Los Obispos claman por detener la violencia al inicio de la Cuaresma
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La violencia en Brasil es casi endémica. Mientras en otros países, incluido Venezuela, ha sido inoculada por un discurso hostil desde el poder, en Brasil parece casi ancestral vinculada al problema de la tenencia de la tierra y otros focos de tensiones sociales.
De acuerdo al Foro Brasileño de Seguridad Pública, en 2016 subieron todos los índices relacionados con hechos de violencia. Sólo bajaron dos indicadores: el gasto público en esta materia y la aprehensión de armas. La tasa de muertes violentas llegó a 29,9 por cada 100.000 habitantes, con un aumento de 3,8% en comparación con 2015.
En 2016, el país registró 61.619 asesinatos en 2016, siete por hora, una cifra récord en materia de seguridad según datos revelados por el Foro Brasileño de Seguridad Pública. Este indicador superó con creces el límite de 10 muertos por 100.000 habitantes que la ONU considera como violencia endémica, precisó el 11º Anuario Brasileño de Seguridad Pública presentado por la ONG en Sao Paulo.
Para el último trimestre de 2017, 113 policías militares habían sido abatidos en la “Cidade maravilhosa”. En materia de género, una mujer fue asesinada cada dos horas en 2016, totalizando 4.657 casos. También se denunciaron 49.497 violaciones, aunque se estimó que apenas 10% de las víctimas presentaron denuncias.
No es extraño, entonces, que Cássio Thyone Rosa, representante del Foro Foro Brasileño de Seguridad Pública, haya resumido el asunto con esta frase: “Tengo la sensación de que estamos a la deriva”.
Durante el Carnaval, Río de Janeiro presenció el aumento significativo en los índices de violencia, con registros de robos, arrastões (robos colectivos), saqueo a supermercados, ataques contra turistas, entre otros crímenes. En ese corto lapso, tres policías resultaron muertos.
El presidente de Brasil, Michel Temer, se vio obligado a convocar una reunión el jueves 15 de febrero por la noche con el gobernador del estado, Luiz Fernando Pezão, y otros miembros del gobierno, tomando la decisión de proceder a la intervención federal en la seguridad pública de Río de Janeiro, por decreto firmado el pasado viernes.
Con esta decisión, el gobierno brasileño profundizó la militarización de Río de Janeiro, debido a la que parece una inmanejable crisis de seguridad. Eso se traduce en mantener durante todo el 2018 a las Fuerzas Armadas en la ciudad carioca.
Lo que para los venezolanos es común, la militarización de casi todo, para los brasileños, a pesar de convivir con la violencia, es inusual, que ocurra en una ciudad. Aparte de ello, significa un gasto público descomunal. Basta un dato: desde que en julio pasado se oficializó la participación del Ejército en las operaciones “anti narcos” en las favelas, y también en el patrullaje callejero, el ministerio de Defensa lleva gastados por mes 10,5 millones de reales (3,3 millones de dólares). Ese esfuerzo, sin embargo, no solo funcionó insatisfactoriamente sino que, entre agosto y noviembre último, aumentó en 25% el número de autos robados, en comparación con 2016.
La estadística indica 36,7 homicidios por cada 100.000 habitantes. Es una cifra triste que duplica la media de América Latina y supera en 12 veces la de Buenos Aires. Los peores números desde 2010. La crisis de seguridad carioca no está deslindada de lo que ocurre en el resto del país. Según un informe elaborado por el diario O Globo, entre 2001 y 2015 hubo 786.000 homicidios en Brasil, lo que representó un asesinato cada 10 minutos.
Lo que muchos especialistas afirman en relación a Brasil podría ser suscrito por los venezolanos sin quitar una coma: consideran que el país vive una situación de guerra interna. “No tenemos pena de muerte en la Constitución, pero sí la tenemos en la práctica”, declaró el presidente de la Corte Interamericana de Derechos Humanos Roberto Caldas. Y añadió: “La violencia letal es practicada por el propio Estado, sin un permiso formal pero sí informal”.
Ante la creciente ola de violencia en Río de Janeiro, los obispos de Brasil han lanzado la Campaña de la Fraternidad 201, -el Miércoles de Ceniza- cuyo tema es “Fraternidad y superación de la violencia”. El Arzobispo de Río de Janeiro, Cardenal Orani João Tempesta, publicó un artículo en el que lamenta lo mucho que “sufrimos y estamos casi estresados con tanta violencia”.
Por su parte, el Arzobispo de Niterói, Mons. José Francisco Rezende Dias, escribió en diarios locales:
“La seguridad es privilegio de pocos; la violencia, la realidad, de muchos” y, como si hablara de Venezuela, el prelado continuó: “Nuestras residencias están cerradas, nosotros estamos aislados, el miedo nos aleja, la violencia nos intimida”, lamentó, precisando que, “en las periferias, los moradores están entregados a grupos armados (…) Hay que resistir toda forma de violencia y consagrar los esfuerzos en la causa de la paz”. Y concluyó con la pregunta: “¿Después de todo, no somos todos hermanos?”
El Obispo recordó que Brasil es “la octava mayor economía mundial” pero, señalando el fondo del asunto destacó: “el décimo país más desigual del mundo según el informe del desarrollo humano, de 2016, de las Organizaciones de las Naciones Unidas (ONU), lo que se refleja en altos números de violencia”.-