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Cerca de la muerte, Lizzetta prometió conocer más a Dios

Lizzetta Escalante
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Yohana Rodríguez - publicado el 20/12/24
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"Todavía no te conozco lo suficiente como para vivir una eternidad contigo", esto dijo Lizzetta Escalante, laica consagrada, al estar cerca de la muerte en una emergencia médica. Cuenta su experiencia para Aleteia

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Solo tenemos una cosa asegurada en la vida: la muerte. 

Es un tema del que muchas personas temen hablar, incluso entre católicos. Pero es importante conversar sobre ello para tener una buena preparación hasta el fin de nuestras vidas.

"Le dijo Jesús: 'Yo soy la resurrección (y la vida). El que cree en mí, aunque muera, vivirá'" (Jn 11, 25)

Lizzetta Escalante, laica consagrada de votos privados, evangelizadora y dirigente del apostolado Ruah, nos cuenta la historia de su conversión; un momento en el que estuvo cerca la muerte.

Conociendo a Cristo

A pesar de que le presentaron a Jesús desde la infancia, ella no sentía la cercanía de un Dios amoroso, por lo que su acercamiento a las enseñanzas de la Iglesia no fue más allá de la preparación a los sacramentos. Así que ella, al no encontrar ejemplo en las personas o pensar que la Iglesia era un negocio (porque le cobraron una Misa de difunto), decidió alejarse y atacar la religión.

Lizzetta Escalante

Un día, su madre le insistió asistir a una adoración:

“Me obligó a ponerme de rodillas delante del Santísimo, con una frase que me mató; '¿cómo es posible que yo tenga una hija de carne, con un corazón de piedra?'” 

Ese comentario le afectó porque, aunque ella era muy altruista, se dio cuenta de que nada de lo que hacía era por Dios. Estaba en una etapa de “encontronazos con Dios; no entendía cuál era el sentido de creer en Él”.

Al poco tiempo se fue a Estados Unidos, en lo que discernía cuál iba a ser su profesión. Al estar allá, se dio cuenta de que sentía una soledad y vacío tremendo que la llevó a una crisis existencial. 

Cuando regresó a su hogar, se dio cuenta de que sus amigas habían cambiado porque meses antes habían vivido un retiro espiritual. Se sentía tan fuera de lugar que, cuando le ofrecieron irse de misiones, aceptó.

Fue a esas misiones solo por seguirles la corriente, pero esta experiencia marcó el inicio de su nueva vida. Se encontró con un Dios tan grande que le enseñó la pobreza espiritual en la que estaba viviendo. Fue un encuentro muy profundo. Quien la conocía antes no podía creer lo que presenciaba. Comenzó a asistir a Misa, a dirección espiritual y formación. “Fue una radicalidad que no vino de mí, definitivamente, pero yo no entendía nada, fue una gracia”, comentó.

Lizzeta Escalante

Un paso cerca de la muerte

Una noche del 2012, mientras estudiaba para sus exámenes de la universidad, sintió un fuerte dolor en la pared abdominal.

“Me doblaba del dolor y me dieron muchas ganas de ir al baño. Y escuché en mi conciencia, un mandato muy fuerte, que yo creo que fue mi ángel de la guarda; ahora que vayas al baño, despierta tu mamá y que te acompañe. 

La desperté y cuando entramos al baño, me desmayé. Ella me agarró, y si mi mamá no hubiera estado, nadie en mi casa se entera y me hubiera desangrado”.

Lizzetta tuvo una rotura de quiste ovárico que causó un fuerte sangrado. Al llegar al hospital, el doctor la revisó y le dijo que tenía una peritonitis y que debían operar de urgencia. Y aunque todo se veía alarmante, ella sintió una paz y fortaleza, proveniente del Espíritu Santo.

El doctor le aseguró que este era un procedimiento que había realizado en muchas ocasiones y Liz preguntó: “¿cuántas han salido vivas”. Él respondió “varias”. Fue ahí cuando a Liz le cayó el peso de la situación; podía fallecer. Mientras hacía efecto la anestesia, hizo esta oración:

“Señor, yo todavía no te conozco lo suficiente como para vivir una eternidad contigo, no me lleves aún, déjame conocerte. Te prometo que si me das otra oportunidad, te voy a conocer”.

Ella era consciente de que vería a Dios, y le daba alegría; pero al mismo tiempo, le daba vergüenza porque ella sabía que desperdició su vida al no conocerlo. 

Lizzetta Escalante

Dios le permitió salir con éxito de la cirugía, pero lo que más le sorprendió fue cuando el doctor les enseñó un bote que contenía el ovario, y les dijo:

“¿Ven esa herida aquí, que está como quemada? Eso lo debía hacer yo. Cuando el ovario salió, ya estaba cerrado, por eso no te moriste (...) Yo no creo en Dios, pero debo admitir que este no fui yo”.

Fue una gran impresión para Lizzetta. Una curación que no tenía explicación. Los meses siguientes estuvo en recuperación y, en cuanto sintió mejoría, se dedicó al apostolado. Trabajó con niños diagnosticados con cáncer que le enseñaron una gran sensibilidad y un nuevo pensamiento:

“Yo no sé cuándo me voy a morir y no vivo con miedo [a la muerte]. Señor, te quiero conocer a tal grado, que cuando estemos juntos, no haya necesidad ni siquiera de que me cuentes de ti”.

Su vida se convirtió en una constante oración. Si antes se esforzaba en su vida de fe, ahora era mucho más dedicada. Sentía un llamado de Dios, de conocerlo más, de fortalecer la relación. Experimentó cómo Dios hablaba a su corazón. 

Ver la muerte de forma cristiana

Ella vive con una visión de la muerte cristiana, en donde hay paz, confianza y abandono en Dios. Convence a su mamá y amigas de que hay que dejarlo todo en manos de Dios, pues Él decidirá en qué momento está planeado el encuentro; y, al mismo tiempo, les recuerda que es bueno que desde este momento se preparen, conscientemente, de lo que mostrará al Señor cuando llegue el juicio.

Lizzetta Escalante

“La muerte le da sentido a la vida cristiana. Un cristiano que no espera la muerte como algo anhelado, ¿a qué se está preparando? Esta vida es para disfrutar y prepararse, para morir”.

Liz mencionó que es importante hablar con Jesús, tener una comunicación directa a través de la oración. No podemos esperar escuchar a Dios si no somos capaces de tener un encuentro con Él en nuestra vida diaria. 

Pero también es necesario recibir formación sobre nuestra fe; esta debe ser una de nuestras prioridades, porque quien no se interesa en su religión, “se está perdiendo de su mapa de cómo ser fiel”. Y la fidelidad es la puerta a la plenitud; aunque no siempre es fácil seguir el camino de Cristo, es lo único que nos llenará. El cielo ya está aquí si te lo propones.

"Esa experiencia de estar delante de Él, y no llegar con las manos vacías, es lo que más me tiene ilusionada, y por eso, me he consagrado".

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