El exorcista advierte: la posesión sólo se da en personas moralmente corrompidas, no en personas con trastornos mentales
Las posesiones diabólicas son un hecho real, no hay que confundirlas con enfermedades psiquiátricas, pero no suceden por casualidad. Son, normalmente, el fruto de una vida moral corrupta, porque el diablo ataca donde hay debilidad.
Lo dice Raffaele Talmelli, exorcista de la diócesis de Siena, psiquiatra y psicólogo, capaz de identificar el sutil margen que separa la intervención del demonio de las patologías mentales.
En una entrevista al Avvenire (16 junio) aclara: “Una malsana publicidad ha llevado a pensar que la posesión demoniaca sea una especie de meteorito que cae del cielo y afecta a cualquier desventurado. Es el cambio, normalmente, el fruto de una vida moral corrompida. La Tradición de la Iglesia nos enseña que – con excepción de algunos santos que han padecido experiencias diabólicas como “purificación pasiva” – “la posesión ordinariamente solo tiene lugar en los pecadores”.
Y, como demuestra el caso de Judas, prosigue Talmelli, “se pueden libremente cultivar los vicios a pesar de la abundancia de gracias derramadas por Dios. Jesús encuentra al primer endemoniado en una sinagoga; el Evangelista escribe literalmente que ese hombre “tenía dentro un espíritu impuro” (Mc 1,23) e ilumina así cual puede ser el terrible final de la corrupción moral”.
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