Los padres deben ayudar a sus hijos a ejercitar la reflexión, el sentido crítico, la autonomía, la moral, la intimidad de sus hijos durante la adolescencia.
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Cuando mi hijo entró en la adolescencia, mi esposa y yo nos convertimos en padres de gestos severos y prestos a la corrección, olvidándonos del amor y la confianza.
Afortunadamente nos dimos cuenta, y nos propusimos revertir el error basándonos en una guía de seis aspectos fundamentales en nuestra relación con él, con la intención de cuidarnos de estar anotando puntos en cada uno de ellos.
Estos aspectos son:
1. Hacerlo sentir que estamos cercanos a él.
- Pasarle la mano por el hombro, palmearlo suavemente, abrazarlo o restregar su cabello aprovechando la primera oportunidad que venga al caso: como un buen chiste, un éxito o simplemente animarlo al verlo decaído.
- Buscar oportunidades para provocar la charla, saliendo a caminar, correr o cualquier cosa que tenga como resultado el compañerismo y sacarlo de su natural mutismo.
- Dejar de hacer lo que estamos haciendo para hacer algo por él, como llevarlo a algún sitio o recogerlo, viéndolo como una oportunidad de contacto, más que como un servicio.
- Cuando estamos trabajando, enviarle mensajes en whatsapp y facebook con cualquier pretexto, para que perciba que lo tenemos presente.
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2. Confianza, abrirle nuestro corazón.
- Compartirle nuestros sentimientos, contarle cómo estuvo nuestro día.
- Preguntarle lo que siente sobre tal o cual situación concreta, como una reparación doméstica o los planes de vacaciones, pidiéndole su opinión.
- Contarle los bellos y divertidos recuerdos que tenemos de el cuando era niño.
- Visitar juntos a los abuelos para hablarle de ellos y de nosotros,de cuando teníamos su edad.
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3. Comprenderlo, poniéndonos en su lugar.
- Proponernos escucharlo, siendo capaces de repetir lo que nos dijo.
- No intentar “solucionarle sus problemas” solo que nos lo pida y sea lo conveniente.
- Identificar sus sentimientos y no descartarlos por muy ilógicos que nos parezcan.
- Decirle: “me da gusto que me cuentes eso” cuando nos confíe algo de su intimidad.
- No interrumpirlo cuando esté tratando de decirnos cómo se siente.
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4. Serle leal.
- Jamás hablar mal o hacer comentarios ligeros de él con terceros.
- Involucrarnos en las cosas que son importantes para él.
- Ayudarlo a tomar decisiones y apoyarlo en los resultados cualquiera que fuesen.
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5. Tratarlo como adulto en ciernes.
- Conversar con él con mucha sinceridad sobre cuestiones serias, como finanzas o planes futuros, en lo que este a su alcance.
- Abordar con delicadeza y naturalidad temas de riesgo y desinformación como: sexualidad, amigos inconvenientes, la novia, alcohol, drogas. Escucharlo ante todo sin alarmarnos de nada de lo que nos diga, para que no se cierre la puerta y conservar la comunicación.
- Hablar sobre sus proyectos a corto, mediano y largo plazo como una forma de centrarlo siempre en los valores y vaya adquiriendo un sentido realista de la vida.
- Reconocerle la libertad que va conquistando gracias a la responsabilidad de su comportamiento y respeto a los horarios negociados.
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6. En el conflicto
- Permitirle desahogar sus frustraciones y su dolor sin enojarnos con él, cuando sin faltar al respeto no usa los términos correctos.
- Ayudarlo a que aprenda a no guardar resentimientos.
- Admitir cuando nos hemos equivocado y pedirle disculpas diciendo –Lo siento, ¿me perdonas?
- Entender su deseo natural de superar un conflicto, de llegar al acuerdo mutuo, saliendo a su encuentro a mitad del camino.
- Tratar de mantener la relación “al día”, resolviendo lo que ha quedado pendiente y nunca decirle: olvídalo.
- Perdonarle cualquier error que admita, refirmándole nuestro amor.
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Ha funcionado, pues poco a poco el amor y la confianza han vuelto sin menoscabo de nuestra autoridad, pues amor y respeto, siendo compatibles, son más necesarios que nunca a su edad.
En la adolescencia algunos padres reprimen conductas que son normales y que cumplen una función necesaria para el desarrollo personal. Aquí tienen origen algunas de sus actitudes negativas como: la autoridad impositiva; la incomprensión; la falta de respeto; la intolerancia; la impaciencia; la desconfianza.
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Padres que en vez de ayudar a ejercitar las nuevas capacidades: reflexión, sentido crítico, razonamiento, autonomía, moral, intimidad, apertura a la amistad, etc., se dedican, con la mejor intención, eso sí, a entorpecerlas. De este modo no solo retrasan la maduración de sus hijos, sino que, además, provocan situaciones de incomunicación y conflicto.
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