Con muy poca diferencia de tiempo, dos templos católicos fueron consumidos, intencionalmente, por las llamas el pasado sábado 26 de junio en territorios indígenas de la Columbia Británica, en Canadá.
Se trata de los templos de Santa Ana y de Chopaka al oeste de Canadá, reducidos a cenizas; al igual que lo habían sido otros dos templos –en Penticton y Oliver—el pasado 21 de junio.
Sin que hasta el momento hayan sido presentados sospechosos de haber provocado los incendios, el móvil fue, seguramente, “una represalia” por el hallazgo de cerca de mil tumbas sin identificar, de niños indígenas cercanos a internados gestionados por la Iglesia católica.
A un total de 139 internados fueron enviados a la fuerza cerca de 150.000 niños indígenas inuit y mestizos desde 1883 hasta 1997.
Cerca de 4.000 murieron, según el resultado de una investigación de una Comisión de la Verdad y la Reconciliación. Esta concluyó que Canadá había cometido un “genocidio cultural”.
Los niños fueron separados de sus familias por el gobierno de la Columbia Británica, con la intención de integrarlos a la vida de la civilización europea instalada por los colonizadores ingleses. Muchos sufrieron malos tratos y desatención, y nunca volvieron con sus familias.
Hasta ahora han sido descubiertas 215 tumbas en el área del internado de Kamloops; y otras 751 en el Internado Indígena Marieval, que funcionó de 1899 a 1997.
En este lugar se encuentra ahora la nación indígena Cowessess, unos 135 kilómetros al este de Regina, la capital de Saskatchewan.
El primer ministro de Canadá, Justin Trudeau, reconoció los “terribles errores” que Canadá ha cometido en su “política de asimilación forzosa” de los pueblos indígenas. Y pidió disculpas a la Asamblea de las Primeras Naciones que agrupa en la actualidad a cerca de 900.000 indígenas.
Trudeau ha insistido, también, en que el Vaticano pida disculpas por la gestión de estos internados. A esto el Papa Francisco respondió aludiendo que este “triste descubrimiento aumenta nuestra conciencia del dolor y el sufrimiento del pasado”. Al tiempo que estableció el compromiso humilde de la Iglesia para alcanzar “un camino de reconciliación y sanación”.
De las 139 instituciones subvencionadas por el gobierno canadiense, 70 por ciento pertenecían a la Iglesia católica; el resto eran organizaciones de las iglesias anglicanas, presbiterianas y de la Iglesia Unida de Canadá.
El arzobispo de Regina, monseñor Don Bolen, publicó una carta dirigida al jefe Cadmus Delorme y a los habitantes de la Primera Nacion Cowessess. En ella reconoce que el funcionamiento de la Escuela Residencial Marieval “dejó a muchas personas profundamente heridas por diversos tipos de abusos”.
Monseñor Bolen recordó que hace dos años, en el Día de las Flores, ya se había disculpado “por los fracasos y pecados de los líderes de la Iglesia en el pasado hacia la gente de Cowessess.
Pero también señaló que la carga del pasado “todavía está con nosotros, y la verdad de ese pasado debe salir a la luz, por dolorosa que sea, ya que solo la verdad puede conducir a la reconciliación”.
Lo mismo hicieron en otra misiva firmada por los obispos de la región de Saskatchewan. En ella le dicen al jefe Cadmus Delorme que “la reconciliación solo pueden llegar después del arduo trabajo de escuchar la verdad, un espíritu de arrepentimiento, actos concretos de justicia y trabajar con usted para traer transformación y curación”
El papa Francisco había marcado la línea cuando pidió “que todos nos alejemos del modelo colonizador y también de las colonizaciones ideológicas de hoy, y para que caminemos juntos en el diálogo, el respeto mutuo y el reconocimiento de los derechos y valores culturales de todas las hijas e hijos de Canadá”.