La visión masónica del Gran Arquitecto del Universo es irreconciliable con la persona divina de la revelación cristiana
¿Cuál es la relación entre la Masonería y Dios? ¿Y entre la Masonería y Jesús? ¿Se trata de relaciones negativas o positivas?
Ante todo, hay que decir que entre todas las reglas fundamentales de las asociaciones masónicas existe la creencia en la existencia de Dios como Gran Arquitecto del Universo. Ahora bien, el Gran Arquitecto del Universo no se identifica con el Dios-persona de los cristianos, sino que se refiere a una inteligencia divina no necesariamente distinta del cosmos y de la humanidad, o sea, es “la colectividad de estos seres individuales, considerada en su conjunto”.
La visión masónica del Gran Arquitecto del Universo es irreconciliable con el Dios-persona de la revelación cristiana.
Así, para la Masonería, Jesús no es Dios, sino más bien un personaje más de la larga historia de los iniciados que trazaron el camino que la humanidad debe seguir para alcanzar su progresiva emancipación y encontrar su dignidad.
El masón Guido Francocci, en su libro La Masonería, en sus valores históricos e ideales, escribe:
“Rama, Zaratustra, Krishna, Buda, Hermes, Orfeo, Pitágoras, Platón, Lao Tse, Confucio, Moisés, Jesús, Mahoma dieron su palabra al mundo tomándola de las enseñanzas iniciáticas de los más remotos misterios”.
Como puede verse, para la doctrina masónica Cristo es considerado solo un gran iniciado, a la altura de Moisés o incluso a la altura de una figura mitológica como la de Orfeo.
Por tanto, los masones no reconocen la realidad de la encarnación de la segunda Persona de la Trinidad hecha hombre en un acontecimiento único, irrepetible, histórico y real.
De nuevo, uno de los fines últimos de la Masonería es la construcción del templo de la humanidad convirtiéndose ellos mismos en templos vivos. Brunelli, en su obra anteriormente citada, escribe:
“El trabajo del masón es doble y ninguno de los dos aspectos puede ponerse en segundo plano. Tiene que realizar un trabajo individual esotérico y contemporáneamente esotérico … dando por supuesto que el trabajo individual es la conditio sine qua non no sólo para permanecer en la Masonería, sino incluso para ser considerado masón”.
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La construcción de este templo interior y al mismo tiempo social representa para los masones una realidad “metafísica”, que se convierte en el valor supremo y por tanto absolutizado de la doctrina masónica.
Se entiende que nos encontramos ante una elevación del hombre que no tiene nada que ver con la lógica de la gracia cristiana. La construcción del templo masónico es una conquista del hombre realizada a través de un camino iniciático de tipo esotérico.
Hace un tiempo, el semanario católico Il Sabato entrevistó al ex gran maestre del Gran Oriente de Italia, Armando Corona, el cual a la pregunta del periodista “¿Qué empuja a los jóvenes a entrar en la Masonería?”, respondió: “Los que no creen en la fe cristiana buscan una Iglesia laica y se dirigen a organizaciones laicas, pero que les den al mismo tiempo valores de vida”.
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Por tanto, la Masonería ofrece valores alternativos a la fe cristiana y podemos considerar la Masonería como un movimiento pseudo-religioso que se presenta como alternativa al catolicismo.
En resumen, la perversidad conspiradora de los masones puede seguramente parecer una enorme exageración, teniendo en cuenta, por una parte, la relativa discreción política de la masonería actual y, por otra, la moderación y la elevación moral de la Masonería histórica; es por tanto injusto atribuir a los masones la responsabilidad de todos los males de la sociedad.
Esto no quita que la Masonería fanáticamente anticlerical de finales del siglo XIX, es la consecuencia lógica de la Masonería Deísta del siglo XVIII.
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Las constituciones masónicas de 1723 promueven “una religión con la que todos los hombres se encuentren de acuerdo, dejando que cada uno tenga sus propias opiniones, es decir, la de ser hombres buenos y leales, hombres de honor y de honradez, sean cuales sean las denominaciones que intervengan en distinguirles”. Este tipo de liberalismo religioso de matriz masónica excluye completamente cualquier autoridad revelada.
La Iglesia se opone a la Masonería porque en ella ha reconocido una filosofía fundamentalmente anticatólica, reservada a una élite, basada en una moral puramente naturalista y en un humanismo racionalista, y por tanto, en último término, inconciliable con la salvación que sólo en Cristo Jesús muerto y resucitado se ofrece a la humanidad.
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