Los padres que se centran en elogiar solo los resultados pueden mermar la autoestima del niño o el adolescente. Sin querer, podemos deformar su sentido de la identidadNuestra época es la época del autoestima. Hemos crecido en una cultura en la que los elogios son parte necesaria de nuestra aceptación personal y de nuestra autoestima. Hoy en día no se concibe una educación en la que los padres no estén constantemente alabando los talentos y fortalezas de sus hijos. Sin embargo, tenemos que preguntarnos: ¿Estamos elogiando demasiado a nuestros hijos? ¿Cómo debemos elogiarlos para que se sientan queridos y motivados sin caer en una alabanza excesiva?
Alabar el esfuerzo, no los resultados
En primer lugar, debemos analizar qué es lo que estamos elogiando. Es bueno que nuestros hijos reconozcan sus talentos, virtudes y fortalezas, pero si sólo reconocemos estas cosas nuestros hijos pueden sentirse tentados a sólo intentar lo que les sale fácil o en lo que sobresalen.
Cuando alabamos el esfuerzo en vez de los resultados, estamos diciéndole a nuestros hijos que, además de los talentos que les fueron dados, su voluntad es la que los hará fuertes y la que los llevará a arriesgarse a cumplir distintas metas y sueños.
Elogiar el esfuerzo también nos ayuda a reconocer que la importancia está en el camino recorrido más que en el resultado. Al reconocer los hábitos de estudio en vez de las notas, el orden en sus materiales en vez de los resultados, o las horas de práctica en vez de los goles, les estamos enviando un mensaje: no basta con el talento para cumplir las metas propuestas, es el esfuerzo el que los llevará a ser personas verdaderamente excepcionales, y cuando a veces los resultados no salen como ellos quieren, sabrán que eso no es lo más importante, sino el camino recorrido y todo lo aprendido para llegar allí.
Desarrollar su aceptación personal
Otro tema que surge con los elogios excesivos es la constante búsqueda de aprobación que genera en nuestros jóvenes. Al acostumbrarse a una alabanza cada vez que terminan alguna tarea o actividad los acostumbramos también a una búsqueda de aprobación excesiva y los conducimos a la decepción cada vez que no obtengan esa palabra de aprobación de algún profesor o algún jefe.
Debemos reorientar esos elogios a frases que motiven su propia aceptación. Si nos muestran un dibujo, y nos preguntan si nos gusta, por ejemplo, digamos frases como: “¿A ti te gusta? Porque lo importante es que te guste a ti”. Así poco a poco podemos matizar esa constante búsqueda de aprobación y los ayudamos a desarrollar su aceptación personal.
Sabemos que los padres somos los primeros fans de nuestros hijos, pero a veces debemos ser más conscientes de los mensajes que les enviamos al elogiarlos. Ojalá comprendamos que nuestras palabras de aliento son esenciales para su seguridad y autoestima, pero los elogios y alabanzas excesivas y mal formulados pueden tal vez crear más inseguridad y dependencia en vez de reafirmar su identidad y autoestima.