A pesar del arrepentimiento, funcionarios del gobierno de Maduro siguen llamando “traidores a la Patria” a quienes retornan sospechosos de estar contagiados del COVID-19, como ocurre en el albergue fronterizo de Santa María de Guana, en el estado Zulia
“Pido perdón a los venezolanos humildes que no tienen otra opción de entrar al país y lo hacen por las trochas. Reconozco que fui muy duro. Si usted no tuvo otra alternativa, debe ser responsable”, expresó el padre Numa Molina, durante la eucaristía que presidió el pasado 19 de julio, por el canal Venezolana de Televisión (VTV), en el que con frecuencia celebra y transmite la misa dominical.
El acto de arrepentimiento del religioso jesuita, al que se le vincula con el gobierno de Nicolás Maduro, se produjo luego de recibir duros cuestionamientos producto de una publicación que hizo el miércoles 15 en Twitter, cuando catalogó de “bioterrorista” a las personas que regresan a Venezuela por las “trochas”, en la frontera con Colombia. Entre quienes lo cuestionaron estuvo el provincial de la Compañía de Jesús en Venezuela.
“Ya he pedido perdón por eso que dije, pero yo no estoy en contra de los pobres; los pobres me llevaron al seminario”, dijo Molina en una nota divulgada por la oficialista agencia venezolana de noticias. “Me indigna que me ofendan al pobre, que me traten mal al pobre (…) Ustedes conocen mi lucha por la justicia. Por lo tanto, no crean que yo dije esto porque estoy de un bando o de otro, yo siempre estaré del lado del pobre”.
El acto de arrepentimiento no fue criticado como el tuit que generó la petición de perdón; no obstante, tampoco impidió que la Guardia Nacional Bolivariana (GNB), arremetiera el lunes 20 de julio, contra más 200 venezolanos que se encuentran confinados en la Misión Santa María de Guana (región de La Goajira en el estado Zulia), a donde fueron llevados desde el 24 de junio, presuntamente contagiados de la COVID-19.
“Mi hijo sufre de epilepsia y estoy retenida con sus medicamentos”
Mariana Pérez, una mujer de 34 años de edad -a quien se le llamará así para proteger su identidad- intercambió una serie de mensajes de voz, videos y fotografías con Aleteia, denunciando que 213 personas, entre ellos 28 niños y dos mujeres embarazadas, fueron llevadas hasta el antiguo internado ubicado en la Goajira Venezolana, para pasar una primera etapa de cuarentena cuando retornaron desde Colombia.
Mariana vive en Caracas y partió a comienzos de año para el país cafetalero, buscando empleo y poder comprar los medicamentos al mayor de sus hijos que sufre de epilepsia.
“Tengo cuatro hijos y regresé a Venezuela para buscar a dos que están en Caracas, el varón con epilepsia. Los otros dos me los cuidan en Colombia. Pero ahora me encuentro retenida injustamente mientras mi hijo necesita sus medicamentos”.
“Desde Colombia llegamos sin el virus”
Describió que el 24 de junio llegó a “La Raya”, el paso de la frontera colombo-venezolana, donde junto a los demás emigrantes venezolanos, le hicieron una prueba rápida para verificar si tenían el virus. “Gracias a Dios, todos salimos negativos”, dijo. Luego, en la medianoche, los trasladan en un camión de la GNB a Venezuela.
“Supuestamente nos llevarían a un refugio debidamente acondicionado para ser observados y pasar la cuarentena. Pero en lugar de llevarnos por la carretera nos trasladaron por las trochas hasta Guana (aproximadamente a 120 kilómetros de Maracaibo, estado Zulia), donde llegamos a las cinco y media de la mañana”.
“Aquí, supuestamente, íbamos a estar 21 días”. Al pasar los primeros ocho días, les hicieron una segunda prueba rápida, apareciendo tres casos positivos. “A esas personas las tienen encerradas desde hace más de 15 días en un cuarto; no les dan medicamentos y se están despareciendo de lo flaco que se encuentran”, indicó con preocupación.
“Aproximadamente a los 15 de días de llegar a este refugio se nos hizo una tercera prueba, esta vez del PCR, pero el militar encargado del resguardo, nos amenazaba desde entonces con dejarnos más tiempo en cuarentena”. Después de tanto esperar, “este lunes 20 de julio, el oficial anunció que habían detectado 49 personas contagiadas d COVID-19”.
Como era de esperarse, la información desató el descontento entre los migrantes no contagiados, ya que ese día tenían previsto salir del refugio con destinos a sus estados y ciudades de origen. La GNB desató una brutal represión afectando a niños y adultos.
“Un joven resultó con las costillas fracturadas de tanto recibir patadas de los guardias nacionales”, indicó Mariana. Su voz se escuchaba ronca y cansada. “Es consecuencia de las bombas lacrimógenas arrojadas por la Guardia Nacional. Ahora, el resto de las más de las personas no contagiadas, debemos cumplir una nueva cuarentena”, expresó.
“Nos dicen traidores a la Patria”
“Permanecer en este lugar es inhumano, aquí no hay las mínimas condiciones sanitarias para nadie, mucho menos para enfrentar la pandemia”, dijo Gladys Landaeta, otra venezolana que sin estar contagiada debe permanecer en el refugio de Guana. Ella se quejó de la manera despectiva con que son tratadas por el gobierno.
“Es una manera de demostrar que no nos quieren en el país por haber salido a luchar por la tranquilidad, la estabilidad y el bienestar de nuestra familia”. Manifestó que en Guana “uno de los militares nos dice a cada rato: ‘ustedes son traidores a la Patria. No merecen ser llamados venezolanos ni entrar a Venezuela’. La verdad es que tenemos derecho de entrar y salir de nuestro país las veces que podamos hacerlo”.
Igualmente, denunció que, durante el lapso de permanencia en el refugio, el agua para beber la reciben de un pozo estancado y putrefacto, mientras en la comida han encontrado moscas y gusanos. “Yo dure cuatro días con una amibiasis. A otros les ha dado diarrea, vómitos y dolor de cabeza. Todo es producto de las malas condiciones sanitarias”, añadió.
“Gracias a Dios algunos de los que estamos acá, hemos podido darles a las personas afectadas, o recibir según sea el caso, parte de los medicamentos que compramos en Colombia y que estaban destinados para nuestros familiares en Venezuela. Es que en este refugio no hay ni siquiera una pastillita para el dolor de cabeza”.
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