¿Te gustaría comprobar algún día que has llevado a cabo los objetivos que te habías planteado para la familia? Aquí tienes algunas soluciones
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¿Quieres que tus objetivos se cumplan? No es fácil, y menos en pandemia. Pero a veces es cuestión de ordenar un poco la mente, aclarar qué propósitos son los más importantes y adecuados para este momento en que vivimos… y ser realistas. Así convertiremos los deseos en realidades (al menos en la medida de lo posible).
Hacer que los deseos se hagan realidad produce satisfacción. Santo Tomás de Aquino define la alegría como la pasión suscitada por un bien presente. De modo que ver realizados nuestros propósitos nos hace estar más contentos y forma parte de la alegría completa.
¿Cómo hacer para que mis deseos pasen a realidades?
Haz cultura de familia como si fuera cultura de empresa.
Según Mariángeles Nogueras, autora de “Mi familia… mi mejor empresa”, la familia puede tomar muchos modelos del entorno empresarial. En una empresa hay una serie de hábitos que vienen haciéndose desde hace tiempo y que la ponen en práctica todos los miembros. La cultura de empresa vive una serie de costumbres que todos conocen y comparten. Al mismo tiempo, se modifica cuando detectan que algo ya no tiene sentido o ha quedado obsoleto.
Es la forma de trabajar juntos en la familia, de organizarse y de proponer metas juntos.
Elige lo que os conviene.
Sin miedo a perder la libertad, sino todo lo contrario, aportando la libertad a la mejor decisión del momento. Por ejemplo, la salud de un hijo o de uno de los padres puede hacer que lo mejor sea cambiar de casa o de ciudad. Y lo mismo en temas económicos: si la pandemia ha cambiado nuestra situación, mueve ficha, haz números y sin miedo ajústate a tus posibilidades reales.
No hay que dramatizar.
Es posible que haya días o épocas más fatigosos, por la carga laboral o por una situación familiar. En ese caso, puedes ver la botella medio vacía o medio llena. Tómalo como un reto en positivo, algo que te hará crecer como persona y os puede ayudar a ser una familia más cohesionada y con un amor más perfecto.
Apertura al cambio.
De entrada, los cambios nos asustan. Todos somos “conservadores” bajo este punto de vista. Esto se debe a un cierto instinto de conservación, que nos anima a preservar lo que ya tenemos y nos protege ante lo desconocido. Sin embargo, los cambios pueden aportarnos mucho bien: es cuestión de conocerlos, estudiarlos y decidir si nos ayudan en nuestro camino como familia.
Establece prioridades.
Define qué es lo que va primero en los deseos para ti y tu familia.
Para ayudarte, puedes distinguir cada asunto en:
- urgente e importante.
- urgente pero no importante.
- importante pero no urgente.
- ni importante ni urgente.
Esta clasificación te ayudará a reflexionar sobre tus deseos y ver cuáles son realmente los que quieres alcanzar en un plazo determinado, con visión prudente y realista.
Estudia los agujeros negros.
Pregúntate: ¿Cuáles son aquellos deseos que siempre se quedan por hacer y por qué? ¿Qué ocurre cuando esos deseos quedan sin realizar? Así podrás calibrar si realmente son importantes en tu vida y en la de tu familia, o sencillamente es mejor prescindir de ellos porque son: un capricho, un lujo que no nos podemos (o debemos) permitir, una frivolidad…
Vale la pena que valores si en esos deseos hay alguien que queda excluido. Esto nos ayudará a pensar más en la familia al completo y vencer el egoísmo.
Siempre hay que tener deseos
No te desanimes si ves que llevas años comprobando que algunos deseos no se hacen realidad. Soñar nos hace sentir vivos, llenarnos de ilusión que es motor de vida. Alimenta la esperanza de un cristiano y al mismo tiempo es compatible con comprobar que no controlamos nuestras vidas al cien por cien. Podemos, aun en las peores circunstancias, ser dueños de nuestra actitud y de nuestra libertad para ir orientando la trayectoria en la familia.
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