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¿Pero quién puede ‘Matar a un ruiseñor’?

To Kill a Mockingbird (1962)
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José Luis Panero - publicado el 11/11/17
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Inexplicablemente, el best seller queda apartado de las escuelas estadounidenses por su lenguajeResulta sorprendente que en los tiempos que corren, donde se da una permisividad absoluta para que los adolescentes vean cualquier cosa en el cine, no digamos en la literatura que manejan, ahora una escuela de la ciudad de Biloxi, en el estado de Misisipi, al sur de los EE.UU. ha retirado de las listas de lectura Matar a un ruiseñor, exitosa y galardonada novela -recibió el Pulitzer- de la escritora estadounidense, Harper Lee -fallecida en febrero del año pasado- y publicada en 1960.

Y digo que me sorprende porque precisamente esa aventura está considerada como una de las historias que mejor aboga por la igualdad de las razas. Una novela que, a través de los ojos de una niña, consiguió que muchos lectores entendieran que la empatía no depende del color de piel de las personas. Y todo porque ahora resulta que la palabra nigger (negrata) es demasiado ofensiva para estos escolares. Lo han dicho los padres, que ese lenguaje incomoda.

¿Y qué vamos a pensar, a partir de este momento, de todas las películas o novelas, que afrontan el tema del racismo con menos empatía y más frivolidad? ¿Qué va a ocurrir si a esos escolares les ponemos a ver West Side Story? (Robert Wise, Jerome Robbins, 1961). ¿Les aburrirá por cansancio musical? ¿Por ser un filme romántico? Porque está claro que por el cruce de razas no puede ser. Y eso que fueron los estadounidenses los primeros en reconocer en los premios Oscar a Halle Berry como mejor actriz protagonista por Monster’ Ball en 2001 (Marc Forster). Un hecho insólito, puesto que el privilegio del premio a la actriz protagonista quedaba reservado a las intérpretes de piel blanca. ¿Y ahora vamos a dar pasos hacia atrás? ¿Y qué pasa con las historias de afroamericanos en el cine, por ejemplo en La milla verde? (Frank Darabont, 1999). ¿Ya no se va a poder ver por si hay referencias al negrata? ¿Y también se nos va a censurar, por lo mismo, Cadena perpetua? (Frank Darabont, 1994).

Sea como fuere, “Matar a un ruiseñor es una herramienta de aprendizaje. Tiene todas las lecciones de la vida sintetizadas y escritas de una manera que podemos escucharlas”, ha dicho Mary Badham, la actriz que con 10 años interpretó a Scout, la hija de Atticus Finch en el cine.

Por desgracia, el listado de volúmenes censurados en América es cada vez mayor: El cuento de la criada, de Margaret AtwoodEl diario de Ana Frank y Romeo y Julieta. Las aventuras de Huckleberry Finn figura en el primer lugar de la lista de los títulos más apartados en las escuelas de EE.UU. Entre otros títulos reprobados se encuentra  El gran Gatsby, de F. Scott FitzgeraldLas uvas de la ira, de John Steinbeck. ¡Hasta El color púrpura, de Alice Walker, o Beloved, de Toni Morrison!

Tal vez haya que leer Ve y pon un centinela, secuela de Matar a un ruiseñor, para poner en orden en este insólito momento. Porque si existe en el cine y la literatura un modelo de ética y de conducta ejemplar, es el de Atticus, personaje que llevó al cine Robert Mulligan en Matar a un ruiseñor en 1962 y cuya película cosechó 3 premios Oscar, uno de ellos para Gregory Peck como mejor actor.

¿No son demasiadas casualidades que todo este follón se monte sin que pueda defenderse la autora, de quien se dice que no tenía permiso para publicar la secuela? Las piezas no encajan, y si encajan alguien hace trampa. Harper Lee no, desde luego.

Clip 1 Matar a un ruiseñor Scout y Atticus

Clip 2 Juicio Matar a un ruiseñor

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