Me han cerrado las puertas de mi casa para que cuide lo que tengo dentro y llegue a mi profundidad
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Tengo sed de amor, de abrazos, de luz, de aire libre. De sueños que no se rompan. De salud, de paz. Sed de abrazos que no se limiten. De alegrías no teñidas de tristezas. Sed de esperanza cuando todo parece complicarse. Y de luz cuando reina la noche.
Y sed de compañía cuando la soledad muerde muy dentro. Tengo sed de infinito cuando araño los límites de mi propia existencia. De cielo mientras me arrastro por los caminos.
Tengo sed de un pozo del que beber agua sin volver nunca a tener sed. De almas que me den confianza. Y de un hogar estable con hondas raíces.
Siento sed de calma en el fuerte bullicio de la vida. Y de la luna cuando todo es oscuro. Tengo sed de un sol que ahuyente las sombras.
Sed de esas palabras que me hablen de sueños. De música suave que calme mis miedos y apague los gritos que lanza mi alma.
Tengo sed de un Dios que no me abandone, de sus abrazos y su voz que calma. De palabras que siempre se comprendan. Y de silencios que acojan. De presencias que llenen de alegría la vida. De mi pasado y de mi futuro, cuando el presente quema o duele por dentro.
Buscar pozos
Nací con sed, aún lo recuerdo y esa sed es parte de mi piel, nunca dejaré de sentirla muy dentro. Pero no me canso por ello de buscar pozos. Lejos o dentro. A la orilla del camino o al final del mismo. Fuera de mí o en lo más escondido de mis sueños.
Pozos que conozco y pozos que he olvidado. Llegaré al brocal cada mañana con rostro sediento. Y suplicaré agua para seguir andando.
El sol es tan fuerte y todo está tan seco… Es la sed de este tiempo único, extraño y difícil que vivo. En la misma barca con todos los que sufren esta pandemia indómita.
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Sed de una hondura de la que carezco cuando me desparramo en pantallas que me sacan del centro. De navegar dentro de mi alma encontrando respuestas a preguntas y aún más preguntas sin respuestas.
Sed de soñar de nuevo con una vida plena cuando siento que aún estoy tan lejos. De ese Dios que me habla en el silencio para calmar todos mis miedos y sinsentidos.
Agua que sacia la sed
Dice la Biblia:
“Ojalá escuchéis hoy la voz del Señor: Venid, aclamemos al Señor, demos vítores a la Roca que nos salva; entremos a su presencia dándole gracias, aclamándolo con cantos. Entrad, postrémonos por tierra, bendiciendo al Señor, creador nuestro. Porque Él es nuestro Dios, y nosotros su pueblo, el rebaño que Él guía”.
En medio de todos mis vacíos su voz me llena. Y se alegra mi alma al sentir su presencia. Y me invita a que cave dentro de mi alma.
Cavar profundo en pandemia
Me han cerrado las puertas de mi casa para que cuide lo que tengo dentro. No me exigen que salga fuera de mi vida, para que me quede donde estoy ahondando, haciéndome más profundo.
Puedo perder la oportunidad y no cavar pozos en mi vida. Paso superficialmente por todo lo que me sucede. No pienso, no busco, no interpreto, no me pregunto nada.
A menudo no quiero cambiar. Quiero que vuelva lo de antes, la normalidad que amaba y llenaba mis tiempos y mis espacios. Y no me hacía confrontarme con mis debilidades.
Porque en este tiempo extraño he comprobado mi fragilidad. He visto que no lo hago todo tan bien, que no me salen los planes que intento. Que no logro llegar tan lejos como quería.
Y sigo con sed caminando con dolor en los pies, sin avanzar mucho. Y me pregunto qué quiere Jesús de mí con todo lo que está pasando.
No pretendo dar respuestas que valgan para todos. Algunas servirán, pero cada uno busca sus respuestas. Y pienso que en este tiempo Jesús me pide que me convierta en excavador de pozos.
Que busque hondo dentro de mí y ayude a otros a buscar el rostro de Jesús grabado en su pecho. En la soledad puedo horadar la tierra de mi alma. En el silencio puedo callar todas las voces que parecen requerirme, pedirme, buscarme.
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Jesús, la fuente
El agua pura que necesito viene de lo hondo de mí, de lo hondo del corazón de Jesús. Para saber lo que Jesús quiere de mí tengo que callarme y dejar que afloren sus palabras.
Tratar con Dios sin preocupaciones. Descansar en el pecho de Jesús cada día buscando respuestas. ¿Qué quiere de mí Jesús en medio de esta pandemia que parece no tener final? ¿Qué quiere de mí cuando veo tanto dolor, tanta amargura, tanta impaciencia, tanta hartura?
Y me dice Dios que me hará profeta:
“Suscitaré un profeta de entre sus hermanos, como tú. Pondré mis palabras en su boca, y les dirá lo que Yo le mande”.
Tengo vocación del profeta desde que comencé a ahondar dentro de mí. Todo hijo de Dios tiene esa misma vocación de hablar esas palabras que Dios suscita en el alma.
Tengo vocación de anunciar la esperanza a los desesperados y la alegría a los más tristes. Tengo en mi alma el deseo de ponerme en camino y salir al encuentro del que tiene sed. Buscando que mis palabras calmen en algo su sed profunda. Y pueda sentir que la paz aflora dentro de su alma.
Tomo mi sed en mis manos. Y busco el agua que calme todos mis miedos. En esta noche, encuentro su luz.