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Christine, que ganó dos kilos después de la marcha consecutiva de sus dos hijos, afirma que sintió como un "desgarro". Durante un año, se deshacía en lágrimas en cuanto entraba en la habitación de los hijos. A esto se le llama el síndrome del nido vacío.
Aunque este síndrome puede ocurrir con la partida de cualquier hijo, es predominante con el primero y con el último. Afecta especialmente a las madres y está creciendo entre los padres, que, en la actualidad, están más implicados en la educación que las generaciones precedentes.
La psicóloga Charlotte de Coupigny, terapeuta familiar y del consultorio Contextes et thérapies, anima a sus pacientes a aprovechar este periodo para "escucharse y abrir un mar de posibilidades". Les invita a cambiar de casa, a aventurarse a escribir una tesis o participar en una misión humanitaria.
Una apertura al exterior
Las remodelaciones son saludables, aunque a veces los niños puedan oponerse a ellas. "Cuando escuchamos nuestros deseos, enviamos un mensaje positivo a los niños. Les decimos que la vida es bella, les animamos a no inquietarse por sus padres, ¡y eso es precisamente lo que necesitan saber!".
Otros padres, liberados de las ataduras de los horarios educativos, ven vía libre para implicarse más en su trabajo. Diane ha subrayado que ella ahora trabajaba más, pero sin sentirse culpable.
Este periodo de ajustes a menudo llega en el momento preciso para dar vida a otros proyectos, renovar las relaciones con los amigos, ocuparse de la casa, preparar los reencuentros con los hijos que se han ido…
Otras personas deciden también emplear su tiempo libre para ocuparse de los demás. Diane "por fin" pudo responder a las solicitudes de la fundación social Emaús y del coro de su pueblo, Michaëlla ha montado una cafetería Joyeux en Burdeos…
Esta abertura hacia el exterior no es la única solución. Esta etapa también es una excelente oportunidad para realizar un reordenamiento interior. Cuando quedan otros niños en la casa, la marcha de uno de los mayores puede permitir a los demás ocupar un nuevo lugar entre los hermanos y disfrutar de una mayor atención de los padres.
Alegrías inéditas
La pareja, por supuesto, centrada en la educación durante veinte años, puede experimentar un renacimiento tras la emancipación de los hijos. Según Charlotte de Coupigny, "hay que replantear la estructura misma de la pareja, ya que con frecuencia ha sido más parental que conyugal durante los años educativos".
El distanciamiento de los niños ofrece también unas alegrías inéditas. "Empecé a llevarlo mejor al cabo de un año, cuando pensaba más en ellos que en mí en el sentido de que pude alegrarme porque habían levantado el vuelo, porque eso significaba que nosotros habíamos tenido éxito en nuestra misión como padres", admite Christine.
Una oportunidad de mejorar la vida espiritual
¡El nido vacío oculta también algunos beneficios espirituales inesperados! El redescubrimiento del silencio de la casa y del tiempo libre es propicio para la introspección y la oración. Capucine, que se describe como estresada por naturaleza, reflexionó sobre aquello que quería realmente. Entonces se dio cuenta de que consideraba esta segunda etapa de su vida como una oportunidad de retomar su vida de fe. Así, encontró la serenidad yendo a Misa todos los días y con la guía de un director espiritual.