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Comprender al adolescente es un reto para muchos adultos, sobre todo para sus padres. Su hijo deja de ser un niño y, en parte, se ve obligado a dejar de lado aquellos aspectos que le identificaron durante su infancia. Ahora toca adaptarse a los comportamientos, creencias y valores que consolidarán su individualidad como adulto.
A veces, estos comportamientos pueden ser transgresores pues está atravesando lo que se considera una «crisis normativa» pero, en cualquier caso, estamos ante una situación normal y necesaria para su desarrollo: necesita crecer y madurar para finalmente constituirse en sujeto adulto.
Para ayudarles a forjar su personalidad, a crecer en autoestima y constituirse en adultos respetuosos, tolerantes y solidarios, los adolescentes requieren la comprensión y sensibilidad por parte de los adultos que les rodean en este momento clave de sus vidas.
Educar en la afectividad a nuestros hijos es un asunto de suma importancia. Supone ofrecerles una afectividad serena y equilibrada que repercutirá directamente en su desarrollo humano, intelectual, académico, social…y religioso.
Conócele
Para ello es importante conocer a nuestro hijo y aceptarlo tal como es. Aprovecha sus contradicciones y capacidades para enseñarles partiendo del respeto a su singularidad personal.
Muchos adolescentes comparten en la actualidad rasgos que, lejos de ser anormales son sin embargo contradictorios. Los adolescentes reunidos en grupos de discusión para un estudio psicológico se ven a sí mismos como jóvenes competitivos, irresponsables, hedonistas, consumistas, sin motivación por los estudios, amantes de lo inmediato y, a su vez, solidarios, con un fuerte compromiso y compañerismo.
Además, la psicología afirma que al adolescente le interesa el cotidiano y la gestión de lo inmediato y útil para la propia vida. Quieren vivir la vida ahora, porque lo que buscan son emociones pero también, ante el desafío y la construcción de su propio futuro, tienen aspiraciones y grandes expectativas: encontrar el amor, formar una familia, tener un buen trabajo, un estatus social y económico, etcétera.
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Por otra parte, un aspecto trascendental para su madurez es que, en esta etapa, comienzan a ejercer la libertad, comienzan a ser independientes en la adopción de estilos, en la elección de amigos y de actividades a realizar e, incluso, en la toma de decisiones. De hecho, suelen estar preocupados por las implicaciones y consecuencias futuras de su toma de decisiones.
2. Ofrécele seguridad afectiva
Ante este desafío de construcción de su propio futuro es necesario más que nunca que los jóvenes se sientan seguros pues son muchos los que temen equivocarse en la toma de decisiones.
Durante la adolescencia la persona está especialmente sensible por lo que es importante aportarles como adultos una afectividad estable, serena y equilibrada. Los beneficios son muchos, entre otros, ayudarles a alcanzar una personalidad madura.
Es importante que los padres sepan que su papel es fundamental para que sus hijos logren un equilibrio afectivo pues son los que, principalmente, les enseñan a canalizar sus tensiones y conflictos. Cuando tienen que elegir su modo de actuar ante una situación y las exigencias del entorno, los padres pueden ayudarles a analizar las posibles consecuencias derivadas de su comportamiento.
También es muy bueno para ellos, ofrecerles condiciones ambientales en casa que facilite sus reflexiones para que, en este entorno, puedan descubrir su propia intimidad.
3. Diferencia los sentimientos de las emociones
Los padres han de conocer bien estos dos aspectos del mundo emocional de sus hijos para contribuir en el mejor de los modos en su educación y desarrollo.
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Es importante que sepan distinguir los sentimientos de las emociones. Los sentimientos son estados de ánimo de carácter social influidos por el entorno: las formas de vida, las normas, costumbres, hábitos… Por su parte, las emociones son agitaciones de ánimo de carácter individual, que dependen de la comprensión del hecho que las provocan y de la actitud que la persona adopte ante tal situación.
Para ayudarles nada mejor que propiciar situaciones en las que sea posible la comunicación, dedicándoles tiempo e interés. Así podrás comprender sus vivencias, sin tener que aceptarlas de manera indiscriminada.