El país sudamericano se encuentra ante el desafío de una educación más inclusiva Una de las mañanas más gélidas del junio (en el hemisferio sur se aproximan el invierno y el frío ya está golpeando la puerta) no fue obstáculo para que un grupo de padres se agolparan en la entrada del Colegio Salesianos en Santiago de Chile con el fin de anotar a sus hijos para el ciclo de admisión de cara al año 2018.
Precisamente, los colegios pertenecientes a la Congregación Salesiana decidieron en el año 2015 acogerse a los principios de la nueva Ley de Inclusión Escolar que le pone fin al concepto de selección, copago y lucro, por lo que varios de esos colegios pasaron a costo cero para los padres, indica La Tercera.
En este caso, este colegio -que si bien aún no es gratuito decidió adherirse a la nueva propuesta de admisión- estableció como sistema de selección el “orden de llegada”, algo que terminó provocando la necesidad de los padres de hacer filas y soportar el frío.
Más allá de algunas críticas debido a esta situación, desde el gobierno, quienes están al frente de estos cambios en los sistemas de admisión en los colegios que reciben aportes del Estado, indican que hay cosas que se corregirán, entre otras cosas con la posibilidad de la postulación a través de internet.
Pero al igual que lo han hecho los colegios vinculados a la Congregación Salesiana, varios de los dependientes del Arzobispado de Santiago decidieron ir por el mismo camino y adherirse a este sistema de admisión. Recientemente trascendió que a los 20 colegios que pasaron ser gratuitos en breve se sumarán cinco que también serán libres de pago.
“Son decenas de colegios católicos los que han tomado la opción de ser gratuitos. Muchos eran particulares subvencionados, que estaban con financiamiento compartido y que se han ido pasando desde el año pasado a la gratuidad, acogiéndose a la nueva Ley de Inclusión”, expresó a La Tercera el vicario para la Educación del Arzobispado de Santiago, Andrés Moro.
Como parte de la reforma educativa que busca promover Chile para virar a un modelo con mayor integración entre las diversas clases sociales, en mayo de 2015 entró en vigencia la Ley de Inclusión Escolar, que se base en el fin de la selección (hasta el momento los colegios eran los que decidían el destino de los niños), por lo que desde ese momento son los padres los responsables de optar por la mejor alternativa educativa para sus hijos.
Este proceso -que pone fin a la selección en los colegios que reciben subvención del Estado- fue previsto para que se realizara de forma gradual y es por eso que, por estos días, con la marcha del nuevo sistema, los padres comenzaron a buscar los centros educativos para sus hijos.
Una educación que sea capaz de integrar a diversos sectores de la sociedad, además de brindar calidad, es uno de los desafíos que tiene Chile, un país que históricamente ha demostrado grandes brechas a la hora del acceso a la educación.
¿Está cambiando el modelo educativo chileno de la educación? Es quizás una de las grandes interrogantes que surgen y dar una respuesta afirmativa quizás aún sea apresurado.
De momento, más allá de contramarchas, reclamos, observaciones –genuinos en muchos casos- la reforma educativa planteada por el gobierno de Michelle Bachelet incluye varios puntos. Además de la inclusión escolar -que representa apenas una pequeña pata en todo el sistema- están otros aspectos como gratuidad, nuevas pautas para la educación superior, descentralización y hasta cambios en la formación de los docentes.