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¿Intentando agradar por miedo? Cuidado, eso no es amor

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Carlos Padilla Esteban - publicado el 18/01/19
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Los temores (a perder a la persona, a que no gustarla,…) atan, atrévete a amar sin miedo

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Parece ser que el amor y el miedo tienen muchas conexiones. Cuando no amo a alguien, no temo perderlo. Pero si amo y me involucro, comienza el miedo a perder…

Me importa dejar que se aleje aquel a quien más quiero. Me da miedo la ausencia, la pérdida, el dolor que aún no siento, pero puedo llegar a sentir. Si ocurre lo que más temo.

Son mis miedos anticipatorios los que me atan por dentro. Sufro prematuramente lo que no ha ocurrido. A veces en vano, cuando no sucede.

El miedo a defraudar a quien me importa forma parte también del amor. Amo a mi padre, y me importa su opinión, lo que piensa de mí, lo que opina. Su mirada sobre mí tiene mucha más fuerza que la mirada de otros a quienes no amo.

Temo no estar a la altura que me piden, no llegar a la cumbre a la que aspiro, no dar la talla que esperan de mí.

Es grande el temor por desengañar a quien me ama. Temo perder su amor, su benevolencia, su predilección. Dejar de ser elegido, amado, querido.

Tengo miedo. Me asusta el abandono por no haber cumplido, por no haber sido tan bueno como esperaban de mí.

Hay otro miedo unido al amor. Es el miedo a dejarme ver en mi verdad y que después de verme tal como soy, aquel que me ama, se desilusione. No le guste mi alma, mi pecado, mi debilidad. Deteste mis imperfecciones y límites. Se asuste ante mis contradicciones.

Yo mismo me sorprendo. ¿Cómo me va a poder amar con un amor tan grande aquel que fácilmente sólo ama mis luces y talentos?

Me escondo por miedo a ser rechazado. Si conoce la verdad, pienso, me sentiré humillado. Me cubro de máscaras que esconden mi pobreza. Seguro que con las luces de fiesta con las que me cubro quedará todo algo más maquillado.

El amor y el miedo vuelven a encontrarse. Esta misma mirada la proyecto en Dios. Quiero que me quiera. No quiero defraudarlo, porque me importa lo que piensa de mí.

Incluso intento esconderme, para que no vea la misma pobreza que Él ha creado amándola. Y me alejo turbado.

Y me da miedo su mirada, al pensar que es como la mía. A mí no me gusta mi pobreza.

Entonces escucho a Juan en Juan 4,11-18: No hay temor en el amor, sino que el amor perfecto expulsa el temor, porque el temor mira el castigo; quien teme no ha llegado a la plenitud en el amor.

El amor perfecto expulsa el temor. Mi amor es imperfecto. ¡Cuántas cosas hago por miedo al castigo, al reproche, al desprecio!

Trato con delicadeza, sonrío y busco agradar. Pero no lo hago por amor, sino por miedo a no ser amado. Intento decir la palabra correcta, con el gesto adecuado, todo movido por ese miedo inconsciente a no ser querido. A quedarme solo, fuera del mundo.

Quiero que los demás estén contentos conmigo. Busco satisfacer todas sus expectativas. Son tantas.

Dicer la Biblia: “Ya no te llamarán Abandonada, ni a tu tierra Devastada; a ti te llamarán Mi favorita, y a tu tierra Desposada, porque el Señor te prefiere a ti, y tu tierra tendrá marido”.

Eso es lo que yo quiero. No ser abandonado, no quedarme solo sin amor. Mi amor herido me mueve a mendigar amor.

¿Cómo puedo sanar tantas heridas de amor? Quiero pensar en la mirada de Dios sobre mi vida: La alegría que encuentra el marido con su esposa, la encontrará tu Dios contigo”.

Quiero que Dios esté alegre con mi vida. ¿Lo está?

A menudo me imagino a Dios enfadado conmigo, reprochándome mis pecados. Echándome en cara mi fragilidad. Culpándome de mis mezquindades. No estoy a la altura que Él esperaba.

Quiero perder ese miedo infantil. Quiero atreverme a amar sin miedo.

Puedo perder a quien amo, es cierto. Puedo dejar de ser amado porque el amor humano es frágil, también lo sé. Pero lo que tengo claro es que el amor y el miedo juntos hacen mala combinación. Se repelen como polos del mismo signo.

No es pleno un amor lleno de miedos. ¿Qué me motiva a hacer las cosas?

Me veo haciendo gestos de amor aparentemente. Pero la motivación es el miedo a defraudar. Intento agradar siempre. Y mi motivación es el miedo. Me da pena.

¿Cuántas cosas hago sólo por amor? Quisiera tener un amor limpio de impurezas. El miedo es una de ellas.

Es humano, lo sé. Pero creo que puedo crecer en libertad interior. Ser más libre para amar sin temer el dolor que pueda suponer un día la renuncia.

Quiero amar con toda el alma, sin que me asuste una posible separación o lejanía. Quiero amar con las entrañas, sin que el miedo empañe mi deseo de darme por entero. Aparto de mi alma el miedo. Y elijo amar sin nada que me turbe.

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