El testimonio de este matrimonio que celebra sus bodas de oro nos confirma que cuando el amor se hace voluntad, uno se compromete libremente a entregarse completamente a través de un pacto fiel, indisoluble y abierto a la vida.
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Recuerdo cuando mi esposo muy feliz firmaba un pagaré bancario por los gastos del parto de uno de nuestros hijos. Para nosotros, la deuda en esas circunstancias era algo normal, pues a decir verdad, casi siempre vivimos con un déficit de ingresos que de una u otra forma íbamos resolviendo.
Con todo, tuvimos nuestros hijos sin miedo a la vida, responsable y generosamente. Fue así, porque siempre contamos con un superávit en nuestro amor y capacidad de luchar juntos ante cada dificultad grande o pequeña. Con orgullo, creemos que la nuestra, sin ser una historia de amor novelesca, ha sido una realmente una entrega plena y total y reflejo de “solo a ti te quiero y por siempre te querré”
Se trata de una historia que construimos a golpes de libertad.
¿Vicisitudes, defectos, limitaciones…? Por supuesto que las ha habido: entre nosotros, con nuestros hijos y de un tiempo acá indirectamente por algún nieto. Solo que mi esposo y yo jamás llevamos cuenta de la dureza de las pruebas por las que pasamos noches en vela, pues el amor, al hacernos mejores personas nos mostró que los días de luz se hicieron para las noches oscuras, y no perdemos la paz ni nos salimos del cauce natural del matrimonio. Para nosotros ese ha sido el deber ser de las cosas y jamás se nos ha ocurrido, ni por asomo, lo contrario.
Tal ha sido el compromiso.
¿Cómo se forma, y cuál es la estructura del compromiso matrimonial?
Ambas se pueden describir como subiendo por una escalera de cinco peldaños.
Primer peldaño
No se conocían, y ahora, ya se conocen. La voluntad entonces se abre a la aceptación del otro como un bien para sí, porque se encuentra un gusto y complacencia en la personalidad, belleza, inteligencia y gracia del otro. Es el enamoramiento en el que “el amor dado” se acepta como llegado desde afuera, y es aún frágil, pues cuentan más las cosas de la persona que la persona misma.
Segundo peldaño
Además de percibir al otro como un bien para sí, se incuba un amor benevolente hacia su persona, por lo que se busca y desea su bien. Nace entonces el deseo de convertirse en el mejor don para el otro, cuyas cualidades comienza a identificar con los fines del matrimonio, como son la mutua ayuda, procreación y educación de los hijos.
Se produce ahora una apertura de la voluntad por la que se desea la unión en matrimonio como futuro posible, pero aún no se decide. Es decir, se quisiera, pero aún no… todavía no….
Su amor prenupcial empieza a ser percibido por los demás.
Tercer peldaño
El amor benevolente se expande y se quiere plenamente la unión, por lo que voluntad se abre al consentimiento por el que se darán y se aceptarán como esposos, creando un vínculo con derechos y deberes asumidos conscientemente. Es una decisión madura que nace del amor y se ordena al amor, a través del verdadero compromiso.
Se hacen planes, se concretan las posibilidades y se participa a los demás compartiendo la alegría de su decisión. Se entrega el anillo y se pide la mano.
Cuarto peldaño
Se contrae matrimonio a partir de su libre consentimiento, en un amor debido en justicia en el plano del deber ser.
Matrimonio y vida matrimonial son dos cosas distintas, por lo que el deber ser proyectado al futuro que habrán de construir, lo expresan públicamente prometiendo amarse y respetarse todos los días de su vida, en lo próspero y en lo adverso, en la salud y en la enfermedad.
Serán así una sola carne y un solo espíritu.
Quinto peldaño
En la vida matrimonial, aun cuando pase por claroscuros, la comunidad de amor se va actualizando y profundizando por actos libres, repetidos. Si en los principios del enamoramiento poco actuó la voluntad, ahora en cambio, los cónyuges han de construir su amor en el hoy para que viva mañana, de otra manera, se debilitara.
Por eso, su proyecto como comunidad de vida y amor les exige un continuo hacerse por la libertad y la responsabilidad.
El compromiso, es aquel acto de la voluntad que compromete la libertad asumiendo el futuro posible en su plenitud y totalidad, para entregarlo al otro en un pacto fiel e indisoluble. A partir de ese momento, la vida matrimonial es cumplimiento del compromiso adquirido.
Por eso, el amor conyugal es naturalmente fecundo, perpetuo y exclusivo.
Por Orfa Astorga de Lira.
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