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Qué hacer cuando te perturba una imagen que has visto

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Raniero Cantalamessa - publicado el 17/02/18
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El sencillo y concreto consejo del predicador del papa FranciscoHoy hay un nuevo marco en que es particularmente necesario no ajustarse a este mundo: las imágenes.

Los antiguos habían acuñado el lema: “Ayunar del mundo” (nesteuein tou kosmou); hoy se debería entender en el sentido de ayunar de las imágenes del mundo.

Hubo un tiempo en que el ayuno de alimentos y bebidas era considerado el más eficaz y necesario. Ya no es así. Hoy se ayuna por muchos otros motivos: sobre todo para mantener la línea.

Ningún alimento, dice la Escritura, es en sí mismo impuro, mientras que muchas imágenes lo son. Se han convertido en uno de los vehículos privilegiados con los que el mundo difunde su antievangelio. Un himno de la cuaresma exhorta:

Utamur ergo parcius          Utilicemos parcamente

Verbis, cibis et potibus,      palabras, alimentos y bebidas.

Somno, iocis et arctius       sueño y recreo. 

Perstemus en custodia.      Estemos más atentos en custodiar los sentidos.

A la lista de las cosas que hay que usar parcamente —palabras, alimentos, bebidas y sueño— habría que añadir, las imágenes.

Entre las cosas que vienen del mundo y no del Padre, junto a la concupiscencia de la carne y la soberbia de la vida, san Juan pone significativamente “la concupiscencia de los ojos” (1 Jn 2,16).

Recordemos cómo cayó el rey David… lo que le ocurrió mirando en la terraza de la casa de al lado, pasa hoy a menudo abriendo algunos sitios en Internet. 

Si en algún momento nos sentimos turbados por imágenes impuras, sea por imprudencia propia, sea por la invasión del mundo que caza a la fuerza sus imágenes en los ojos de la gente, imitemos lo que hicieron en el desierto los judíos que eran mordidos por serpientes.

En lugar de perdernos en estériles lamentos, o buscar excusas en nuestra soledad y en la incomprensión de los demás, miremos a un Crucifijo o vayamos ante el Santísimo.

Como Moisés levantó la serpiente en el desierto, así es preciso que sea levantado el Hijo del hombre, para que todo el que cree en él tenga vida eterna” (Jn 3,15). Que el remedio pase por donde ha pasado el veneno, es decir por los ojos.

 

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