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Hiroshima, 75 años: Destruir a la humanidad está a nuestro alcance

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Salvador Aragonés - publicado el 05/08/20
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¿Por qué no dialogan las potencias nucleares para acordar un programa de desarme nuclear?

Es el 75 aniversario de la bomba atómica sobre Hiroshima y Nagasaki: un infierno de miedo y de terror que mató a 246.000 personas a causa de un arma que amenaza hoy de modo real la destrucción de la humanidad y de la misma Tierra.

Fueron los días 6 y 9 de agosto de 1945. La primera bomba estalló en Hiroshima, a las 08:15 de la mañana y la segunda en Nagasaki. El presidente Truman, que ordenó el bombardeo ¿quería la rendición del Japón o la aniquilación del Japón? ¿Por qué Japón se obstinó en rechazar el ultimátum de la Conferencia de Potsdam en julio de 1945?

Dejemos la historia para los historiadores. Lo cierto es que después de 75 años, las armas atómicas siguen proliferando entre las potencias nucleares. Nadie quiere ceder un palmo y se vuelve a una carrera de armamentos, incluso nucleares, con el fin de crear un equilibrio del miedo y del terror, a poca distancia de una guerra nuclear. Ahí están Estados Unidos, Gran Bretaña, Francia, China, Pakistán, Irán y Corea del Norte.

La condena por la tenencia y proliferación de armas nucleares fue escrita ya por los papas Pío XII, Juan XXIII, Pablo VI y Juan Pablo II. Ahora, tal vez de modo más claro y rotundo, el papa Francisco ha condenado la tenencia y uso de la energía nuclear para fines bélicos.

No hace siquiera un año que Francisco visitó el Japón. Fue el pasado mes de noviembre de 2019. Allí visitó los hipocentros de las dos bombas atómicas y reafirmó su “convencimiento de que un mundo sin armas nucleares es posible y necesario (…) Es necesario renunciar al fortalecimiento de un clima de miedo, desconfianza y hostilidad, impulsado por doctrinas nucleares”.

Y fue más duro, todavía, en Hiroshima, cuando reiteró que “el uso de la energía atómica con fines de guerra es hoy más que nunca un crimen, no sólo contra el hombre y su dignidad sino contra toda posibilidad de futuro en nuestra casa común. El uso de la energía atómica con fines bélicos es inmoral. Seremos juzgados por esto”.



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Y también dijo, en un discurso pronunciado en noviembre de 2017 en el Vaticano, que el uso de armas atómicas es inmoral. También lo es su posesión y acumulación, que hacen que el mundo esté diariamente en riesgo de autodestrucción. La verdadera paz, concluyó Francisco, sólo puede ser una paz desarmada, fruto de la justicia, del desarrollo, de la solidaridad, de la atención a nuestra casa común y de la promoción del bien común. 

Francisco definió, en otra ocasión, que el dinero gastado en la construcción de armas atómicas como un “atentado que clama al cielo”.

Muchos han sido los intentos de reducir el armamento nuclear, como ocurrió al final de la Guerra Fría entre los Estados Unidos y la Unión Soviética. Pero después ha vuelto a la proliferación, añadiéndose China, Corea del Norte, Pakistán e Irán, con el único afán de tener más poder, de ser el país más poderoso de su zona o del mundo.

¿No puede ser posible otra conferencia sobre el desarme nuclear que haga efectiva la reducción de estas armas hasta llegar a cero? En el mundo quedan todavía unas 30.000 armas nucleares, capaces de una destrucción masiva.

Como dijo uno de los supervivientes de la bomba de Hiroshima delante del papa Francisco, Koji Hosokawa: “Las bombas sobre Hiroshima y Nagasaki no fueron solo bombas contra esas ciudades, sino contra toda la humanidad”.

Desde la visita del papa san Juan Pablo II en el Japón, en 1981, cada año la Iglesia católica en Japón ha observado diez días de oración por la paz. Este año, con motivo del 75 aniversario, los obispos de los Estados Unidos han invitado a sus fieles y a todos los hombres de buena voluntad, a unirse a una jornada de oración el 9 de agosto.

La paz es un bien muy preciado por el hombre, pero al mismo tiempo es muy frágil, tan frágil que ni siquiera la pandemia del coronavirus ha logrado silenciar las armas en algunas zonas de conflicto.

El papa Francisco dijo que le conmovió, antes de ir a Japón, antes de visitar los Memoriales de Paz en Hiroshima y Nagasaki, aquella imagen, aquella foto del niño que lleva a sus espaldas a su hermanito pequeño muerto en el bombardeo nuclear.



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“Una imagen así -confió- conmueve más que mil palabras”. Una imagen que, más de mil palabras, cuestiona las conciencias y representa una advertencia imperativa de que la humanidad nunca más debe experimentar la devastación de un ataque atómico.

En estos 75 Años después de Hiroshima y Nagasaki, ¿qué hemos aprendido? ¿qué han aprendido las potencias nucleares? El profundo silencio de las 246.000 víctimas de las bombas atómicas, nos enseñan el dolor, el terror y el infierno del uso de armas nucleares.

 

 

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