Si eres madre, tu vida doméstica probablemente no es tan diferente de la mía. ¡Así que tal vez te vengan bien estas ideas!
En los últimos años, mis oraciones favoritas (y, la verdad sea dicha, las únicas que consigo rezar) son pequeñas preces espontáneas, tipo: “Señor, que no llegue tarde”. O algo así: “Querido Jesús, que hoy pueda dormir el mayor tiempo posible”. Y tengo también acciones de gracias: “Gracias, Señor, por este café o este baño”.
Un observador externo probablemente pensaría que estoy loca, ya que me paso el día haciendo malabarismos con niños, tareas domésticas, y pareciendo que hablo conmigo misma a cada minuto.
¡Pero no estoy sola! Sé que, en algún lugar, alguien me escucha y me motiva, y que lo que parece ser caos y desorden está, en realidad, lleno de belleza y de sentido. Es como un caleidoscopio: si solo vemos parte de la imagen, parecerá desordenada y aleatoria. Sin embargo, vista como un todo, es tan gloriosa como una vidriera de colores.
Despertando a la realidad
Mi vida solía tener una belleza diferente, menos caleidoscópica. Me gusta recordar mis años de universitaria, porque, en esa época, era como si viviese un cuento de hadas. Tenía tiempo para el ritual diario de reflexión matinal y hacía varias rutas diferentes al campus de la facultad, a lo largo del cual encontraba tiempo y lugar para la oración, adoración, confesión o sencillamente un momento de paz de camino a las clases.
En mi bolso siempre había espacio para una Biblia sin manchas provocadas por la compota de manzana de un bebé. Mi tiempo era sólo mío; lo organizaba como quería, según mis necesidades, intereses y nivel de energía. Como digo: ¡un cuento de hadas!
Tenía poca idea de lo que era tener una familia. No sabía que sería como entrar en una nave espacial, en la que mi mundo tan ordenado sería alterado por el desorden de la gravedad, y que el tiempo sería relativo, pues mi vida se iba a acelerar bastante. No tenía previsto cuán duro sería tener que trabajar para estar allí, dispuesta para mí, para mi marido, para mis hijos y para Dios.
El huracán “maternidad”
Con el nacimiento de mis hijos, el huracán “Maternidad” sopló en mi mundo espiritual. Hoy en día, ya no abro mis ojos por la mañana recitando un salmo, porque mi primer pensamiento del día es sobre mis hijos. ¿Están seguros? ¿Ya se despertaron? Si ya se despertaron, ¿dónde están? ¿Qué hago para el café de la mañana? ¿Por qué están llorando?
Quien tiene hijos sabe lo que es un estado de espíritu que no tiene modo “off”. Durante todo el día, oigo: “¡Mamá, tengo pipi! ¡Mamá, tengo hambre! ¡Mamá, juega conmigo! ¡Mamá, no! ¡Mamá, sí! ¡Por favor, mamá! ¡Mamá, dame! ¡Mamá, ven aquí!”. Allí creo que tengo una empatía especial sobre María, a quien rezamos tantas veces… ¡y empiezo a entender porqué a veces tenemos que esperar una respuesta a nuestras oraciones!
Mientras, en medio de toda esa locura, encontré un método de oración. Si eres madre, tu vida doméstica probablemente no es tan diferente de la mía. ¡Así que tal vez te vengan bien estas ideas!
Formas de rezar
Reza con tu vida. Este es un método defendido por muchos santos. Ahora aprecio mucho los momentos de silencio y soledad (son un verdadero lujo raro). Ofrezco mis deberes diarios por una intención particular – no solo todos mis deberes al principio del día. Ofrezco cada uno individualmente, a medida que voy haciendo las tareas, como: meter a un niño en la cama, hacer el café por la mañana, caminar, jugar con los niños, detener una pelea. Todo lo que en cierto modo exige de mí esfuerzo y abnegación, lo ofrezco por una intención específica.
Un misterio del Rosario. Rezar el Rosario no me es fácil, pero consigo hacer un misterio durante el día, en el intervalo entre lavar los platos y preparar los cereales. Uso un anillo en forma de rosario para acordarme de rezar – y eso ayuda.
Youtube. Encontré una bonita interpretación del Rosario de la Divina Misericordia en YouTube. Por suerte, a mis hijos les gusta y me dejan oírla. Tengo altavoces en la cocina, que puedo conectar con mi smartphone. Entonces, entre programas infantiles y “música clásica para genios” (¡en serio, está en Spotify!) pongo el rosario. Eso me permite escuchar, cantar o, muchas veces, solo estar rodeada de este sonido al leer libros con los niños.
Reaprendiendo a rezar con los niños. Mi hija de tres años ya consigue hacer la señal de la cruz, rezar la oración a su ángel de la guarda y terminar diciendo: “Jesús, en ti confío”. Me aprovecho de eso. Muchas veces, es mi única oración explícita durante el día; algo que calienta mi corazón. Cuando miro a mi hija y veo su entusiasmo, su alegría y su fuego cuando habla, me gustaría ser como ella.
Tal vez haya tenido que desistir de mi estilo de vida de cuento de hadas con los niños. Pero mi vida de oración no ha terminado; sólo ha cambiado. Y no cambiaría mi vida familiar agitada y maravillosa por nada del mundo.