Miles de personas están ayudando a la Valencia que quedó inundada por la DANA el pasado 29 de octubre de 2024. Su mera presencia es ya un consuelo ante tanta desolación, una respuesta a muchas necesidades y preguntas.
Ellos escuchan a los que lloran a sus muertos -las autoridades han contabilizado más de 200-, acompañan a los que esperan noticias de sus seres queridos, buscan a los desaparecidos, limpian barro, achican agua, reparten productos de primera necesidad, curan, consuelan, animan,…
Son militares, fuerzas de seguridad, personal sanitario, agricultores, empresarios, religiosos, políticos, voluntarios llegados de muy distintos lugares. Se están entregando hasta la extenuación arriesgando su salud.
La parroquia María Madre de la Iglesia de Catarroja se ha convertido en un centro de distribución de alimentos, ropa y productos básicos
® Víctor Gutiérrez | Arzobispado de Valencia
Ayudando
Entre los voluntarios se encuentra el poeta dominico Antonio Praena. Tras recibir una llamada angustiada de un amigo que había perdido su casa, metió en su mochila lo que pensó que podría ser útil y se lanzó campo a través.
“Solo hubo tiempo de un abrazo breve, porque enseguida había que sacar muebles, quitar paladas de lodo…”, explica a Aleteia.
A la derecha, Antonio Praena
“Y el milagro más asombroso fue descubrir que, al echarme a caminar, sin saber cómo, a los pocos minutos éramos cientos siguiendo la misma ruta”.
Riadas de voluntarios han ayudado en esta situación de emergencia
Ayudando en medio de esa catástrofe, Praena encuentra a Dios:
“Dios está donde hay alguien achicando agua y barro, alguien salvando la vida de alguien, alguien repartiendo alimento, alguien informando con veracidad, alguien arriesgando su vida para acceder a algún lugar inaccesible a rescatar a un anciano o a un bebé. Dios está donde alguien se mancha de barro, donde alguien abraza a alguien”.
Voluntarios limpiando una iglesia en la localidad de Aldaia
Pero Dios no solo está en quien ayuda, observa Praena.
“Dios está en quien lo recibe y está en la persona que lo da, la cual se convierte así en alguien que también recibe la gracia de Dios, que recibe el don de entrar en un contacto más profundo con Jesús.
El Cristo viviente y total se hace presente de formas distintas también en medio de las catástrofes.
Porque en las personas que han perdido su hogar o a sus seres queridos está presente el Cristo doliente, crucificado, azotado por las calamidades de la vida.
Y en las manos de quienes entregan lo mejor de su esfuerzo, se hace presente la fuerza vivificadora de Cristo resucitado, ese Cristo cuya promesa hace nuevas todas las cosas”.
Una imagen recuperada del Cristo yacente embarrado en la localidad de Paiporta
Praena expresa su gratitud por poder ayudar, por poder ser útil. “Hay cosas para las que no tenemos palabras pero para las que sí tenemos manos, acción y colaboración”.
Para este profesor y escritor que lleva casi 25 años dando clases de teología, “es nuclear experimentar lo que constituye el centro de nuestra fe: el misterio de la encarnación”.
“Y es que, para la fe cristiana, a Dios no se le puede experimentar solo en las ideas, ni en las ideologías, ni en las teorías o en las palabras, por más poéticas que sean -concluye-: se le encuentra en el rostro humano y real del ser humano en sus circunstancias catastróficas”.
Alegría en el caos
Un grupo de jóvenes vinculado a la Comunidad del Cordero han caminado esta semana desde la ciudad de Valencia hasta las localidades de Paiporta y Benetússer para tratar de aportar luz.
“La gente está rota con todo lo que ha perdido, puedes conocer y compartir sus sufrimientos”, explica una de ellas, psicóloga.
Ana relata un encuentro con un vecino mayor al que ayudaron a limpiar su patio que había quedado como un vertedero lleno de enseres y barro.
“¡En medio de todo este caos, este señor nos dice que tiene un árbol de caquis y que quiere enseñarnos a pelar caquis!”, recuerda.
Una caja de caquis del árbol de un vecino afectado por el temporal
El anfitrión reunió a todos los jóvenes y les dio una clase sobre cómo pelar esa fruta de otoño.
“Y vimos, cómo en medio de todo el caos, aparecía la alegría y el compartir, fue como un trozo de cielo”, explica.
“Me di cuenta de que la pobreza -de espíritu y material- abre esta posibilidad. Comodidades, maneras de pensar, miles de cosas nos distraen y no sabemos mirar al de al lado, pero cuando tenemos las manos vacías de todo es cuando podemos estar atentos al otro”.
“Hasta que no pasan estas cosas no recordamos que somos hermanos -añade-. Aquí el sufrimiento es muy visible... pero todos sufrimos, tengamos el corazón pobre para recibir al otro”.
“¿Qué hago yo?”
El arzobispo de Valencia, Enrique Benavent, ha alentado a los voluntarios que están ayudando a trabajar juntos para servir a los más necesitados:
También el Papa Francisco volvió a recordar este domingo a todos los que sufren por este desastre natural y animó a preguntarse: “¿Qué hago yo por la gente de Valencia? ¿Rezo, ofrezco algo?”.
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