabita que regresó con su suegra Nohemí, a Belén para hacerse cargo de ella.
No tenía por qué hacerlo pues no era su obligación. Dejó su tierra, su religión y abrazó el pueblo y la fe de Nohemí.
Se casó luego con Booz y su hijo primogénito, Obed, fue padre de Isaí y abuelo del Rey David.
La historia de Rut es sin duda una de las historias más bellas del Antiguo Testamento.
Rut, aunque era muy joven, es para nosotros modelo de mujer fiel, noble y llena de coraje. La fidelidad y fortaleza de Rut son comparadas con las de María.
“No insistas en que te abandone y me separe de ti, porque donde tú vayas, yo iré, donde habites, habitaré. Tu pueblo será mi pueblo y tu Dios será mi Dios”.
Rut 1, 16
David
La historia de David nos muestra cómo desde la inexperiencia y fragilidad, Dios nos hace expertos y fuertes.
Su obra se realiza en David porque Él lo quiere y David se dispone, se deja encontrar y responde con valentía:
“Quienes tienen como meta de su vida títulos, cargos, honores, brillos, ya pueden descansar una vez que los consiguieron; mas el que tiene como meta la de realizar su alma, siempre hallará nuevos caminos abiertos por delante, nunca sabrá dónde acaba su camino, porque cada día se hará más apasionante, más alto, más hermoso.
“¿Quién puede calcular -decía el mismo Wilde- la órbita de nuestra alma?”.
Nada hay más ancho y fecundo que el alma de un hombre, esa alma que puede ser atontada por la morfina de las vanidades, pero que, si es verdadera, jamás se saciará con la paja de los establos brillantes del mundo.
Cuando David pastoreaba en el campo los rebaños de su padre, ¿sabía acaso que llevaba ya un alma de rey?
¡Dios mío, y cuántos muchachos llevarán por nuestras calles almas de rey y no lograrán enterarse nunca de ello!
¡Cuántos se pasarán la vida braceando por escalar puestos sin antes haberse escalado a sí mismos!
¡Cuántos perderán su alegría y la pureza de sus almas por conquistar una careta, para luego pagar el amargo precio de tenerse que pasar la vida viviendo con ella puesta!”.
Martín Descalzo
Mateo
Un joven publicano insatisfecho y buscador, que se había acomodado a las riquezas y facilidades de este mundo, al que Jesús, solo con mirarlo, le revela el vacío de su alma.
Bastó que Mateo viera al Señor para que dejara todo y lo siguiera.
“Jesús, al irse de allí, vio a un hombre llamado Mateo en su puesto de cobrador de impuestos, y le dijo: «Sígueme.» Mateo se levantó y lo siguió”.
Mateo 9, 9
Ojalá todos, como Mateo, podamos ver a Jesús que se cruza con nosotros en el camino y nos llama por nuestro nombre. En nuestra juventud o adultez el encuentro con Jesús nos cambia la vida.