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Onofre, el santo que se vestía con su pelo

ONOFRIO
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Adriana Bello - publicado el 12/06/20
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Siguiendo el ejemplo de san Juan Bautista, vivió como ermitaño por 60 años en el desierto para acercarse a Dios, hoy es patrono de los trabajos

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Quizá no has escuchado mucho de este santo y, analizando su vida, no es extraño, aunque sea venerado tanto por la Iglesia católica como la copta.

Hay ciertos países, como Venezuela, donde su veneración está muy arraigada (aunque pase como con José Gregorio Hernández que, lamentablemente, también a algunos lo han utilizado para ritos de santería que nada tienen que ver con la religión o su elección de vida sencilla), ya que es un gran intercesor en cuestiones laborales y aquellos que no tienen comida.

Se cree que era hijo de algún príncipe abisinio, persa o egipcio y que, siendo un adolescente, un día salió de su palacio y se dio cuenta de que su pueblo tenía grandes carencias.

Viendo la pobreza, la enfermedad y la angustia ante sus propios ojos, rechazó todas sus riquezas terrenales para irse a vivir a un monasterio de Hermópolis, en pleno desierto de la Tebaida egipcia, en favor de la oración y meditación junto a otros 100 hermanos.

Allí se hizo muy devoto del profeta san Elías y de san Juan Bautista, el santo de los eremitas, en quien se inspiró para retirarse definitivamente al desierto para vivir como ermitaño durante 60 años hasta su muerte.

Sólo se alimentaba de dátiles y agua de una palma que tenía cerca. No tenía ropa, así que su cuerpo era cubierto con hojas y con sus propios largos cabellos y barba. Sumamente flaco y desprolijo, no tenía una imagen muy agraciada.

Esta historia se conoce gracias a una de las memorias de san Pafnucio, el Asceta, quien también había tomado la decisión de vivir como ermitaño en el desierto egipcio y un día, sin comida y agua, se encontró con san Onofre, a quien en un principio hasta confundió con una bestia por su aspecto:

“Tenía un aspecto aterrador, peludo sobre todo su cuerpo, con una falda hecha de hojas. Cuando se acercó a mí, me asaltó el terror y temí que pudiera matarme. Corrí hasta lo alto de una colina, pero él se acercó hasta donde yo estaba, se agachó, miró hacia mí y dijo:

‘Baja y ven donde mí, hombre santo, porque yo soy un hombre que vive como tú en esta soledad desolada por el amor de Dios’”.

Según san Pafnucio, su ángel de la guarda, a través de un cuervo, también a veces le llevaba un poco de pan y agua a la cueva donde moraba en las tardes, y la Eucaristía los sábados y domingos.


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El 12 de junio es el día de su veneración y aunque inicialmente se le invocaba para que nunca faltase el pan de cada día en los hogares cristianos, con los años también se le hicieron peticiones laborales por considerar que el desempleo es una de las principales causas de la escasez de comida en muchas casas. Además, es patrono de varias ciudades como Múnich (Alemania) y del Principado de Mónaco.

Así que bien sea que te hayas quedado sin empleo, particularmente en estos tiempos de pandemia donde tantas empresas han tenido que reducir su personal o cerrar sus puertas, o que estás descontento con el que tienes y deseas que la situación mejore o conseguir otro, no dejes de rezarle con fe algunas de estas oraciones a san Onofre:

San Onofre, tú que entregaste tu vida a la meditación en el desierto en virtud a Dios Nuestro Señor intercede por mí ante difícil momento. 

Ejerce de intercesor ante Dios por mis problemas económicos y de trabajo para que ellos encuentren una solución rápida y sienta el consuelo por la gracia de Cristo.

Te imploro la misericordia del Señor por tu mediación ante el altísimo en virtud de la gracia que durante toda tu vida le diste.

Te pido encarecidamente que:

(haz tu petición)

Te ruego oigas esta oración con misericordia y me des la fuerza necesaria para que mis problemas y dificultades puedan encontrar solución.

Confío en ti y en Dios para la solución de mis necesidades.

Todo ello te lo pido en nombre de Jesucristo Nuestro Señor que a bien tiene tenerte entre tus santos. Amén

 

———————

 

Glorioso San Onofre, a quien he escogido por mi protector particular

y en quien tendré absoluta confianza,

concédeme que yo experimente los saludables efectos de tu poderosa

intercesión con nuestro Dios.

En tus manos deposito todas mis necesidades y, en particular,

la que hoy pongo bajo tu protección.

(mencionarla aquí)

Alcánzame, pues, este favor y todas las demás gracias necesarias

para librarme del pecado y conseguir la salvación de mi alma. Amén.

 

 

 

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