Vivir de manera completa queriéndose a sí mismo sin dejar de querer y entregándose sin lastimar ni lastimarse
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¿Cómo se define un buen amante? Existen muchos mitos en torno a la capacidad del amor masculino, sobre todo aquellos que se centran en la relación íntima: rendimiento sexual, número de orgasmos, tamaño de los genitales, recuento de espermatozoides o potencia reproductora. Lo cierto es que el buen amante se mide por mucho más que eso.
Algunos hombres miden su capacidad por el rendimiento sexual que logran alcanzar con la mujer con la que están. Esto ocurre cuando es inseguro o tiene problemas de autoestima y él mismo busca probarse con el acto sexual.
No significa que ame o lo disfrute porque está más enfocado en querer quedar bien o “cumplir” antes que vivirlo con ella.
Tampoco la masculinidad del “don Juan” hace al buen amante, ya que también se configura en la necesidad de la aprobación femenina: necesita que las mujeres lo acepten para sentirse hombre.
Una necesidad psicológica de autoafirmarse pensando que la cantidad es más importante que la calidad y que cuantas más mujeres tenga, mejor amante será.
Este hombre seductor trata de hallarse a sí mismo por el camino equivocado. No es libre porque afirmarse en el número de mujeres seducidas no es otra cosa que depender de ellas.
Y la admiración o la envidia que otros hombres pueden sentir pueden engrandecer su ego, pero no le darán seguridad ya que la confianza viene dada por la mujer.
Aparece como “un buen amante” porque se la pasa seduciendo y buscando la afirmación de todas, pero la verdad es que no ha resuelto su problema de identificación.
Puede permanecer aferrado a su madre y al falso resguardo de no querer evolucionar hacia su propio ser masculino. En la desesperación no ama y termina haciendo mucho daño.
Seguridad
El buen amante en cambio, es un hombre seguro de sí mismo, enamorado y comprometido con una mujer que decide priorizar en su vida y con quien disfruta verdaderamente el tiempo compartido.
Es un hombre que busca complacerla, que es cariñoso y tierno, que le muestra su afecto en los detalles y sobre todo que cuida muchísimo. Eso es sumamente seductor.
La capacidad para amar no se puede definir solo por el desempeño sexual. Esto es muy sensible y fácilmente alterable por diversas variables no siempre afectivas.
La impotencia puede estar relacionada con la ausencia del deseo, pero también con un deseo incontenible que produce en el hombre miedo a fracasar y, por tanto, una debilitación de la erección.
Otros factores son el estrés, el cansancio, el ejercicio físico excesivo, una mala alimentación, las preocupaciones y causas externas que no tienen que ver con el desamor.
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Aunque el sexo es mejor cuando hay amor, para el hombre la asociación entre ambos no siempre es clara y el comportamiento del miembro viril no sería un buen parámetro para medir el amor.
Además, está presente la “idealización” de la destreza en la cama y el hombre puede verse a sí mismo imperfecto, carente de hombría o no merecedor del amor de su esposa.
También sería absurdo medir la capacidad del hombre por el número de orgasmos o la cantidad de espermatozoides por minuto, y pensar que si los valores no son altos, por eso “no sirve”.
Venimos de una sociedad en la que el linaje y el indiscutible honor de transmitir el apellido han creado una valoración excesiva del atributo reproductor.
Pero hoy lo que se ve de modo generalizado, aunque las causas sean diversas y no del todo claras, es que la calidad y la cantidad de semen están disminuyendo al igual que el peso de los testículos.
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Con una importancia excesiva a la potencia reproductora masculina es entendible que los hombres con este tipo de dificultades puedan sentir depresión, ansiedad, culpa y serios problemas de autoestima, pero la verdad es que un hombre no es menos hombre o peor amante por no tener hijos.
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Una sexualidad más sana debe comenzar por acabar con el mito del semental y ejercer el libre derecho a “fracasar” en la cama, al menos desde el punto de vista del rendimiento sexual.
El hombre que ama de verdad es aquel capaz de llegar a un nivel más profundo en el que puede conectarse con sensualidad y afecto, ternura y pasión.
De hecho, se cree que una pista para reconocer a un buen amante no es sólo ver cómo es “durante” el acto sexual en concreto, sino muy especialmente lo que hace “antes” y “después” mostrando que el amor es una constante.
Un hombre que sabe dar y también recibir dignamente en cada etapa del encuentro íntimo con la mujer que tiene a su lado.
La sexualidad es mucho más que genitalidad. Por eso un hombre que sabe amar entiende que tiene que haber una dignidad masculina, es decir que respeta la integridad psicológica, emocional, física y espiritual de ambos y que no corrompe a nadie.
Un hombre que está entusiasmado con la intimidad hace que una mujer se sienta especial y valorada en cada momento.
Los hombres suelen pasar de un nivel a otro extremadamente rápido, mientras que la mujeres tienen otros tiempos. La etapa previa al acto sexual es tan importante como las demás y el hombre que es buen amante sabe disfrutarla con su mujer.
Cuando una mujer está en una relación íntima es porque confía en esa persona y espera que él trate su cuerpo, mente y corazón con el mayor de los respetos.
Un hombre que es amable, cariñoso, la trata con cuidado y la toca con ternura hace una diferencia. No hay nada más sexy en un hombre que el que se preocupe por el bienestar general de la mujer.
Los besos y caricias son expresiones que comunican cercanía y entrega mutua para darse plenamente pero también para recibirse sin restricciones.
Un buen amante sabe que la mujer y toda su realidad física está hecha para el amor, para ser cubierta por él con lujo de detalle.
Los hombres que más saben son los que también entienden la importancia de hacer la experiencia lo más placentera para ella.
No están solo centrados en su placer, sino principalmente en el de ella y están dispuestos a comprometerse para experimentarlo juntos.
No hay nada más decepcionante que un hombre que se apaga con facilidad y olvida que el acto sexual no termina en un orgasmo.
Un hombre que sabe amar busca en ese “después” una experiencia completa cuidándola con palabras dulces, abrazos, un desayuno y más…
Un buen amante no se desintegra en una adicción ni se violenta internamente. Entiende que en la química corporal el fin no justifica los medios y es capaz de transmutarse en el otro hasta desaparecer sin perder su esencia.
No se regala ni se somete para obtener favores, se desnuda valientemente y pone a madurar el placer con mucho amor para que sepa mejor.
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