Con la Navidad la nostalgia aumenta para aquellos que viven lejos de su familia, de su tierra.
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Cuando vivimos lejos de nuestra tierra, la nostalgia suele convertirse en una compañera de viaje permanente. A veces se vuelve una compañía molesta, con la que es difícil convivir. También puede sentirse como una música de fondo o como una segunda piel, que termina formando parte de nuestra vida y que notamos sólo cuando cambia su intensidad. En otros momentos la nostalgia se vuelve pequeñita y ligera, casi imperceptible y podemos tener la ilusión de que finalmente se ha ido.
Los “ataques de nostalgia” que sentimos cuando vivimos lejos de nuestra tierra, están relacionados con nuestra historia, con el modo de enfrentar el proceso de desarraigo y de adaptación a otra cultura y con el estilo de vida que llevamos en el nuevo país.
A veces basta un olor, una imagen o un fragmento de música para desencadenar el deseo ardiente de regresar a nuestra tierra o también el de volver a vivir un tiempo que ya se ha ido y que no volverá jamás.
Durante la Navidad, cuando vivimos lejos de nuestra tierra, la nostalgia se vuelve intensa, porque nos hace caer en la cuenta de la dolorosa distancia de nuestros seres queridos y también de la ausencia de los que ya descansan en paz.
Los recuerdos nos asaltan, llevándonos hacia un tiempo que no volverá y recordándonos que estamos lejos. Podemos tratar de convivir con la “nostalgia navideña” en santa paz o pelearnos todo el tiempo con ella para tratar de que se vaya.
Recordando algunos ataques de “nostalgia navideña” que he sufrido, recordé también algunos “remedios de la abuelita” para el resfriado, la tristeza o para el mal de amores.
Así que le pregunté a algunas mujeres latinoamericanas que viven fuera de su país de origen, cuál era el remedio que usaban para la “nostalgia navideña”.
Y éstas fueron algunas de sus respuestas:
- No hay remedio. Trato de no pensar mucho, de no recordar. Lo único que me la quita es viajar y volver a mi país.
- Trabajo en una comunidad, acompañando y sosteniendo a otras mujeres que sufren mucho durante la Navidad porque llevan una vida muy dura y porque están lejos de sus hijos y de toda su familia. Trato de ser instrumento de alegría y de consuelo para aquellas que lo necesitan. Haciendo esto, también me siento alegre, consolada y acompañada.
- Pongo el Nacimiento junto con mi esposo y mis hijos. Es un momento muy especial. Cada vez que regreso de Perú voy trayendo cositas. Nuestros amigos lo contemplan con mucha atención y curiosidad cuando vienen a casa y varios de ellos también han puesto nacimientos andinos en sus hogares.
- No creo que la nostalgia navideña necesite un remedio. Hay que vivirla y basta.
- Trato de darle una huella personal a la celebración de la Navidad, no remplazando, quitando o sustituyendo lo que se usa en la nueva cultura, sino agregando y sumando parte de la mía. Por ejemplo, cocinando y compartiendo un platillo que siempre he comido durante las navidades con mi familia.
- Festejo la Nochebuena con mis amigas y amigos, porque muchos estamos lejos de nuestra familia y pocas veces podemos volver a nuestro país. Todos venimos de lugares muy distintos, así que cada uno comparte algo con los demás, un platillo, un canto, una tradición. Lo importante es estar juntos y recordar el verdadero sentido de la Navidad.
- Trabajo casi siempre y tengo poco tiempo para descansar. Pero en Nochebuena, cuando termino de trabajar me arreglo y llamo a mi familia, porque justo coincide con la Nochebuena en mi país. Hablo con mis papás, mi abuelita, mis hermanos, mis tías y sobrinos. Hablo con todos, aunque sea un poquito y aunque a veces me da mucha tristeza estar lejos es muy lindo escucharlos y verlos. Al menos exploto estas nuevas tecnologías, porque antes sólo podía hablar por teléfono y costaba muy caro.
- Busco a una amiga que tenga nostalgia navideña como yo y hacemos algo especial juntas. Así nos reímos y nos damos alegría.
- Desde hace varios años, organizo una posada “a la mexicana”. Cada persona trae algo para compartir con los demás, cantamos en español y nos dividimos en dos grupos: los que acompañan a los Peregrinos y los posaderos. Aquí los espacios son pequeños y todo es muy distinto. Las piñatas no nos quedan muy lindas que digamos, pero nos divertimos mucho y cada año somos mas.
- En realidad yo creo que la nostalgia navideña nos puede ayudar a valorar nuestras raíces, a saber quienes somos y de dónde venimos, y a buscar un sentido nuevo a la celebración de la Navidad.
- Le canto a mi hija todos los villancicos que recuerdo de cuando yo era niña. Cuando la escucho cantarlos, me derrito como mantequilla. Ella es el único remedio verdadero que tengo contra la nostalgia navideña.
- Yo compro una caja de pañuelos, me encierro en mi cuarto, apago el teléfono y lloro tranquila y a gusto hasta que ya no me salen mas lágrimas. Que al cabo los ojos hinchados se me quitan al otro día.
Para concluir, quizá un buen ataque de “nostalgia navideña” pueda convertirse en una experiencia que nos ayuda a crecer. La búsqueda de un remedio que la vuelva más llevadera nos abre la posibilidad de desarrollar nuevos recursos. Pero si la nostalgia se vuelve demasiado grande o permanente e invade nuestra vida, es necesario buscar ayuda profesional. Y tú, ¿también sufres de “nostalgia navideña”? ¿Tienes algún remedio que quisieras compartir?