Aún así, la lucha por abolirla está, todavía muy lejos de terminarEn la víspera del VII Congreso Mundial Contra la Pena de Muerte, celebrado en Bruselas a principio de marzo de este año, el Papa Francisco –a través de un video mensaje—volvió a reafirmar su convicción de que la pena de muerte debe ser abolida en todos los países donde aún se lleva a cabo.
“El objetivo de la abolición de la pena de muerte a nivel mundial representa una valiente afirmación del principio de la dignidad de la persona humana y de la convicción de que el género humano pueda afrontar el crimen, como también rechazar el mal, ofreciendo al condenado la posibilidad y el tiempo para reparar el daño cometido, pensar sobre su acción y poder así cambiar de vida, al menos interiormente”, subrayó el Papa a los congresistas.
Ya en agosto de 2018, el pontífice argentino había introducido algunos cambios en el Catecismo de la Iglesia Católica, concretamente en el número 2267, afirmaba que la Iglesia enseña, a la luz del Evangelio, que “la pena de muerte es inadmisible, porque atenta contra la inviolabilidad y la dignidad de la persona” y está comprometida con determinación a su abolición en todo el mundo.
Lo cierto es que la voz del Papa, como en tantos otros ámbitos de la vida planetaria, se ha convertido en líder de una tendencia que,
afortunadamente, va a la baja. Al día de hoy, más de dos terceras partes de los países del mundo han abolido la pena de muerte de iure o de facto.
Asistimos a una tendencia a la baja del número de condenas a muerte y de ejecuciones en el mundo. En 20 años, más de cincuenta estados han prohibido la pena de muerte en su legislación; 108 estados han abolido la pena de muerte para todos los delitos, siete la han abolido para los delitos de derecho común y 29 mantienen una moratoria sobre las ejecuciones, lo que suma 144 estados en total.
Sin embargo, se sigue aplicando la pena de muerte en 55 estados y territorios, entre ellos Estados Unidos, Bielorrusia, Japón, Singapur y Sudán del Sur, ha dicho en su más reciente informe Amnistía Internacional (AI), organización que señaló que en Tailandia, por ejemplo, se realizó en 2018 la primera ejecución desde 2009.
AI señala en su informe que, al menos, 690 personas fueron ejecutadas globalmente en veinte países en 2018, en comparación con las 993 que se tienen documentadas de 2017.
Una “baja” de 303 personas que es sumamente significativa en las estadísticas que evalúan el uso de la pena de muerte en todo el mundo, excepto en China, donde el número de personas ejecutadas cada año es un secreto de estado.
Las cifras “muestran que la pena de muerte está firmemente en decadencia y que se están tomando medidas efectivas en todo el mundo para poner fin al uso de este castigo cruel e inhumano”, dice en su informe AI.
En lo que podría tomarse como la parte “positiva” de las estadísticas, el organismo defensor de los derechos humanos a nivel internacional registró conmutaciones o perdones de condenas a muerte en 29 países el año pasado.
Para AI y para el Papa y la Iglesia católica el consenso global que se está construyendo está dirigido a dar fin al uso de la pena capital, sin embargo, el organismo afirmó que hay todavía cerca de 19.000 personas en los “corredores de la muerte” de todo el mundo, por lo que “la lucha está lejos de terminar”.
De hecho, 78 por ciento de las ejecuciones reportadas en 2018, se llevaron a cabo en cuatro países: Irán, Arabia Saudita, Vietnam e Irak; el resto, 22 por ciento, en el resto de los países que todavía la usan y, muchas otras, quizá cientos o miles, en China.