Hace falta inteligencia práctica para limar esas asperezas, como el desorden, que afecta a la relación de pareja más de lo que debería
En el consultorio, los cónyuges admitieron que discuten por cosas que según ellos tienen una relativa importancia, considerando que ambos son responsables, fieles, trabajadores y se aman.
Sin embargo, han advertido que es un foco rojo en su relación.
— ¿Qué me dices —interviene con firmeza la esposa—, que a dos años de casados aun no guarda sus zapatos en su lugar? solo por poner un ejemplo.
—Lo admito —respondió el cónyuge— solo que bien podría hacer otra lista de cosas que también me afectan, como cuando pierdes el tiempo en los almacenes o hablando por teléfono; extravías las llaves; olvidas compromisos, más tu falta de previsión en muchas cosas, en un cuento de nunca acabar.
—Es por eso que de común acuerdo hemos decidido acudir a consultoría —dijeron—.
—Bien, entonces hablemos de la inteligencia practica y las virtudes al servicio del amor —les propuse—.
La inteligencia práctica es la aplicación de la inteligencia a los entornos de la vida diaria y sus requerimientos, y se ejercita en la resolución de problemas cotidianos, mismos que remiten a desarrollar hábitos buenos como vía de solución permanente.
Por ello ambos deben considerar verdades como:
- Adquirir la virtud contraria puede requerir tiempo según lo arraigado que se encuentre el mal habito que se le opone, y, por tanto, requiere también paciencia de ambos cónyuges en un conceder, sin ceder, mientras se mejora.
- Siendo así, es más eficaz proponerse adquirir una sola virtud a la vez, que varias simultáneamente, para concentrar en ella todo el esfuerzo.
- Es importante acertar en la elección de la virtud sobre la que se va a trabajar, pues se trata de darle mayor importancia a lo que más afecta.
¿Como evaluar el avance en el proceso de su adquisición?
Pongamos como ejemplo el orden.
La noción de orden puede resultar vaga y confusa, así como difícil de conectar con lo que de esta virtud requiere el otro cónyuge, es por eso que se deben dejar muy en claro los criterios acordados en casos concretos: “el acomodo de la ropa, por falta de espacio, es más práctico para los dos, de esta manera”.
Luego, cuando el cónyuge comienza a descubrir su mal hábito después de realizada la acción, debe analizar y profundizar en el cómo y por qué incurrió en el fallo para proponerse no repetirlo.
Si persevera en el esfuerzo por mejorar entonces pasará a una nueva etapa:
- Comenzará a descubrir su inclinación al desorden antes de realizada la acción.
- Conseguirá detenerse un instante antes de responder a la situación que se le presenta.
- Reflexionara para determinar cómo ha de actuar correctamente.
Puede haber derrotas, pero ya se reconocen como tal, y se aprovechará la experiencia en un recomenzar atendiendo los mismos puntos anteriores.
¿Qué sucede cuando ya se conquistó el buen hábito?
- Ya no será necesaria una conciencia tan reflexiva, y la voluntad se inclinará con mayor prontitud y espontaneidad hacia la acción de orden.
- Los sentimientos, que antes estaban claramente a favor del mal hábito, también comienzan a secundar la nueva dirección de la inteligencia y de la voluntad porque resulta más gratificante vivir el orden que él desorden.
En esta etapa, ya se puede ser ordenado con naturalidad, facilidad y constancia. La inteligencia, la voluntad y los sentimientos se encuentran habitualmente inclinados en ese sentido y, si en alguna ocasión, alguna de estas facultades intenta apuntar en la dirección opuesta, existirá la capacidad de detectarlo a tiempo y rectificar el rumbo.
Una vez adquirida la virtud, habrá que asegurar que no se pierda, lo cual ocurriría si se dejara de ejercitar. Ciertamente, lo importante será continuar ejercitándose en el esfuerzo, mantener la lucha, aunque ya no esté centrada en la virtud recién adquirida, sino en otra que habrá que elegir y la garantía al luchar por esta nueva virtud, asegura la anterior ya que las virtudes se conectan.
¿Las dificultades que se deben remover?
- No saber que se carece de la virtud.
- Se reconoce el mal habito, pero no quiere proponerse la virtud opuesta.
- No se valora lo suficiente, faltan razones, un por qué suficientemente fuerte para mover a la voluntad al cambio en aras del amor.
- No se quiere hacer el esfuerzo que supone el proceso.
- Se piensa que no puede, no tiene confianza en sus fuerzas, ni en la ayuda del cónyuge.
- Después de haber iniciado el proceso, se interrumpe por desaliento: al aparecer las dificultades; al no ver los resultados; al comprobar que no se llega a la meta, a pesar del paso del tiempo.
Cada virtud conquistada en la vida matrimonial para hacer feliz al otro, estrecha los lazos afectivos más allá de la complacencia física o psicológica de ambos cónyuges, pues es la manifestación de la voluntad en el don personal del amor conyugal.
Consúltanos en: consultorio@aleteia.org