La capacidad de cumplir con la obligación dominical en un sábado tiene unas sorprendentes raíces bíblicasDurante la mayoría de la historia de la Iglesia, se exigía los cristianos acudir a misa durante las 24 horas de un domingo para cumplir con su obligación hacia el Señor. Así se hacía de acuerdo con el mandamiento de santificar el día sagrado.
Luego, tras el Concilio Vaticano Segundo, se tomó la decisión de permitir que las misas celebradas la tarde antes “se convalidaran” como la obligación dominical. Así se estableció en el Derecho Canónico, en el que ahora se lee: “Cumple el precepto de participar en la Misa quien asiste a ella, dondequiera que se celebre en un rito católico, tanto el día de la fiesta como el día anterior por la tarde” (Can. 1248 §1).
Las motivaciones detrás de este cambio eran principalmente pastorales y se vieron influidas por cambios producidos por todo el mundo. Por ejemplo, varios gobiernos y cambios culturales ya no protegían el domingo como día no laboral, así que la Iglesia en su sabiduría ideó una solución que fuera acorde con la tradición.
Ante todo, la Iglesia no se inventó la celebración de un día festivo en la tarde anterior. Según el padre Edward McNamara, “el concepto de ‘día’ en el mundo antiguo (…) dividía nuestras 24 horas en cuatro vigilias nocturnas y cuatro horas de luz, con el comienzo del día en la primera vigilia”. Esto significaba que el ‘día’ no comenzaba a la medianoche, sino con el ocaso (recordemos que los pueblos antiguos no tenían relojes).
Esto se confirmó aún más con la práctica judía de observar el sabbat el sábado. Según la ley judía, “el sabbat es un día de reposo y celebración que comienza el viernes con el ocaso y termina la tarde del día siguiente con la caída de la noche”. Una de sus justificaciones para esta práctica viene de un suceso ocurrido durante el exilio en el desierto.
Para satisfacer las necesidades físicas de su pueblo, Dios envió codornices y maná. Moisés dice en Éxodo: “Esta tarde ustedes sabrán que ha sido el Señor el que los hizo salir de Egipto, y por la mañana verán la gloria del Señor (…) Esta tarde el Señor les dará carne para comer, y por la mañana hará que tengan pan hasta saciarse, ya que escuchó las protestas que ustedes dirigieron contra él” (Éxodo 16,6-8). En este caso, Dios proporcionó alimento tanto para la tarde anterior como para la mañana siguiente.
En el simbolismo cristiano, esto hace referencia al maná y la carne eucarísticos que Dios ofrece a su Iglesia durante la misa.
Así que, aunque pueda parecer extraño celebrar el domingo un sábado, no es nada nuevo, sino que tiene unas sorprendentes raíces bíblicas.