Valentina Panico pidió un protocolo médico que le permitió hacer una quimioterapia compatible con el embarazo. Una mujer que ha vivido una verdadera curación de cuerpo y alma pues, ahora por dentro de un cuerpo marcado por el dolor, vive en plenitud gracias a la fe, el perdón y la valentía La vida a veces pone obstáculos constructivos, nos acordamos de ello y nos sentimos orgullosos de poderlo escribir en nuestro curriculum. Luego, hay personas que se estrellan sin airbag de ningún tipo contra cadenas montañosas tan altas como el Himalaya: en cada nueva curva, un pico más empinado y casi inaccesible.
Hay acontecimientos vitales y circunstancias en que el mal hace cortes muy profundos, marcados por un dolor que no da tregua. Después, estos duros golpes pueden ser un camino en donde Dios se planta en medio del camino y exige que se le mire sin excusas, pero corresponde a la libre voluntad del corazón reconocerlas como tal.
Conocer a Valentina Panico despierta todos pensamientos dormidos sobre el bien y el mal que hibernan en la cabeza. Mi amiga y colega Marinella Bandini me había advertido, ofreciéndome el contenido del libro El amor genera vida (Tau editrice) que escribió junto con Valentina. Estaba informada sobre el tornado humano que me arrollaría.
En esta historia, una mujer tiene un trabajo gratificante y una hermosa familia hasta que, con el segundo embarazo, le descubren un tumor. De ahí en adelante las curvas se vuelven más cerradas; a los momentos de mejoría le siguen golpes terribles: está el don del nacimiento de esa hija que la sombra de la enfermedad había vuelto una meta casi imposible, y luego hay cuatro recaídas gravísimas en cinco años.
¿Con qué objetivo hablar de eso públicamente? Al principio iba a ser un libro para dar a conocer la existencia de algunos tratamientos que permiten enfrentar la quimioterapia durante el embarazo, luego, el proyecto cambió para volverse una trama de vida que lucha continuamente con una conversión viviente.
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Valentina señala:
Creo que hablar de mi enfermedad es compartir mis debilidades, no mostrar mi fuerza: solo esto permite alcanzar la empatía con el otro, estar realmente cerca de quien sufre. Cuando hablas de tus debilidades, estás tendiendo la mano para que el otro la tome, estás compartiendo; cuando hablas de tu fuerza estás creando distancia, porque quien está enfermo no sabe cómo llegar a donde estás.
Habla como enfermera experta pero también como paciente que ha sufrido mucho. La debilidad es una conquista enorme, la de quien abandona el orgullo de una fuerza testaruda y se siente maleable en las manos de un Padre. El tema del libro, por lo tanto, es un rostro concreto, el de Valentina, – alegre, irónico, decidido, profundo – sobre el cual la vida ha escrito y sigue escribiendo la historia del encuentro que Dios desea y mendiga con cada uno de nosotros.
¿Embarazo o quimioterapia? No siempre estás obligada a elegir
Un nódulo en el seno, cuántas mujeres saben lo que puede suceder al descubrir algo así casi siempre de forma casual. Un nódulo, como un punto en una página blanca, pone fin a los días centrados en esquemas egocentristas y orientados al deseo de una realización y felicidad en el ámbito laboral y afectivo. Valentina tenía ya un hijo de 16 meses cuando, en 2014, se le diagnosticó un tumor en el seno en los primeros meses de su segundo embarazo.
Además de la gravedad de la enfermedad estaba todo el miedo de la alternativa entre tratarse y cuidar la pequeña vida en su vientre. Bajo este escenario aparece una posibilidad que hoy Valentina quiere compartir: no es un camino siempre transitable, pero existe. Tras una visita al IEO de Milán (Instituto Europeo de Oncología) fue escogida para participar en un protocolo médico que permite a las mujeres embarazadas hacer una quimioterapia compatible con el embarazo.
Al día de hoy son 200 las mujeres que se han adherido a este protocolo con resultados alentadores y en el libro encontrarás a disposición todos los datos y también los contactos telefónicos a los cuales dirigirte, teniendo en cuenta que cada tumor es único y requiere una evaluación en profundidad con respecto a la cual no hay generalización ni esperanza fácil.
Si curarse fue la primera preocupación que Valentina tenía en relación con su nueva trama de vida, con el tiempo se topó con un desafío más radical. Su hija Gloria nació, pero también la enfermedad volvió y de manera más agresiva haciéndola sentir hundida más veces. Una primera recaída se presenta bajo la forma de metástasis inoperable en los pulmones, a la que se añaden otras cerebrales. Seguirán otras, la última precisamente en febrero de este año. El eje ya no es un subibaja de recaídas y – quizá – curaciones, sino la ocasión de una conversión que trae a la escena a Aquel que en la enfermedad más agresiva no deja que la desesperación mate el alma.
Fe, perdón y valentía
Después llegaron las metástasis en el encéfalo. Acuérdate que nadie es invencible. Saber que “vas a” es devastador, ya no tienes nada bajo control. Sentí la necesidad de encomendarme a alguien.
Del tema de una enfermedad que postra hasta el extremo al cuerpo, el centro del libro se convierte gradualmente en el destino de una alma que se da cuenta de una presencia fuerte y paciente que la reclama. ¿Qué tiene que ver Dios con la enfermedad? No, no es ese exactamente el punto. En todo caso se podría decir: cuán misterioso es que la enfermedad, en lugar de alejarte de Dios, vuelva más evidente su presencia amorosa. Seguir la voz de Valentina en este camino requiere buenas botas; es cierto que el empeoramiento de su condición física coincidió con un camino opuesto de florecimiento del alma.
Tenía un compañero con quien vivía, que amaba y con quien había tenido dos hijos; entre una recaída y otra se casó con él, escogiendo un camino de abstinencia durante un tiempo antes de la boda. No es una película en donde el guión equivocado deba tirarse, sino una escultura que lentamente toma forma y cambia, confiando en Quién tiene en mente el destino de cada uno.
Este es uno de los muchos ejemplos de cómo las heridas hicieron dócil a una mujer para ponerse en manos de un Dios Padre que descubrió verdaderamente, sin escandalizarse de sus errores y sus defectos. Mientras el cuerpo continúa con su lucha, Valentina tomó conciencia de querer vivir poniendo tres pilares en el centro de su aquí y ahora: la fe, el perdón y la valentía. Son tres llaves que abren las puertas de una curación más importante que la física, la de quien puede responder con una esperanza llena de razones a esta pregunta: “¿Qué hay de mí dentro de la oscuridad de la vida?”.
Creo que es esta cercanía al sufrimiento que me educa para vivir. Cada día tomo más conciencia de esto. Cada vez que me alejo del sufrimiento porque creo que tengo que recuperar el aliento, realmente no es así. Es la cercanía con quien sufre que me devuelve el aliento, la vida y al esperanza.