En 1831, la novela “Nuestra Señora de París” (más conocida por el Jorobado de Notre-Dame) convenció a los franceses de que era necesario salvar el monumento.
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Lamentablemente, Quasimodo pudo hacer mucho más por la catedral de Notre-Dame de París que los Bomberos de la ciudad del 2019. El personaje de Victor Hugo, protagonista de una triste y hermosa historia a la vez, logró conmover el corazón de los franceses y reaccionar ante la degradación que sufría el templo gótico.
Victor Hugo escribió “Notre-Dame de París” en 1831 (con redacción definitiva en 1832) porque se propuso luchar contra“la decadencia actual de la arquitectura“. En el prólogo lamentaba el mal estado en que se encontraban “desde hace ya doscientos años estas maravillosas iglesias medievales”. “Las mutilaciones le vienen de todas partes, tanto desde dentro como de fuera”, añadía.
“El jorobado de Notre-Dame quizás haya abierto realmente algunas perspectivas sobre el arte de la Edad Media, sobre este arte maravilloso hasta el momento desconocido por unos, y lo que es todavía peor, mal apreciado por otros”, escribió.
Así como el gótico es apreciado hoy por todo el mundo, a finales del XVII y comienzos del XVIII sufrió un grave desprestigio, que llevó al abandono de las iglesias medievales. Poco podía imaginar Victor Hugo que sigos después Notre-Dame sería uno de los monumentos más visitados del mundo entero (o que Disney haría una película de dibujos animados inspirada en su novela).
La vuelta de la moda a favor del gótico
Al colocar el foco en Notre-Dame, Victor Hugo consiguió que las autoridades públicas reflexionaran sobre la necesidad de restaurar la catedral y se convocó un concurso de arquitectos. Lo ganaron Lassus y Viollet-le-Duc en el año 1844.
Viollet-le-Duc es famoso en la historia de la Arquitectura por su recuperación del estilo gótico y por su tendencia a dotar de antigüedad la parte del edificio restaurada. De esta manera a veces es difícil distinguir qué queda del monumento original y qué parte es de nueva construcción o incluso inventada respecto del original. Es famoso por haber reconstruido también la ciudad de Carcassone, en el sur de Francia.
En cualquier caso, su trabajo en Notre-Dame fue atento y logró que la catedral recuperara el esplendor de siglos anteriores.
Desde entonces, también los pintores (tanto franceses como extranjeros) intentaron atrapar la luz en la piedra, sobre todo en el XIX con el impresionismo y el puntillismo, lo que engrandeció su fama. Cuadros como el de Matisse han pasado a la Historia del Arte.
Por otro lado, los jóvenes aristócratas británicos, desde mediados del siglo XVII acostumbraban a hacer “El Grand tour”, un viaje por Europa antes de entrar en la etapa profesional. Aquello les llevaba a conocer a fondo la cultura del continente en medio de un periplo que tenía bastante de aventura. Para todos ellos, que procedían del Londres de un gran imperio colonial, París era un foco de atracción de primer orden y Notre-Dame se volvía un recuerdo imperecedero. Muchos de ellos encargaban cuadros que eran “vistas” del Sena y de Notre-Dame.
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