El humor, legendario entre los venezolanos, es el recurso más eficaz
Para ayudar a Aleteia a continuar su misión, haga una donación. De este modo, el futuro de Aleteia será también el suyo.
A nadie le gusta estar encerrado y menos con miedo. Así está la gente en el mundo entero, temerosos de un enemigo invisible y silencioso que acecha desde todas partes. Los venezolanos no somos la excepción y, resilientes al fin, hemos generado nuestras propias herramientas para manejar la situación.
Aquí se nos complica la cosa porque al susto por el virus se agrega el susto por la tétrica condición de los hospitales, la falta de agua, de energía eléctrica y de combustibles. Ese temor se mantiene, pero a raya debido al acentuado sentido del humor de los venezolanos.
Dicen que esa juerga permanente no nos permite tomar en serio las cosas que son serias y que sería la causa por la cual los problemas se nos eternizan. Pero, no cabe duda, también esa constante tendencia a la chanza es el escape que nos permite conservar la cordura en medio del largo calvario de visicitudes por el que venimos transitando desde hace más de veinte años.
La herencia andaluza
También dicen que eso lo debemos a la carga genética que venía en los barcos de Colón: andaluces, quienes no sólo nos transmitieron su ingenio para la broma y su manera divertida de ver la vida, sino también la pronunciación de la suave “s” que eclipsó para siempre la fuerza de la “z” en nuestra forma de hablar el español. Esa “dulzura” se trasladó a la forma relajada en que nos comportamos y también a la hospitalidad y simpatía que brindamos a todo el que se acerca, sea o no conocido.
El venezolano tiene la capacidad de burlarse de todo, hasta de su suerte. Nuestros humoristas defienden su trabajo asegurando que “El humor es la única forma seria de hablar en Venezuela” y que, como decía uno de los más emblemáticos, Laureano Márquez, politólogo además de humorista, “el que cree que entiende Venezuela debe ir al psicólogo, porque tiene problemas de la cabeza”.
Por qué seguimos riendo
Somos un poderoso país petrolero pero no tenemos gasolina. Somos uno de los países más caros y también más baratos del planeta. La gasolina cuesta más cara que en los Estados Unidos ($1 el litro), donde siempre ha sido sumamente costosa. Poseemos un reservorio hídrico impresionante pero no tenemos agua ni luz.
No obstante, a pesar de todas las adversidades, somos un país que sigue riendo. Y es que, a falta de todo, la única herramienta que nos queda es el humor, una capacidad y un disfrute que ni la más cruel dictadura puede confiscar. De hecho, los más hábiles humoristas han proliferado en esta Venezuela sufriente aunque, a través de nuestra complicada historia llena de gobiernos de fuerza, ha sido el humor el arma más letal contra tiranos y problemas.
El humor y el poder
El humor ha marcado las épocas. El presidente venezolano Carlos Soublette (1789-1870), General en Jefe del ejército de Venezuela durante la Guerra de independencia y años subsiguientes, quien se desempeñó como presidente de la República entre 1843 y 1847, entendió a la perfección lo que el venezolano apreciaba el humor y la forma cómo se protegía echando mano de él. En una ocasión, sus colaboradores llegaron con una alarma: “Presidente, se están burlando de usted. ¿No hará nada al respecto?” A lo que él contestó: “Miren, yo prefiero que el pueblo de burle del presidente a que el presidente se burle del pueblo”. Y no hizo nada. El humor transitó como un desahogo legítimo que compensaba las molestias por las demandas no satisfechas.
Un político de la democracia, por allá por los anos 70, leyó las páginas de un diario donde las críticas le llegaban en forma de mofa. Le dijo a un colega parlamentario: “Ya nos están faltando al respeto. Esto se acabó”. Pero nada acabó. Las penurias, tanto como el humor, parecen ser inagotables en este país. Porque el humor es la otra cara del sufrimiento y lo que ayuda a sobrellevarlo.
