En su comunicado se ponen muy serios ante las diversas teorías que circulan por diversas redes sociales, que “siembran confusión”Los obispos de México han lanzado un mensaje muy claro a la población y al Gobierno de este país que ocupa ya el tercer sitio a nivel mundial en muertes por la Covid-19 y el primero en muertes de trabajadores de la salud. Y también a los católicos al declarar: “Los católicos no debemos contribuir en modo alguno a la desinformación ya que está en riesgo la vida de las personas, especialmente, de las más vulnerables”.
En el mensaje, firmado por el responsable de la Dimensión de Salud de la Conferencia del Episcopado Mexicano, el arzobispo de Tulancingo, Domingo Díaz, los prelados mexicanos afirman dos cosas muy importantes; que la infraestructura de salud a nivel nacional y los presupuestos destinados a combatir la pandemia son insuficientes.
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“La minimización de la contingencia, la falta de pruebas constantes para determinar el tamaño del contagio, diversas fuentes de desinformación sobre la eficiencia y/o la inmoralidad en la ingeniería genética de algunas vacunas circulan por diversas redes sociales”, dicen los obispos en la primera parte de su comunicado.
Y agregan que un escenario como éste, “siembra confusión y disminuye la confiabilidad en las ciencias biomédicas rigurosas, y en ocasiones, se llega incluso a desafiar el juicio y las orientaciones de la propia autoridad eclesial”. Más aún cuando el propio presidente de México, Andrés Manuel López Obrador, recientemente infectado, se niega, por ejemplo, a suspender sus giras y a usar barbijo.
La urgencia de preservar el bien común
La información contradictoria y muchas veces falsa (en México prácticamente todo se politiza) obliga a hacer una pausa y reflexionar sobre “la conveniente necesidad de vacunarse para contrarrestar, en lo posible, la Covid-19. Es preciso mirar con claridad cuál es su propósito y cuál es la relevancia ética que posee la personal colaboración en la campaña de vacunación”.
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El fin de las vacunas es el de generar inmunidad estimulando la producción de anticuerpos. La ciencia ha avanzado lo suficiente como para saber que vacunarse colabora a proteger la salud personal y de nuestro prójimo, ayuda al cuidado de la creación; es una acción que custodia el auténtico bien común y promueve la verdadera cultura de la vida”.
Contras las objeciones de que algunas de las vacunas contra el coronavirus emplean líneas celulares procedentes de fetos abortados hace varias décadas, los obispos mexicanos recuerdan que, a este respecto, la Congregación para la Doctrina de la Fe ratificó lo esclarecido por la Pontificia Academia por la Vida desde hace tiempo.
Esto es, como dice en su comunicado la Congregación para la Doctrina de la Fe del 21 de diciembre de 2020, que si no hay vacunas Covid-19 “éticamente irreprochables es moralmente aceptable utilizar las vacunas contra la Covid-19 que han utilizado líneas celulares de fetos abortados en su proceso de investigación y producción”.
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Razones de conciencia
El comunicado de los obispos mexicanos responde, junto con la Congregación para la Doctrina de la Fe, a quienes, por razones de conciencia, rechazan las vacunas producidas a partir de líneas celulares procedentes de fetos abortados, que “deben tomar las medidas, con otros medios profilácticos y con un comportamiento adecuado, para evitar que se conviertan en vehículos de transmisión del agente infeccioso”.
Estas personas “deben evitar cualquier riesgo para la salud de quienes no pueden ser vacunados por razones médicas o de otro tipo y que son los más vulnerables”. La objeción de conciencia no las exime de usar medios preventivos eficientes para evitar el propio contagio y el contagio de los demás.
“Este tipo de recursos que involucran aislamiento estricto, higiene exhaustiva, verificación continua de la propia salud y otras medidas similares, no suelen estar al alcance real de la mayor parte de la población”, dicen los obispos mexicanos en su comunicado por lo que, a una con el Papa Francisco, desde el punto de vista ético “todo el mundo debe vacunarse y no caer en el “negacionismo suicida” de quienes se oponen a la vacunación para frenar el avance de la pandemia.
Por lo demás, “la vacuna debe de ser administrada prioritariamente a quienes poseen mayor riesgo de contraer la enfermedad: personas con riesgo especial a causa de otras enfermedades, edad o ejercicio de su vocación o profesión”. Un aviso muy relevante para México y para muchos países del área.
Lo que no debe hacerse
Una vez establecido lo que se debe hacer con la vacuna, los prelados mexicanos expresan lo que no se debe hacer: principalmente, no encarecer arbitrariamente los precios de medicamentos, oxígeno y otros insumos, instrumentalizando el dolor y la enfermedad de la gente.
Conscientes de la proliferación de productos alternativos que se comercializan como remedios al coronavirus, los obispos niegan que sea legítimo promover el consumo de fármacos que no se encuentren avalados científicamente como recursos preventivos o como cura efectiva para la Covid-19 (cosa que en México y en otros países de la región ha sido una constante).
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“Las controversias sobre fármacos y medicamentos deben realizarse con base en los datos que arrojen los más estrictos protocolos de investigación internacionalmente reconocidos. Meras opiniones, rumores o teorías conspiratorias solo pueden ser objeto del rechazo de una conciencia cristiana y responsablemente formada”, terminan diciendo en su comunicado.