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¿Quién no ha rezado alguna vez a san Antonio? Es cierto que, en general, acudimos a este maravilloso santo para encontrar objetos olvidados o extraviados, como el teléfono celular o algunas pertenencias.
De hecho, este monje franciscano del siglo XIII -comúnmente representado sosteniendo al niño Jesús o una Biblia en sus brazos- es bastante venerado en el mundo entero.
Y, aunque tiene capacidades divinas para encontrar cosas perdidas, sería una lástima limitar su patronaje solo a esta cualidad, pues esta figura de santidad innegable tiene mucho más que enseñarnos.
Dentro de pocos días, el 13 de junio, la Iglesia celebrará la fiesta de san Antonio de Padua. Y esta es una excelente oportunidad para redescubrir su vida y espiritualidad.
Por ejemplo a través de nueve días de oración en línea que nos proponen los franciscanos conventuales de Colombia.
Gracias a ellos, el santo de los objetos perdidos, venerado en todo el mundo, dejará de ser un extraño para nosotros.
De hecho, quizá existan algunos datos curiosos que aún no conoces sobre él.
Por ejemplo, ¿sabías que San Antonio fue uno de los predicadores más importantes del siglo XIII?
¿Habías escuchado decir que este joven fraile franciscano viajó por todo el suroeste de Francia para enseñar y transmitir su amor por el Evangelio? O incluso, ¿sabías que fue canonizado en menos de un año?
Es importante saber que, “a los 30 años, san Antonio atraía a las multitudes”, declara Emilie Rey, de la comunidad franciscana.
Por tal razón, este hecho nos da el primer indicio de que san Antonio de Padua era un santo cercano a Dios y al pueblo, una figura de santidad al alcance de todos y un modelo a seguir.
Sin embargo, sus inicios no fueron tan despampanantes: cuando san Antonio integró la comunidad de los franciscanos, no le prestaron mucha atención.
Según la tradición, estaba pelando papas en el monasterio de Montepaolo cuando fueron a buscarlo para sustituir al predicador.
¡Ese día todos se quedaron sorprendidos al oírle hablar!
Tenía una gran facilidad para citar la Biblia, empleaba imágenes y símbolos al predicar, usaba un vocabulario sencillo y sus palabras mostraban un gran entusiasmo... ¡Era imposible no escucharle!
Además, sus superiores también estaban sorprendidos de sus capacidades, por lo que, incluso el propio san Francisco de Asís consideró pertinente enviarlo a predicar por los caminos de Francia e Italia.
Todo esto sucedió cuando san Antonio no llegaba aún ni a 30 años. Dicho de este modo, ¿no crees que sería provechoso que nosotros también escuchemos esta palabra fresca y llena de entusiasmo?
Por otro lado, san Antonio, el iniciador de la predicación cuaresmal, nos mostró el ejemplo de lo que significa evangelizar sin cesar.
Este gran siervo de Dios, que conocía muy bien las Sagradas Escrituras, al haber meditado en ellas durante noches enteras, logró tocar muchos corazones.
De hecho, incluso hoy, Emilie Rey reconoce que san Antonio la inspiró a “abrir la Biblia todos los días y a mirar el Evangelio de otra manera, pues, san Antonio nos da pautas de lectura, a veces muy poéticas, sin imponer su propia visión o concepción del Evangelio”.
Si quieres descubrir este fervor inusual, los franciscanos de Bogotá comparten extractos de sus expresiones, meditaciones e intenciones de oración en esta comunidad de oración que ha sido consagrada especialmente a él.
Puede ser que creamos saberlo todo sobre san Antonio, pero en realidad, ¡él aún tiene muchas cosas que enseñarnos!
De hecho, este gran hombre de Dios encontró su fuerza en la oración, en la meditación del Evangelio y en la soledad que vivió en las grutas de Brive (Francia), las cuales hasta el día de hoy acogen a los peregrinos deseosos de tener una intimidad con Dios.
Ya sabes, ¡cuando busques las pequeñas cosas que se te han extraviado, encontrarás en san Antonio la coherencia de una vida rendida a Dios!
Por Anne-Catherine Jova