Durante las dictaduras de Juan Vicente Gómez y Marcos Pérez Jiménez, los panfletos humorísticos circulaban clandestinos. Se hicieron célebres y no había quien no los buscara, leyera y agradeciera. Luego, quedaron como un catálogo de emociones que explicaba cómo el anhelo democrático circulaba entre el pueblo flameando como antorcha libertaria.
Te puede interesar:
El Coronavirus llegó a Latinoamérica… ¿nuestras costumbres pueden perjudicarnos?
El Chalequeo
Dicen que el humor o “chalequeo” en Venezuela es como el jengibre porque “pica” y el que se molesta sólo consigue una dosis mayor. El venezolano en general es “chalequeador” por excelencia y hará un chiste de cualquier cosa que le pase a él mismo o a los demás. No hay certeza alguna de cuándo se utilizó por primera vez la palabra chalequeo, ni quién la definió. Sólo sabemos que proviene de “halar el chaleco” (de acuerdo al diccionario de venezolanismos) y hoy en día significa bromear en exceso, casi al ras de la burla, hiriendo orgullos pero sin llegar al bullying, según explica Maholy Rossell en su blog.
El humorista Ricardo Del Búfalo sostiene que “la comedia se nutre del ridículo, de lo difícil, de lo raro, y hay muchas cosas de ese tipo en Venezuela. Hacer humor es relativamente sencillo, lo difícil es hacer humor político porque sabes que no les gusta (al poder)”, comentó para El Diario de Caracas, y agrega: “Es difícil vivir en un país donde se va la luz por ocho horas y no inspirarte en eso para hacer humor. Transformar lo que nos pasa en humor no es tan difícil porque lo que sucede es muy absurdo”.
El humor en el debate
Fácilmente, todo venezolano es capaz de imitar los acentos de las distintas regiones de nuestro país y de cualquier otro país latinoamericano, lo cual contribuye a ampliar las capacidades del chalequeo.
Hay quienes se preguntan si es evasión o resiliencia. El debate sobre el humor no termina.
Nos reímos de los infortunios, tanto propios como ajenos. Se trata de buscar el lado positivo a un mal día o a una mala racha lo que, en general, implica exagerar mucho para sacar una sonrisa a quién lo necesita. Por eso sostenemos que hacer bromas en Venezuela es algo muy serio. Es sencillamente buscarle el lado positivo a un mal día o a una mala racha, y en general implica exagerar mucho para sacar una sonrisa a quién lo necesita. Por ello, nuestros caricaturistas y humoristas se valen de sus recursos para exponer, criticar y sugerir alternativas de respuesta a la tremenda situación política y social en Venezuela.
Aquí algunos de los mejores chistes sobre la cuarentena por coronavirus y el teletrabajo
El humor en Venezuela nunca es inoportuno. Dicen que es “remedio infalible”. Sin importar la gravedad de una circunstancia, siempre hay alguien que suelta una broma. Sigue escribiendo Rossell:
“Surge cuando menos te lo esperas: en medio de una boda o de un funeral, en una reunión de negocios o comprando mangos en la esquina. Tampoco hay nadie que se salve del humor venezolano, así que sólo nos queda reírnos y disfrutar el rato en el cual surja una ocurrencia sobre cualquier cosa que haya pasado”.
Te puede interesar:
En medio de los peores pronósticos: razones para la esperanza en Venezuela
Cuarentena: las bromas, obturador de salida
Nada como esta especie de acuartelamiento para mostrar el lado bromista del venezolano. En medio del encierro, es increíble la cantidad y variedad de chistes y bromas que los venezolanos han ideado. Por las redes circulan haciendo las delicias de todo el que los recibe quien, a su vez, lo reenvía ampliando su efecto balsámico sobre los espíritus en cuarentena.
Aquí, una muestra de lo que transita a lo largo y ancho de la geografía pues no se mueve con gasolina ni sabe de cuarentenas.
Te puede interesar:
¿Cómo vive un párroco de Venezuela la cuarentena del coronavirus?
Te puede interesar:
Venezuela invoca al Doctor José Gregorio Hernández contra coronavirus
Te puede interesar:
¿De cuándo es esta foto?