La persona que no está sana emocionalmente carece de una visión esperanzadora de cara al futuro y de cualidades como la alegría, la paz y la resiliencia.
Es muy importante que reconozcamos que todos, tanto hombres como mujeres, tenemos heridas emocionales y que muchos las queremos superar reprimiéndolas. Hay muchos peligros si lo hacemos.
Por ejemplo, la creencia de que los hombres no deben llorar puede llevar a muchos varones a escoger vivir en un mundo emocional totalmente muerto. Es el típico varón que nunca demostrará sus afectos ni será cariñoso ni con su mujer ni con sus hijos, ni mucho menos con sus padres, hermanos y amigos. Esa represión significa incapacidad de respuesta o expresión emocional.
Esta manera de ocultar sus heridas emocionales es peligrosísima, porque los hijos necesitan ver que sus padres expresan sus emociones de forma sana, para poder hacer ellos lo mismo. Así, un padre que no sabe demostrar su amor hace mucho daño, tanto a sus hijos como a sus hijas.
El hijo -varón- necesita identificarse con la figura paterna, y la hija necesita sentirse querida y valorada por su padre, para poder luego, a la edad de casarse, tener una referencia de amor masculina sana, y no buscar que el cónyuge reemplace el afecto paterno no recibido.
La persona que no está sana emocionalmente carece de una visión esperanzadora de cara al futuro y de cualidades como la alegría, la paz y la resiliencia.
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