Reconocer y mostrar las heridas, los defectos, nos hace grandes como personas y nos acerca a los demás.Que no somos perfectos es una verdad universalmente reconocida. No importa si la oímos a nuestro alrededor, porque es posible que la dejemos pasar de largo sin “customizarla”, es decir, sin hacerla nuestra.
Somos muy valientes a la hora de criticar los aspectos negativos de los demás, los juzgamos incluso puede que con severidad, pero en cambio… cuando se trata de hacer los deberes con uno mismo, nos justificamos, nos excusamos, miramos hacia otra parte. ¿A que sí?
Incluso hay quien al ver los defectos de su carácter presume de ellos: a la soberbia se le llama “capacidad de liderazgo”, a la ira se le llama “carácter, fuerza”…
¿Para qué mejorar entonces el carácter si socialmente me reporta beneficios?, puede creer alguien. Soy el más admirado del barrio, me temen. O en el trabajo, soy un tiburón, saben que soy capaz de cualquier cosa y eso me hace “intocable”. Entre los amigos, nadie chista en las conversaciones porque sabe que no se puede ir contra mi opinión.
Justificar el mal carácter
Justificar el mal carácter es un gran defecto y solo tiene arreglo si la persona un día es capaz de darse cuenta de todo lo que se está perdiendo fuera de su dominio. Verá que hay personas que se alejan de ella: por miedo, porque no quieren discutir contra una pared… Y verá el daño que se hace a sí misma.
Tener mal carácter, además, es aceptar una forma pobre de ser humano. Es una pobreza de espíritu, una enfermedad interior que merece una mirada de misericordia que se apiade de nosotros.
¿Recuerdan a los protagonistas de “Crimen y Castigo”? Solo la mirada de amor de una Sonia puede redimir al asesino Raskólnikov de su propia amargura. Una Sonia, atención, que es capaz de acompañarlo hasta Siberia para que cumpla ocho años de trabajos forzados (no hablamos de una mirada romántica pero inactiva).
Hacerse “amable”, digno de ser amado
Cuando uno no está dispuesto a reconocer el mal carácter, es muy posible que esté a las puertas de perder el amor: el amor de pareja, el de los hijos, el de los amigos… En cambio, quien se sabe imperfecto y pide ayuda, en ese momento se hace “amable”, y “amable” significa “digno de ser amado”.
Qué fácil resulta querer, ayudar y admirar a una persona “amable”, ¿verdad?
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Cuando alguien, en cambio, se enroca en sus defectos y dice “son cosas de mi carácter” para justificar algo malo de su personalidad, debería decir “son cosas de mi falta de carácter“. Porque el auténtico carácter es el carácter 10, la perfección, gozar de todos los valores al máximo, y eso en una persona viva es imposible: siempre estamos incompletos. Podemos y debemos mejorar en algún aspecto, y ahí está uno de los grandes retos dela Humanidad.
¿Somos ya conscientes de que nuestro carácter tiene defectos? ¿Queremos mejorar? Anota estos tips que pueden ayudarte.
- Piensa en una persona a la que dañaste con tu defecto de carácter y pídele perdón de corazón. “Sé que fui humillante al hablar así y no volverá a ocurrir, pondré los medios”, por ejemplo. O “llevo tiempo precindiendo de ti, te doy mi palabra de que te visitaré más a menudo”.
- Determina qué persona te conoce bien (o estarías dispuesto a darte a conocer) y puede ayudarte: un amigo, un familiar, un sacerdote, un psicólogo… Habla con ella y explícale que cuentas con su ayuda: que te abra los ojos e indique formas de superar esa falta de carácter.
- Plantea una lucha positiva contra ese defecto. No se trata de decirse “qué mal lo has hecho” contínuamente ni de frenarse sin más con un “no volveré a tomar alcohol” sino de ponerse en marcha hacia la virtud. Plantéate a diario una meta, no importa si es muy pequeña.
- Haz examen diario de cómo va tu lucha y anota qué ha ocurrido en tres puntos: ¿luchaste? ¿venciste? ¿qué puedes hacer ahora como siguiente paso para mejorar? Es importante que lo escribas, para que tú mismo puedas comprobar tus progresos o tus omisiones. La memoria, si uno no apunta las cosas, se deforma con mucha facilidad y podrían transcurrir cuatro semanas sin haber hecho nada.
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