Hace 501 años, el 3 de enero de 1521, el Papa León X promulgó la Bula Decet Romanum Pontificem por la cual condenó y excomulgó al "hereje" Martín Lutero ya todos sus seguidores.
Consciente del peligro que representaba el alemán para la unidad de la Iglesia, el sucesor de Pedro utilizó toda su autoridad para disuadir a cualquiera de apoyar a "Martín".
El 15 de junio de 1520, León X condenó las 95 tesis del teólogo de Erfurt Martín Lutero, en una bula, Exsurge Domine, comparándolo con un zorro “que busca destruir la vid”. Le dejó 60 días para retractarse y retractarse de su “doctrina ofensiva contraria a la fe cristiana”.
Tiempo perdido: el monje alemán persiste, e incluso llega a quemar públicamente la bula. Después de haber esperado en vano durante 172 días, el pontífice decide tomar medidas enérgicas y, como prometió, lo excomulga.
El procedimiento canónico se hace explícito con una nueva bula, Decet Romanum pontificem. Al ver su autoridad directamente cuestionada por Lutero, León X se cuida de justificar su acción en el preámbulo: es el "poder que le ha dado Dios" lo que le ordena "reprimir los malos designios de los hombres" que se atreven a "introducir el mal del cisma en la Iglesia de Dios".
Defender la barca de Pedro
Por lo tanto, actúa "para evitar que la barca de Pedro parezca navegar sin piloto o remero", y está tomando medidas enérgicas contra quienes contaminan las almas "con lo que equivale a una enfermedad contagiosa".
El obispo de Roma recuerda entonces las exigencias de su bula anterior. Señala que desde entonces muchos de "los que siguieron a Martín [Lutero] [...] confesaron sus errores y abjuraron de herejía ante nuestra instancia", quemando en público los escritos de su antiguo maestro.
Al contrario, observa "con gran tristeza" que el monje agustino, "esclavo de un espíritu depravado", no sólo no obedeció su mandato sino que llegó a "escribir y predicar cosas peores que antes contra [el Papa] y contra esta Santa Sede y la fe católica". Por tanto, el Soberano Pontífice lo declara a él ya sus discípulos oficialmente "herejes".
"Un muro de defensa para el pueblo cristiano"
Todos los que dicen ser "luteranos" están condenados al mismo castigo que el monje alemán. El pontífice enumera las penas: excomunión [exclusión de la Iglesia Católica, nota del editor], anatema [exclusión de la sociedad de creyentes, nota del editor], condena perpetua y prohibición [privación de los sacramentos, nota del editor].
Eso no es todo: les inflige una privación de la dignidad, el honor y los bienes para ellos y sus descendientes y ordena la confiscación de sus bienes en nombre del "delito de traición" cometido. Todas estas penas, insiste el Papa, "recaen sobre todos estos hombres para su condenación".
Vayan donde vayan "estos hombres deben ser evitados por todos los cristianos fieles", ordena el soberano de los Estados Pontificios, que afirma estar dispuesto a hacer cualquier cosa para proteger "la manada de un solo animal infeccioso, no sea que su infección se propague a los animales sanos".
Por tanto, a todos los sacerdotes y miembros de la orden religiosa se les prohíbe "callar como perros mudos que no pueden ladrar" y se les ordena llorar "sin cesar" ya toda la excomunión de Martín Lutero y su familia. Consciente del éxito que alcanza Lutero, es de hecho un "muro de defensa para el pueblo cristiano" que demanda León X.
Frente a la bula papal, la imprenta protestante
Consciente de no poder transmitir directamente la bula a los interesados "por la fuerza de su facción", el pontífice ordenó a sus mensajeros que clavaran su bula en las puertas de dos catedrales en Alemania.
También invita a todos los prelados a que se difunda lo más posible su condena oficial para extender su transmisión. Un punto interesante, cuando sabemos que por su parte Lutero utiliza hábilmente, para cada uno de sus ensayos, la imprenta moderna, inventada por Johannes Gutenberg, en 1454.
Entre 1522 y 1545, un tercio de los libros que saldrán de las imprentas alemanas serán, pues, de Lutero. Por el contrario, no fue hasta 1587 que el Papa Sixto V creó en respuesta la "Tipografía Vaticana", en su constitución apostólica Eam semper.