La música de inspiración católica ha cobrado nueva fuerza en nuestros tiempos, conquistando espacios impensados y tocando corazones. Sin embargo, en medio de esta renovación, no debemos olvidar las oraciones cantadas que han acompañado a generaciones de fieles. Una de ellas es Alma de Cristo, una plegaria de profundo significado espiritual que merece volver a escucharse en nuestras iglesias y corazones.
Cantar es orar dos veces
De un tiempo a esta parte, tenemos la enorme suerte de que la música de inspiración católica se ha triplicado, modernizado y ha llegado a sonar en discotecas, llenar estadios e incluso ganar un Grammy, como es el caso del gallego Íñigo Quintero.
Por todo ello, debemos dar muchas gracias a Dios. Santa Teresa ya decía que "cantar es orar dos veces", gracias a la música y a estas nuevas canciones, han surgido muchas conversiones. Faltan manos para aplaudir.
Sin embargo, también echemos la vista atrás y recordemos el valor de las oraciones cantadas que deberíamos rescatar con más frecuencia, para que muchos recién llegados a la Iglesia las escuchen y las recen por primera vez.
Una oración con indulgencia plenaria
Hoy queremos recordar una oración cuya autoría no está clara; no se sabe con certeza si fue escrita por san Ignacio de Loyola o por el Papa Juan XXII. En el siglo XIV, esta oración fue enriquecida con innumerables indulgencias plenarias, pero lo que está claro es que fue una inspiración del Espíritu Santo.
Sabemos que, para muchos oídos, puede sonar dura, pero no hemos visto a nadie que le resulte indiferente.
Sabemos que muchos, preocupados por hacer que los niños se sientan a gusto en Misa, optan por canciones animadas y de ritmo rápido. Sin embargo, la belleza y la magnanimidad de ciertas oraciones interpelan a todas las almas, tanto de niños como de adultos.
Alma de Cristo
"Alma de Cristo", una oración que nos devuelve a esa infancia espiritual de la que tanto nos habló Santa Teresita:
Alma de Cristo, santifícame.
Cuerpo de Cristo, sálvame.
Sangre de Cristo, embriágame.
Agua del costado de Cristo, lávame.
Pasión de Cristo, confórtame.
Oh buen Jesús, óyeme.
Dentro de tus llagas, escóndeme.
No permitas que me aparte de Ti.
Del maligno enemigo, defiéndeme.
Y en la hora de mi muerte, llámame.
Mándame ir a Ti, para que con tus santos te alabe,
por los siglos de los siglos. Amén.
Nuestros padres y abuelos la aprendieron en sus catequesis y la rezaban siempre después de comulgar. Es hora de que las nuevas generaciones la redescubran y la hagan suya.
Recuperemos esta oración
El padre Ángel Espinosa de los Monteros ha descrito esta oración como un verdadero compendio de todo lo que debemos pedirle a Dios hasta el momento en que lleguemos a su presencia.
Además, nos anima a hacer apostolado con ella, promoviendo su rezo y asegurándonos de que vuelva a sonar en nuestras iglesias después de comulgar.
También nos exhorta a confiar más en la gracia del Espíritu Santo que en nuestros propios miedos. A veces tememos que los niños no comprendan o no se sientan cómodos con ciertas oraciones más solemnes, pero ¿acaso no es la belleza lo que más conmueve el alma?
Dejemos que se asombren, que se sorprendan y que se sientan interpelados por su profundidad.
Recuperemos esta oración y, con ella, la oportunidad de robarle al cielo alguna, o muchas indulgencias plenarias después de comulgar. Porque si algo es seguro, es que todo lo que acerque nuestras almas a Dios merece ser rescatado y atesorado.