Un caso que indigna, que hace reflexionar sobre el cuidado de los hijos, también los protocolos en caso de desapariciones y hasta pone en jaque la actuación de centros educativos El dolor más profundo en México hoy se llama Fátima y tiene tan solo 7 años. Lo acontecido con esta niña, encontrada sin vida el pasado 15 de febrero y con signos de violencia (también se confirmó que fue abusada), ha desatado una ola de indignación que derivó en las últimas horas en la multiplicación de imágenes de congoja y llanto.
El pasado 11 de febrero la mamá de Fátima Aldrighett se demoró en recogerla del colegio –ubicado en un barrio de Ciudad de México- y en su lugar, según se ha informado en los últimos días, quien la tomó fue otra mujer –que no tenía relación con la pequeña- y se la llevó. Ésa fue la última vez que se la vio con vida y tuvieron que pasar cuatro días para que se diera a conocer la peor de las noticias.
Sin embargo, en el medio de esta compleja situación, durante el tiempo de las investigaciones y el hallazgo del cuerpito de la pequeña a unos tres kilómetros de la escuela, una serie de negligencias comenzaron a trascender, aspecto que generó mayor consternación.
Entre ellas, por ejemplo, la actuación de instituciones educativas a la hora de entregar a los menores –teniendo que ser alguien autorizado- cuando finaliza el horario escolar y los tiempos de tolerancia que deben cumplir (unos 20 minutos de espera en el caso de México).
Pero también los protocolos de actuación de parte de las autoridades en caso de desapariciones (72 horas para empezar a investigar los casos), algo que en el caso de Fátima se demoró y gracias a la insistencia de la familia ante una fiscalía regional fue posible emitir la alerta Ambar con la foto y datos de la pequeña.
“No es posible que hayan pasado tantos días y que la familia haya sido la que haya dado las pistas, que haya tenido que dar todo el trabajo para que se encontrara hoy a Fátima. No es posible que se hayan perdido horas fundamentales para dar con ella. Fátima pudo haber sido encontrada con vida pero nadie nos hizo caso“, expresó Sonia López, tía de la niña, reproduce BBC Mundo.
— Fiscalía CDMX (@FiscaliaCDMX) February 18, 2020
Lo acontecido con Fátima –que también llama a la reflexión acerca del cuidado de los hijos- sucedió a pocos días del asesinato de Ingrid Escamilla, joven brutalmente descuartizada por su pareja también en Ciudad de México.
Debido al impacto y trascendencia de estas muertes, en las últimas horas la propia Conferencia Episcopal Mexicana se expresó a través de un comunicado en el que muestra su pesar y condena los actos que derivaron en las muertes tanto de Fátima como de Ingrid.
“Hacemos un llamado a las autoridades para que estos crímenes no queden impunes y se aplique la justicia”, indica el comunicado.
Ver mensaje completo a continuación:
Nos unimos a este importante llamado que hace la Arquidiócesis Primada de México para que los casos de #Ingrid, #Fátima y los miles más que existen en nuestro país no queden impunes. https://t.co/yZTS7wVMhj
— CEM (@IglesiaMexico) February 18, 2020
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Todos lloran a Fátima
En la tarde de este 18 de febrero México acompañó a la familia de Fátima para darle el último adiós. El féretro atravesó una multitud integrada también por compañeros, vecinos y hasta mariachies, además de globos y peluches.
Uno de los momentos más emotivos –además del clamor de justicia- fue el de la misa de cuerpo presente y las palabras del párroco Alfredo Martínez, reproducidas en una crónica de El Universal de México:
“Este ángel que se nos va nos está dejando un mensaje. Quizá esa fue su encomienda en este plano terrenal y así lo debemos ver, nadie merece morir así y cuesta trabajo asimilarlo. Sin embargo, nos debe dejar un aprendizaje, tenemos que estar unidos como sociedad, como vecinos, como hermanos, esto se pudo evitar, si no estuviéramos ensimismados, ahora hay que aprender de ese error”.
Así fue la despedida de Fátima, un caso lejos de ser uno más, un tema que hoy acapara todos los medios de comunicación del mundo y que merece fuerte repudio, pero también oración por todas las víctimas que padecen situaciones similares y no son conocidas.
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